Título Original: La posesión de Emma Evans. |
SINOPSIS
Harta de un ambiente familiar que ella siente excesivamente opresivo y autoritario, Emma Evans, una adolescente problemática e insatisfecha en plena búsqueda de su identidad, decide un día hacer algo para acabar con esta situación. Para conseguirlo, Emma da rienda suelta a sus deseos más ocultos, sin sospechar que de esta forma desencadenará también oscuras y poderosas fuerzas que es incapaz de controlar, y que traerán el horror y la tragedia al hogar de los Evans. Emma sólo quería ser libre… aunque hay cosas que es mejor no haber deseado nunca…
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE ]
Emma Evans (Sophie Vavasseur) es una adolescente problemática e insatisfecha, que está harta de un ambiente familiar que ella considera opresivo y autoritario. En un acto de temeraria rebeldía, un día da rienda suelta a sus deseos más oscuros, sin sospechar que así es poseída por un demonio, que trae el horror y la tragedia al hogar de los Evans. Intentará exorcizar al espíritu maligno el tío de Emma, el Padre Ennis (Douglas Bradley), un sacerdote católico que lleva tiempo suspendido por su obispo.
Rodada en inglés por el español Manuel Carballo (El último justo), esta película se toma en serio la posesión diabólica, y la trata con respeto. Además, está correctamente rodada e interpretada, y logra unos cuantos momentos de verdadero dramatismo, tanto por los esfuerzos de la protagonista en su lucha interior contra el demonio como por la angustiosa perplejidad de los padres ante la singular situación. Sin embargo, a pesar de su factura hiperrelista —que la distancia un poco de sus referentes—, la película se parece demasiado a otros muchos filmes sobre el tema. Además, el desenlace acumula situaciones melodramáticas de un modo excesivo —sobre todo respecto al Padre Ennis—, y está rodado y montado con menos esmero que el resto de la película. En todo caso, gustará a los aficionados al género de terror.
[Enrique Almaraz Luengo, CinemaNet]
El género terrorífico suele dejarse ver de manera intermitente pero constante por las pantallas de cine desde tiempo inmemorial. Esta ocasión, la corriente más sobrenatural y diabólica se reencuentra con los espectadores de la mano de Emma Evans, una adolescente díscola y problemática que, en un arrebato de rebeldía, decide indagar en los aspectos más oscuros de su naturaleza y personalidad, lo que la conduce a una posesión demoníaca que campará en su vida destrozando su familia y afectando a todos los seres que la rodean.
Como ayuda para el exorcismo, la joven quinceañera contará con la ayuda de su tío Christopher, sacerdote, quien ya cuenta en su haber con un doloroso episodio de esta clase en el que murió una chica. Los padres de Emma, tradicionales y a la postre agnósticos, tienen serios recelos a la hora de creer que Satán haya poseído a su hija, pero a la vista de sus extraños comportamientos, acceden a la intercesión del tío.
Con una puesta en escena sin aparentes pretensiones, grabada prácticamente en su totalidad cámara en mano y con austeridad de medios y escenarios, el realizador novel Manuel Carballo se pone tras la cámara por cuarta vez para mostrarnos el horror que anida en el hogar de esta familia británica. La dublinesa Sophie Vavasseur, famosa por sus intervenciones en “Evelyn” (2002), “Resident Evil: Apocalypse” (2004) o “Descubriendo a Jane Austen” (2007), resta tres años a su edad para meterse en la piel de Emma Evans, verdugo y víctima de su propia irresponsabilidad que sume a todo su entorno en el mayor dolor imaginable. Su gesto esquivo y su mirada azul y peligrosa afianzan la corrección de su interpretación, más allá de las inevitables pegas que pueden ponerse a este particular subgénero y de las que la muchacha no tiene culpa alguna.
¿A qué me refiero? A la retahíla de convencionalismos que pueblan la película y que nos han ido sirviendo distintos cineastas desde hace décadas, tras el germen brillante, original, temprano y mítico sembrado por Roman Polanski en “La semilla del diablo” (1968) y, sobre todo, por las películas de la década siguiente que trataron el tema de la posesión maligna, con “El exorcista” (1973) de William Friedkind y “La profecía” (1976) de Richard Donner a la cabeza de una considerable lista de penosas secuelas y continuaciones. El terror, como la comedia y como otros géneros, es una cosa muy seria y por ese motivo, cuando tantos y tantos títulos han abordado el asunto, se debe hilar muy fino a la hora de presentar un producto al (¿gran?) público. Las novedades escasean y la reiteración no solamente hastía, sino que resta cualquier ápice del miedo que un espectador desea sentir cuando saca su entrada y ocupa la butaca de un cine.
En este aspecto, la película hace aguas por todas partes, pues no resulta precisamente alentador escuchar risas en la sala cuando el efecto buscado es el opuesto. Como asistente solitario, con butacas vacías a derecha e izquierda, y no especialmente invulnerable al susto, reconozco que no hay mayor fracaso en una película de terror que no haberme hecho sentir la necesidad de agarrarme a nadie, ni siquiera de gritar. Aunque como humano que duerme por la noche, sí resulta un alivio tener la mente vacunada – cuando no despejada – contra los fotogramas de la película.
Lo reprochable no reside en la espera de más de cuatro quintas partes de la película para hallar la sorpresa, sino todo el cúmulo de tópicos mal llevados que ocupan la fracción mencionada previa al final. Si el objetivo era concienciar a la audiencia para que no juegue con las fuerzas del mal, se ha cumplido de manera floja. Si era el de inquietar con un poco de reflexión añadida, queda pendiente. Otra vez será.
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