Con Amor bajo el espino blanco el director chino Zhang Yimou retoma la temática emotiva e íntima de algunos de sus films para regalarnos una historia de amor puro que destella poesía en cada una de sus imágenes. El ritmo, cadencioso y contemplativo, la música sencilla y evocadora, el montaje puntuado con unos suavísimos fundidos en negro, sumergen en una historia que invita a contemplar la grandeza del amor que siempre espera y se da.
PELÍCULA RECOMENDADA POR CINEMANET
Título original: Shan zha shu zhi lian
País: China
Año: 2010
Dirección: Zhang Yimou
Intérpretes: Zhou Dongyu, Shawn Dou, Xi Meijuan , Li Xuejian, Cheng Taishen, Rina Sa.
Guión: Yin Lichuan, Gu Xiaobai y A Mei
Música: Qigang Chen
Fotografía: Zhao Xiaoding
Distribuidora en cine: Golem
Duración: 121 min.
Género: Drama, romance
Estreno en China: 16 de Septiembre 2010
Estreno en España: 31 de Agosto 2012
Lanzamiento en DVD: 06 de febrero 2013
SINOPSIS
Jing es una adolescente ingenua de ciudad que debe trasladarse a un pueblo lejano en la montaña para su “reeducación” durante la Revolución Cultural. Su situación familiar es muy difícil, el padre está encarcelado por ser de derechas y la madre sufre una humillación permanente al ser la esposa de un contrarrevolucionario. El bienestar de la familia depende por completo de Jing. La joven deberá mantenerse siempre como una camarada intachable, fingiendo incluso un fervor laboral extraordinario al servicio del partido. Cualquier error puede arruinar la vida de su familia; todo va bien hasta que surge un contratiempo. Cuando más perfectamente vive esta actitud tan supuestamente patriótica, en el pueblo al que se ha trasladado aparece el joven Sun, hijo de un militar maoísta. Entre ambos surge un amor irrefrenable que debe ser vivido en secreto para que la familia de Jing no sufra las consecuencias.
¡Debate esta película en nuestros foros!
CRÍTICAS
[Josan Montull – Colaborador de CinemaNet]
Hay en el director chino Zhang Yimou una producción tan prolífica como plural. El que debutara en 1987 con Sorgo rojo ha dirigido ya 19 películas que, con algún que otro altibajo, son obras más que interesantes. Incluso ha tenido tiempo de dirigir la ceremonia inaugural de los Juegos Olípicos de Pekín. Entre sus obras hay espléndidas películas de acción (La casa de las dagas voladoras, y Hero, por ejemplo) y otras que constituyen hermosas historias sencillas y humanas (El camino a casa, Ni uno menos…). Con Amor bajo el espino blanco el director chino retoma la temática emotiva e íntima de algunos de sus films para regalarnos una historia de amor puro que destella poesía en cada una de sus imágenes.
Jing es una adolescente ingenua de ciudad que debe trasladarse a un pueblo lejano en la montaña para su “reeducación” durante la Revolución Cultural. Su situación familiar es muy difícil, el padre está encarcelado por ser de derechas y la madre sufre una humillación permanente al ser la esposa de un contrarrevolucionario. El bienestar de la familia depende por completo de Jing. La joven deberá mantenerse siempre como una camarada intachable, fingiendo incluso un fervor laboral extraordinario al servicio del partido. Cualquier error puede arruinar la vida de su familia; todo va bien hasta que surge un contratiempo. Cuando más perfectamente vive esta actitud tan supuestamente patriótica, en el pueblo al que se ha trasladado aparece el joven Sun, hijo de un militar maoísta. Entre ambos surge un amor irrefrenable que debe ser vivido en secreto para que la familia de Jing no sufra las consecuencias.
Lejos de hacer con este argumento una obra meliflua y sensiblera, Zhang Yimou realiza un film exquisito y profundo que constituye una seria reflexión sobre el amor y la fidelidad. La película hace un elogio de la espera en el amor, del valor de los diferentes tiempos en el trato, de la ritualización de los gestos, del progreso en la relación, de la madurez en afrontar las dificultades. No hay erotismo en la historia, los enamorados se dan tiempo. El respeto profundo entre ellos es lo que marca una relación que sujeta la pasión y crece en confianza.
Sorprende muy gratamente la actuación de los jóvenes actores Zhou Dongyu y Shawn Dou, noveles en el momento de la realización del film. Su interpretación en contenida y profunda, cada uno de sus gestos, lágrimas, sonrisas y miradas están espléndidamente fotografiados y los primeros planos de sus rostros adquieren una ternura extraordinaria que hace que el espectador acabe rindiéndose ante la belleza de la narración.
También sorprende que el director, que padeció la reeducación rural maoísta, no se ensañe críticamente con los excesos de la misma. La narración es por sí misma crítica y manifiesta serenamente que las dictaduras y el miedo no son capaces de acabar con el amor y con la libertad de los seres humanos.
El ritmo, cadencioso y contemplativo, la música sencilla y evocadora, el montaje puntuado con unos suavísimos fundidos en negro, sumergen en una historia que invita a contemplar la grandeza del amor que siempre espera y se da.
Viendo esta película es fácil recordar la definición del amor que hace san Pablo en la carta a los Corintios. “El amor es comprensivo, el amor es servicial… no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ”
Hermosa y poética, Amor bajo el espino blanco es un encomio de la espera, una espera que siempre florece, como el espino blanco del film, testigo de tanta ternura, que, aunque sumergido, sigue floreciendo.
[Juan Orellana – Pantalla90]
El prestigioso cineasta chino Zhang Yimou vuelve al estilo que le hizo grande, tras un largo paréntesis en que se entregó a la fascinación por los efectos digitales. De sus anteriores películas es quizá El camino a casa (1999) la que más se asemeja argumentalmente a ésta. El guión —que no es de Yimou— se basa en una novela de Ai Mi. Ambientada en 1970 y con el telón de fondo de la Revolución Cultural, nos cuenta el delicado romance entre Jing (Zhou Dongyu), una colegiala que es objeto de “reeducación” debido al pasado capitalista de su padre, y Sun (Shawn Dou), apuesto soldado hijo de un importante militar comunista.
La historia está contada con la sencillez y el sentido lírico del mejor Yimou, sin artificios espurios ni subrayados retóricos. Aunque puede que el filme se dilate en exceso —debido quizá a su cadencia serena—, se ve compensado por sus hallazgos visuales, dramáticos e incluso poéticos. Por un lado, dibuja una historia de amor tan casta y pura que a muchos les puede parecer irreal o inverosímil. La inocencia de Jing es tal, que ni siquiera conoce los protocolos de la procreación. Sun, lejos de aprovechar tan dulce ignorancia, la corresponde con un respeto que hoy habría que tildar de heroico.
Por otro lado, el dibujo que hace de la revolución de Mao es tan poco ideológico, que se entiende como una crítica contundente para el que quiera abrir los ojos, y puede parecer sutil —o inexistente— para el funcionario chino que debe autorizar la exhibición del filme. El mismo Zhan Yimou fue víctima de la “reeducación” por razones familiares, como Ying, pero él no quiere detenerse en el rencor: “Me dije a mí mismo que no debía mostrar las heridas. El dolor está y permanecerá en nuestros corazones, pero debemos mostrar la belleza del ser humano».
[Julio R.Chico – La mirada de Ulises]
En ocasiones, acudir a ver una película de cine se convierte en una experiencia tan entrañablemente humana como deliciosamente gozosa. Es lo que ocurre con Amor bajo el espino blanco, nuevo drama romántico e intimista en el que Zhang Yimou vuelve a visitar la China de la Revolución Cultural, para contarnos la historia de una joven pareja que se jura amor eterno cuando es imposible que prospere la relación por pertenecer a clases sociales muy distintas. Jing es una estudiante que aspira a ser maestra y sacar adelante a su familia, con un padre ha sido encarcelado por “contrarrevolucionario” y una madre que vela por sus hijos. Todo parece estar bajo control en su discreta vida diaria, con la necesaria cautela y prudencia para no levantar sospechas entre las autoridades… pero el corazón la traiciona y se enamora de Sun. Se trata del atractivo hijo de un militar de alta graduación, que corresponde a la muchacha con exquisita delicadeza y profunda pasión, que está dispuesto a esperar lo que sea necesario hasta superar las trabas a su amor. Sin embargo, Jing debe ser reeducada por el partido, para lo que es trasladada a un remoto pueblo de la montaña… en una distancia que puede hacer olvidar el amor o madurarlo.
Resulta fascinante la sensibilidad y buen gusto con que Yimou retrata a sus personajes, el acierto de casting con los actores y la facilidad con que les dirige hasta hacerles hablar con el silencio y la mirada, hasta lograr que compartan con el espectador sentimientos tan sutiles y profundos como frescos y auténticos. Todo en la vida de estos dos enamorados respira pureza y sacrificio, sinceridad y sencillez, ternura e ingenuidad. Y todo expresa la fuerza del amor y el dolor de la pérdida, de forma que lo que no se cuenta (la subtrama política o el pasado de la madre de Jing, por ejemplo) cobra tanta realidad como lo que se explicita en esos furtivos encuentros y en esas promesas de fidelidad. Asistimos a una historia (real) de amor romántico y de inocencia, a una leve denuncia política y social que clama por la libertad y la dignidad, a una entrañable e idílica estampa llena de humanidad y emoción. Amor, política, educación, familia… tratados con una fuerza algo atemperada en su carácter mainstream, con un pudor y exquisitez que hacen que el espectador llore a gusto y se reconforte en lo más íntimo con estos amantes de Verona trasladados a la China de Mao.
El director de Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos coge su paleta cromática más luminosa para retratar ese amor puro y limpio, trabaja una puesta en escena muy cuidada tanto en el atrezzo como en la planificación, y se sirve de una preciosa fotografía o de una emotiva banda sonora para conmover y ganar hondura emocional. Hay planos que remiten directamente a El camino a casa por su detallismo, por el ritmo reposado o por la complicidad de las miradas, y secuencias tan sutiles y densas como ese atravesar el río cogidos con un palo, rica metáfora de la fragilidad y delicadeza del amor. El trabajo artístico trata de alcanzar las emociones más íntimas y humanas manteniéndose en un acertado equilibrio, aspira a no quedarse en lo superficial y evita que hablemos de manipulación sentimental o de ñoñería trasnochada. En la propuesta de Yimou hay honestidad, contemplación, poesía… y humor, porque las espontáneas salidas de los más pequeños o algunas reacciones de la pareja contribuyen decisivamente a dar aire al drama y comicidad a una situación de por sí dura y dolorosa.
Si la interpretación de Zhou Dongyu fue toda una agradable sorpresa que le hizo merecedora del premio a mejor actriz en la última Seminci, también destaca el trabajo de Xi Meijuan como madre de Jing… a la que dota de una extraordinaria profundidad y contención de sentimientos. Una película entrañable y conmovedora, ideal para quienes busquen sentidas historias de amor, tratadas con una hermosa estética y contadas a base de fogonazos impresionistas… como si se tratara de recuerdos de una época dorada que permanecen intactos en la memoria de unos enamorados que fueron reeducados en la delicadeza del amor.
¡Debate esta película en nuestros foros!