[Marina Pereda, colaboradora de CinemaNet]
Todo guionista sabe que la fuente de inspiración por antonomasia es la realidad misma. Quizá sea este el motivo por el que los cineastas recurren a los conflictos basados en hechos reales para escribir sus tramas. Además, este tipo de películas suelen poseer gran atractivo para el público, porque hay pocas sensaciones tan poderosas y tan convincentes como la de que “sucedió”.
Esta sensación ha sido largamente explotada por el cine histórico. Muchas de las mejores películas de la historia están ambientadas en torno a la Segunda Guerra Mundial, por lo trágico de los acontecimientos, por la cercanía en el tiempo, por la necesidad de narrar las vidas truncadas de las miles de víctimas y por la apasionante – o espeluznante – personalidad de los verdugos de esta guerra.
Estados Unidos ha sido el mayor productor de series, filmes y documentales sobre esta época. Tanto metraje rodado al respecto, hace pensar a los más críticos que los norteamericanos buscan crear una imagen colectiva de la guerra y así justificar su comportamiento político durante aquellos años, o sacar a relucir sus impolutos principios morales como una bofetada moral a Europa o, simplemente, hacer negocio. Para otros espectadores, estas películas han pasado a ser “otra de nazis” y, al etiquetarlas como un género más, las ven y las oyen con los mismos ojos y oídos con los que se enfrentan a la ficción. En cualquier caso, se anula todo efecto que la realidad de los hechos pueda tener sobre el receptor.
Dos cintas alemanas han logrado, con gran acierto, despertar esa conciencia histórica que parecía dormida: Sophie Scholl. Los Últimos Días (2005, Marc Rothemud) y La Ola (2008, Dennis Gansel). Las dos películas están situadas en épocas diferentes pero ambas describen hechos verídicos, sus protagonistas son estudiantes alemanes y en ellas se tratan temas similares, como la distinción entre poder y autoridad, la conciencia individual frente al pensamiento único y el papel de los jóvenes en la sociedad.
Sophie Scholl (1921-1943) era una universitaria de Munich que, al conocer las atrocidades que el régimen nazi estaba cometiendo en los campos de concentración y viendo como las raíces culturales de Europa estaban siendo aniquiladas por el Tercer Reich, decidió formar junto a su hermano y otros compañeros de Universidad un grupo de resistencia pasiva llamado “La Rosa Blanca”. Sophie Scholl. Los Últimos Días, nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera en 2005, describe sobriamente, sin sensiblerías ni fuegos artificiales, el juicio de estos jóvenes que lucharon silenciosamente. Destaca la actuación de Julia Jentsch, que hace de Sophie un personaje fuerte, admirable, y muy humano.
La Ola nace de la siguiente premisa que un profesor planteó a sus alumnos en 1967 en un instituto de California: ¿podría repetirse el ascenso de Hitler al poder? No es tan interesante la pregunta, lógica y repensada hasta la saciedad, como la respuesta. El profesor, motivado – en principio – por un interés educativo inicia un experimento en la escuela, convirtiéndose en el líder de un movimiento de estudiantes que cobra dimensiones peligrosas. La mayoría de chicos y chicas que se unen al grupo de “La Ola” tienen motivos superficiales (del tipo “todo el mundo lo hace”) o buscan satisfacer una carencia emocional. Nada que ver con los hermanos Scholl, a pesar de tener más libertad, información y valores democráticos.
Alemania está hablando alto y claro sobre la Segunda Guerra Mundial. A través de películas que emocionan, que tienen toda la fuerza de la realidad, que sorprenden, que no se limitan a dramatizar unos acontecimientos sino que hacen reflexionar. Películas que exigen un espectador valiente.
Yo no me quiero olvidar de La vida de los otros… Alemana, actual y espectacular.
SMH
Efectivamente, «La Vida de los Otros» es una gran película pero me parece que es muy distinta a «Sophie Scholl» o «La Ola» y exigiría una crítica a parte, por eso no la incluí en el artículo. Gracias por vuestros comentarios!