[Guillermo Callejo. Colaborador de Cinemanet]
Tema manido donde los haya, el amor no pierde, por ello, vigencia ni valor en el cine. Resulta imposible escapar de él. De ahí que, cuando estén bien contados, los romances sigan cautivando, los enamoramientos sigan emocionando y las historias de rupturas sigan enrabietando. El Charles Chaplin de Luces de la ciudad está tan vivo como siempre.
Amor es lo que nos distingue a los humanos; lo que lleva a dar una vida para salvar la de otro; lo que une a dos amigos; la fuerza que mueve a un soldado a luchar por su país; lo que perpetúa un matrimonio por más de cincuenta años; lo que da sentido al sufrimiento; lo que nos ilusiona día tras día; lo que saca a cualquiera de la rutina y convierte en especial hasta la cosa más insignificante.
Y amor es, también, lo que todo espectador -incluido el orgulloso que se empeña en negarlo, y el escéptico que duda de su presencia en la vida real- busca cuando entra en la sala del cine. Nadie podrá mostrarme un filme en que no aparezca el amor bajo alguno de sus muchos disfraces. Aunque sea para proclamar que éste no existe o que alguien ha renunciado a él.
Alguien dijo una vez que los géneros cinematográficos no eran más que evoluciones del cine romántico, porque en todos, inevitablemente, hay elementos amorosos.
Está muy presente desde los inicios de la historia del cine, y así ha continuado durante más de 90 años. Y lo más bonito es que un buen romance reciente (como, por ejemplo, The Holiday, dirigida por Nancy Meyers) no hace la competencia -¡faltaría más!- a otro de los años 30 ó 40 (véase La fiera de mi niña, de Howard Hawks)… ni en ritmo, ni en frescura, ni en derroche de ideas, ni en hilaridad.
¿Qué cinco ejemplos de películas románticas recomendaría a un desconocido, por su calidad? Sin necesidad de remontarme al blanco y negro, porque ninguna supera los 25 años de edad, le sugeriría las siguientes: Hechizo de Luna, La boda de Rachel, 50/50, Frankie y Johnny y Cuando un hombre ama a una mujer. Algunas pueden catalogarse como tragicomedias o melodramas, otras como comedias en estado puro. Pero todas son ágiles: cautivan, derrochan energía y emocionan de verdad. Cine del que vale la pena, porque muestra muchas verdades y enseña a cualquier público.
Que no se me malinterprete: que prácticamente cualquier cine lleve implícito el amor no significa que las tramas sean siempre positivas o esperanzadoras. Por supuesto que no. Los cuentos de hadas son eso, cuentos, y por eso tantos directores y guionistas prefieren exponer el amor en alguna de sus facetas más crudas o tristes, o reafirmar cómo a veces no se logra lo que se quiere. La vida se encarga de traer algunos sinsabores: la frustración por no conquistar a la persona deseada, por ejemplo, o la amargura que comporta la ruptura de un noviazgo son cosas que pueden ocurrirnos perfectamente.
Pero es que ahí también el séptimo arte puede decir algo al respecto. Lo confirman maravillas cinematográficas como Kramer contra Kramer, Lost in Translation o ¿Conoces a Joe Black?