Contra el libro digital o e-book
La relación que se establece cuando coges un libro o un DVD no tiene nada que ver con la que se establece cuando enciendes un monitor
[Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos,
Vicepresidente de CinemaNet,
colaborador de la revista Ciendecine]
16 de abril de 2009.- Sí, sí, ya sé que, aparentemente, este no es un tema cinematográfico (aunque de todos es sabido la influencia que la literatura tiene en el cine). Pese a tocar un aspecto tan tecnológico como los libros digitales o e-books, ese gran experto que es Jorge Mira (vuelvo a repetir, el magnífico responsable de esta web de CinemaNet) espero que me perdone, porque a lo largo del artículo pienso demostrar que sí tiene que ver con el fenómeno cinematográfico.
Empecemos por el inicio del tema con la pregunta de los 20 millones de rupias (ya se sabe que después de “Slumdog Millionaire” lo del millón de euros ha pasado a la historia) ¿podrá el libro digital sustituir al libro convencional, es decir, al libro de papel impreso, encuadernado y demás?
La respuesta es tan diáfana como sencilla: ¡No!, ¡nunca!, ¡jamás! El libro es el libro, el e-book es otra cosa. No digo que no sea maravilloso, como elemento tecnológico, útil para la docencia y otras muchas aplicaciones que con la propia evolución tecnológica y social irá adquiriendo personalidad propia. Pero el e-book jamás podrá sustituir al libro. Y valgan un par de referencias históricas. Allá por finales de los años 40, cuando en Estados Unidos empezó la televisión, una mayoría de expertos auguraron la muerte del cine, incluso un cineasta de la categoría de Roberto Rossellini no se contuvo en lanzar a los cuatro vientos el grito de “el cine ha muerto, ¡viva la televisión!”. Y ¿qué ha ocurrido en realidad? Que el cine sigue siendo el cine, la televisión sigue siendo la televisión y lo que es más significativo, la televisión vive, en un porcentaje muy alto, del cine.
Un poco más tarde, la aparición de los reproductores de vídeo volvieron a provocar la alarma en las industrias cinematográficas de todo el mundo. Y, en realidad, ¿qué ha pasado? Que el DVD y la serie de formatos digitales que ya están en marcha, viven exclusivamente del cine. Es decir, el cine como el gran tronco milenario de un árbol de tantas ramas como se quieran, pero cuya sabia procede del tronco central.
Pero, volvamos al libro. Un libro es un objeto en su primera presencia. Un objeto es según la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española “todo lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo”. Un objeto que nos puede atraer por muy distintas causas. Una primera causa puede ser la portada, otra el formato, una tercera el título y así hasta el infinito. Un libro es, por lo tanto, un escaparate de intrigas, emociones y curiosidades. Un libro tiene vida propia, desde su peso a su tipografía, desde sus tapas al tacto del papel. Todo ello, sin profundizar en lo esencial de un libro: su contenido.
Por lo tanto, un libro se convierte en un objeto que desde el escaparate de una librería o desde la estantería de una biblioteca pública o privada nos envía un mensaje: aquí estoy, mírame, léeme. Es un amor a primera vista. Y después viene la verdadera relación en profundidad: abrir las tapas, leer los datos de edición y enfrentarse, con toda la inocencia del mundo, al misterio de la escritura. Tanto da que sea una novela del género que sea, un libro de texto, una guía turística, un libro científico o un tratado sobre el tema menos popular del mundo. En la aproximación y en el inicio de la lectura de un libro hay como una liturgia que se repite incansablemente. Es la sublimación de la curiosidad humana, que encuentra en el libro, en su contacto físico, en el olor y el color del papel, la proyección de todas sus ilusiones, sueños y esperanzas.
Y después, el objeto, es decir el libro, se convierte en parte indeleble del lector. Y pasa, como tantas otras cosas en la vida de los seres humanos, a formar parte de la identidad cotidiana de la persona que lo ha leído. Y sin darse cuenta se crea una biblioteca, y sin darse cuenta se relee aquel libro de juventud, y sin darse cuenta buscas otro, y otro, y otro libro, para saber más, para entender mejor, para ser más libre.
El libro forma parte de la sociedad humana y de todos los adelantos técnicos que se han producido a lo largo de la historia del mundo el de la imprenta de Guttenberg fue el que realmente democratizó la cultura y el conocimiento, el que hizo más libre al ser humano. El libro, es por tanto, un objeto de libertad. Un objeto que forma parte de un entorno personal e íntimo, que tiene vida propia y que pasa de generaciones en generaciones.
Pero, vayamos al e-book. Pura tecnología, una capacidad de almacenaje brutal, una reducción del gran espacio que exigen los libros convencionales, pero tan lejos de ese poderío físico que tiene el libro, que se convierte es un témpano de emociones y sensibilidades. Y aún hay más en esas comparaciones odiosas pero útiles. Ese libro de bolsillo tan cómodo, que se puede leer en el metro, tumbado en la arena de la playa, durante un descanso en la excursión o bajo las sábanas a medianoche, o ese libro que es una joya bibliográfica, a la altura de cualquier obra plástica, o esa impresionante colección enciclopédica, donde textos se combinan con fotografías y dibujos para acercarnos el conocimiento y la belleza de la sabiduría. El libro tiene vida propia y espacio propio. El e-book tiene una gran memoria, pero todo está dentro almacenado, mezclado, sin identidad propia. Cuando alcanzas un libro de una biblioteca ya estableces una relación que es imposible establecer con el libro digital. Leer es un placer intelectivo, pero también físico. Abrir un libro es como abrir un cofre llenos de misteriosos tesoros, es como iniciar un viaje lleno de sorpresas. El libro es, sencillamente, una parte indeleble del ser humano.
Pero vamos a ir todavía más lejos, vamos a pasar del libro al cine, no al cine primigenio, es decir al que se debe ver, inexcusablemente en una sala de cine, sino al cine que se puede ver en los nuevos soportes tecnológicos. Al principio fue el formato vídeo, mayoritariamente en el formato VHS, ahora se ha impuesto el DVD, más adelante se popularizará el Blu-Ray (cuando bajen los precios de reproductores y películas), pero ya se empiezan a utilizar grandes memorias en discos duros para poder guardar decenas y decenas de películas en un espacio mínimo, ínfimo. Es decir, una particular filmoteca tecnológica, que quiere acabar con las videotecas tradicionales.
Y volvemos a enfrentarnos con otro gran disparate. ¿Se puede igualar (como pasa con el libro) el placer de ir a buscar a tu videoteca la película precisa que quieres visionar, coger ese estuche de DVD con su atractiva carátula, sus datos técnicos y artísticos, incluso su sinopsis, con la acción de apretar un botón, ver aparecer un menú con cientos de películas e ir a buscar el título que quieres visionar, del que, por ejemplo (y nos pasa a todos), no te acuerdas en ese momento del año de producción, de los intérpretes secundarios o del guionista?
Las tecnologías (¡benditas sean!) no deben romper la relación física que hay entre el ser humano y los objetos. La relación que se establece cuando coges un libro o un DVD no tiene nada que ver con la que se establece cuando enciendes un monitor, pones en marcha un programa y tienes al alcance de un dedo un libro o película. Son objetos que tienen vida propia. El libro te recuerda cuando y donde lo leíste por primera vez, el DVD te recuerda con quien vistes la película, que comentaste. Hay como con las personas, una necesidad física de comunicación. Como creo que todos sabemos no es lo mismo hablar con una persona por teléfono que hablar personalmente, mirándose a la cara, observando sus ojos, sus gestos. Con el libro y la película en DVD pasa lo mismo. Ese contacto físico es fuente de sensaciones y sentimientos. Por ello, este grito mío, que no desearía que molestara a nadie, contra el libro digital o e-book, porque es un grito en defensa del libro tradicional, del libro de papel, del libro individualizado, o de la película, igualmente, individualizada, pero no porque crea que el e-book no es necesario y útil, si no porque desearía, quizás en mi santa inocencia, que ambos sistemas, que todos los objetos, que todas las tecnologías, pudieran vivir en armonía como debería vivir el ser humano.
Nota de Jorge Mira:
Agradezco enormemente a Miguel-Fernando, nuestro Vicepresidente, sus colaboraciones en forma de artículos o reseñas.
Pero debo hacer un matiz: dado que ya es la segunda vez que me dedica elogios demasiado generosos conmigo (¡gracias, Miguel-Fernando!), añado que, aunque para algunos la cara visible de la Web de Cinemanet es la de servidor, porque envío el boletín o porque promuevo el proyecto aquí y allá, lo cierto es que sin la colaboración inestimable de un nuestro pequeño pero gran equipo Cinemanet no sería lo que es. Y, más allá de Daniel Arasa, auténtica alma mater del proyecto, esta Web es lo que es gracias a Juan-Luis Valera, Maria Dolores Valdés, Josu Gómez, María Martínez, Ramón Ramos, Sergi Grau y algunos otros colaboradores que nos enviáis contenidos realmente excelentes (Jerónimo José Martín, Julio Rodríguez-Chico, Jose María Caparrós, Alberto García, José María Sánchez, Martín Palma Melena, Alfonso Méndiz, Victor Alvarado…y otros, pues no quiero dejarme a nadie). Muchas gracias a todos ellos. Y las puertas de CinemaNet siguen abiertas, el que quiera subirse al carro, bienvenido sea 🙂
Entiendo todos los aspectos emocionales descrito y hasta hace no mucho los compartia. Pero un ejemplo de mi entorno de trabajo. De 17 compañeros con afición a la lectura 15 ya solo lo hacen con estos dispositivos. Es mas este verano he intentado adquirir alguno en USA y estaban agotados en ciertos sitios. Que es una tecnología válida y que reemplazará a los libros de papel no me cabe duda. Pero que cada uno saque conclusiones en los proximos años. Esto ha empezado realmente este año y parece imparable.
SInceramente me parece un disparate. Cuál es el mayor placer de leer un libro? la tapa, el título, los dibujos, el hecho de ir a buscarlo a la biblioteca y tocarlo? o el contenido del libro? Si compro un libro, obviamente va a ser para leerlo, y voy a leer su contenido. Me parece muy infantil el hecho de querer a un libro por sus imágenes o tapa, eso lo hacía yo cuando tenía 6 años. Luego cualquier persona madura y se da cuenta de que lo que importa está adentro, en su contenido.
Y aprobechando las comparaciones que estás haciendo, voy a aprobechar a hacer una: si con el libro se establece una relacion tan íntima, tan sentimental, se lo puede comparar con las personas, la vas a valorar por como es físicamente, o por su contenido espiritual? Lo físico (en todo, sea en los libros o en lo q sea) puede cambiar independientemente de lo abstracto; el libro puede tener tapa linda, tapa fea, estar en una biblioteca linda, grande, chica, fea, oscura, iluminada,… pero el contenido puede seguir siendo el mismo a pesar de todo esto, y es lo que importa, superando a lo físico con creces.
Un artículo fantástico.
He tenido libros con la tapa destrozada, las hojas enormemente amarillas, y sin embargo dichas particularidades han creado en mí una identificación personal, una sugestión. Uno de ellos es el club dumas, qué podrías sentir en un e-book cuando el autor nos describe esos volúmenes antiguos…
Soy un geek, me encanta la tecnología, los pc’s, la astronomía, ver autómatas paseando por marte, sin embargo la lectura es algo que se hace a través del mismo medio que hace siglos por lo que está conexión con el pasado supone una experiencia única.
Con los años vas diferenciando tipos de papel, su textura, su calidad, elementos de la imprenta clásica, con un e-reader esto es imposible.
Espero que siempre perdure el libro, sin hundir a los e-books, creo que pueden convivir los dos, podría ser como a quién le gusta ir vestido con pantalones de pinza o enseñando los calzoncillos. Sin embargo algo que me repudia del e-book es que el fabricante del medio a través del cuál se reproduce es una gran corporaciones que intentará regir nuestros comportamientos a través de su políticas de mercado.
Saludos