[María Martínez. CinemaNet]
El director mexicano Roberto Girault, que estuvo en abril en Madrid para participar en la Muestra Internacional de Cine que Inspira ‘De Madrid hasta el cielo’, ya había visitado nuestro país hace unos meses para recoger el Premio Familia de CinemaNet. Fue una ocasión para conocer y convivir con una gran persona, como se muestra en esta entrevista
¿Qué ha significado recibir el Premio Familia que, más que una labor profesional concreta, premia el contenido de su película ‘El estudiante’?
Para mí es un gran honor, nunca lo imaginé cuando estaba en mi computadora, escribiendo y borrando el guión. Cómo iba a imaginar el resultado, y la trascendencia que iba a tener. La única forma de explicarlo es la sed que la gente tiene de encontrarse y reflexionar sobre la verdad. No porque yo esté en posesión de ella, sino porque tocamos temas que no se tocan mucho en el cine. Y a la gente le gusta reflexionar sobre eso. Que premien el contenido de la película para mí es mayor orgullo, porque significa que no vamos tan mal. Es una palmadita en la espalda que te dice “Adelante, sigue haciendo más”.
Se habla mucho de “cine con valores”. Pero, ¿qué valores en concreto quiere presentar, y qué contravalores ve en el cine?
Me gusta mostrar todos los valores que mueven a la persona. Sobre todo el amor, que es el principio y el final del hombre; ese amor que nos lleva a luchar por ideales y por personas, por nuestra propia dignidad. Se puede hablar de amor en una comedia, en una tragedia, en una película de terror… Si lográramos entender lo que es realmente ese amor, el amor que nos hizo, que nos espera; el amor que nos mueve… seríamos mucho más felices y viviríamos más en paz. Pero no es nada fácil, y vivirlo es tarea aún más difícil.
Ese modelo de amor, sobre todo entre la juventud, se enfrenta a muchos intentos de rebajarlo. En ‘El estudiante’ ya se tocan temas como la banalización de la sexualidad, un embarazo inesperado…
La sociedad actual ha manipulado y ensuciado mucho esa palabra con fines mercantilistas, publicitarios. En “El estudiante” lo explica muy fácilmente Chano, cuando dice que “Pensamos que el amor es tener derechos, cuando en realidad se funda en renuncias”. Todo esto, en base a una cita del Quijote: “Le dirás a la incomparable Dulcinea que su caballero murió por hacer cosas que lo hiciesen digno de ser llamado suyo”. Para mí, ahí está el resumen de lo que es el amor. Lo que dice Chano es muy cierto, no sólo sobre lo que es el amor sino sobre lo que está pasando en la sociedad en este momento. Nosotros pensamos que amar es tener, le tenemos miedo a la renuncia, al dar y al darnos. Eso nos aleja de la felicidad y de la paz, porque así nadie se queda satisfecho consigo mismo.
Cuando falla la familia, también da lugar a otros muchos problemas en la sociedad. En ‘El estudiante’ se intuye, a través del personaje de Eduardo, el chico drogadicto.
Toda la historia detrás de Eduardo es ésa: tiene una familia disfuncional, y por eso la mamá sufre tanto cuando lo ve herido, cuando le descubre la droga en el pantalón… Y lo único que puede decirle es pedirle perdón, los dos se lo dicen. Cuando la estructura de la familia falla, la estructura de la persona misma falla, porque se deja a merced de la soledad, y son blancos fáciles.
¿Qué respuesta hay ante estos problemas?
Es un escenario por un lado triste, pero por otro apasionante, porque nos da la oportunidad de regresar a las raíces, de apasionarnos con ellas y de volver a enseñarlas. Mostrar no sólo lo que es el amor, sino lo bonito y apasionante que es. Y no es fácil, no es un tema sencillo que si se lo explicas a los jóvenes ya mañana van a dejar de tener relaciones o de tomar el amor de una forma superficial. Van, o vamos, porque es algo que nos pasa a todos. Yo también me dejo llevar por esta ola de superficialidad, que te invita a adorarte y a buscar te a ti mismo constantemente.
¿En qué situación están las familias en México?
La familia en todo el mundo vive una situación difícil. Si de algo se ha encargado el mal en destruir es la familia. Y México no es la excepción. El número de divorcios cada vez crece más, de infidelidades, de embarazadas solteras, de niños huérfanos… Es un tema muy triste y muy peligroso, porque la sociedad depende de la fortaleza de sus familias. Cuando no hay dicha fortaleza y dicha unión, cuando se deja de creer en la familia como una institución sólida y celular se corre el riesgo de destruir toda una sociedad.
¿Por qué es tan importante el cine para transmitir valores? ¿Cuál es la mejor forma de hacerlo?
El cine es el arte que conjuga todas las demás artes para contar una historia. Por eso, tiene una fuerza muy específica y muy especial. Puedes suscitar reflexiones, que cristalicen en valores. Yo tengo muy clara la responsabilidad que hay detrás de la cámara, y busco siempre fomentar valores que dignifiquen a la persona, a la sociedad y a la familia. El secreto es no sólo platicar de ellos, sino mostrar su belleza, lo apasionante, positivo e inspirador que es tener y vivir esos valores. Si no, estamos desperdiciando una magnifica herramienta. Esto, además, honrando el cine, acercándote a él con humildad para entender su grandeza. Si lo utilizamos sólo como una herramienta para meter los valores, entonces vamos a hacer mal cine.
Sin embargo, cuando se muestra lo apasionante de estos valores, encarnados en personajes como Chano y su mujer, no faltarán quienes le tachen a uno de utópico, afirmando que alguien así no puede existir de verdad.
Quiero recordar que esta película está inspirada en una persona real, el abuelo de mi socio Gastón Pavlovich, que era tal cual como Chano: un personaje al que la vida le quedaba corta, que adoraba y tenía como libro de cabecera ‘El Quijote’, que adoraba a su esposa, a la que también decía “Mi sirenita”; alegre, inspirador, que vive dentro de un círculo católico, de tradiciones y de costumbres. A Gastón le dejó un sello tan fuerte que quiso hacer una historia sobre él.
Entonces, ¿es fundamental el testimonio personal?
Ningún artista, ningún creador, puede dar lo que no tiene. Soy muy consciente de que cuando haces una obra te basas en tu bagaje cultural, formativo. Para escribir ‘El estudiante’, tuvo un peso muy específico la formación que yo recibí en mi familia; una familia de tradición católica, con diez hermanos. Mis papás cumplen 50 años de casados este año, y no ha sido una vida ni un matrimonio fácil. Sin embargo, siempre nos han guiado por el mismo camino. Siempre nos han enseñado con su ejemplo y con su dedicación, con su fe, esperanza y caridad, a ver y mirar la vida. También he estado en colegios católicos. Eso me dio la suficiente sensibilidad y bagaje para armar todo el guión de ‘El estudiante’.