Infumable comedieta de enredo que se limita a un argumento superficial, endeble y absurdo, en el que se suceden una serie de gags, la mayor parte de ellos sexuales, de pésimo gusto. Ni por ver actuar a tan grandes actores (casi todas las interpretaciones ceden al histrionismo) merece la pena la película. El mejor consejo, ahórrense el tiempo y el dinero de la localidad.
ESTRENO Título original: The big wedding. |
SINOPSIS
Con motivo de la boda de su hijo adoptivo Alejandro con Missy, Ellie Griffin vuelve a su antiguo hogar diez años después de que su marido, Don, la engañara con su mejor amiga Bebe McBride; con la que convive desde entonces. Pero cuando Alejandro les anuncia que su madre biológica asistirá a la boda y que, debido a sus estrictas creencias religiosas, no tiene ni idea de que Ellie y Don están divorciados, ambos deberán aparentar ser un matrimonio feliz y bien avenido mientras que Bebe tiene que “desaparecer” de la casa. Más o menos…
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Con motivo de la boda de su hijo adoptivo Alejandro con Missy O’Connor, que procede de una familia supuestamente “católica”, Ellie regresa a su antiguo hogar diez años después de que su marido, Don Griffin, le fuera infiel con su mejor amiga Bebe, con la que convive desde entonces. El matrimonio Griffin tiene, además, dos hijos biológicos, Lyla, con problemas en su matrimonio, y Jared, todavía soltero. Para sorpresa de todos, Alejandro les anuncia que su madre biológica y su hermana, colombianas, asistirán a la boda. Para no herir sus estrictas creencias religiosas, Alex nunca les había dicho que Ellie y Don están divorciados, por lo cual se ven obligados a fingir ser un matrimonio bien avenido mientras que Bebe tiene que ausentarse de la casa.
No puede decirse exactamente que la película tenga tema de fondo. Más bien se limita a un argumento superficial, endeble y absurdo, en el que se suceden una serie de gags, la mayor parte de ellos sexuales, de pésimo gusto. Tal vez pretende ser una exaltación del hedonismo, del sexo libre y espontáneo, pero el guión es tan insulso que todo queda diluido en una serie de situaciones tan insípidas como zafias. Ninguno de los personajes tiene entidad, y, seguramente a causa de la mediocridad del guión, acaban cayendo en un histrionismo que no resulta ni cómico. En ese marco, la caricatura del sacerdote y las burlas sobre la moral católica son tan absurdas que ya casi ni resultan hirientes.
Es una verdadera decepción que un reparto tan impresionante haya accedido a participar en esa pretendida comedia de enredo, chabacana y sin gracia. Ni por ver actuar a tan grandes actores merece la pena la película. El mejor consejo, ahórrense el tiempo y el dinero de la localidad.
[Jeronimo José Martín – COPE]
Elle (Diane Keaton) vuelve a Connecticut por primera vez desde que su marido Don (Robert De Niro) la engañara con su mejor amiga, Bebe (Susan Sarandon), con la que ahora vive sin casarse. Los tres preparan la boda, con la guapa Missy (Amanda Seyfried), de Alejandro (Ben Barnes), el hijo que Elle y Don adoptaron después de tener a Lyla (Katherine Heigl) y a Jared (Topher Grace). Todo se complica cuando Alejando informa de que su madre biológica, Madonna Soto (Patricia Rae), una estricta católica, asistirá a la boda. Eso obliga a Don y Elle a hacerse pasar por un matrimonio feliz, y a Bebe, a marcharse.
Muy mal andan las cosas cuando tal cantidad de estrellas se prestan a participar en esta infumable comedieta de enredo, remake de la película Mon frère se marie (2006), del suizo Jean-Stéphane Bron. La puesta en escena de Justin Zackman (Going Greek) es convencional, rutinaria y sin ritmo, y casi todas las interpretaciones ceden al histrionismo, especialmente la de Robert De Niro. Pero, sobre todo, el guión resulta deslavazado y enormemente irritante por sus groseras bromas sexuales, su rastrero hedonismo y su frívola burla de la moral católica, encarnada en la penosa caracterización de Robin Williams como el padre Moinighan, un sacerdote alcohólico e impresentable. En fin, una comedia para olvidar.
[Enrique Almaraz, Colaborador de CinemaNet]
Al es un joven colombiano adoptado de pequeño por Don y Ellie, padres de otros dos hijos biológicos. El matrimonio acabó en divorcio y Don se unió sentimentalmente a Bebe. Ahora que Al está a punto de casarse, enlace al que acudirán su madre y su hermana biológicas, se encienden todas las alarmas al plantearse la posibilidad de que la madre, muy conservadora y religiosa, tal vez no acepte el divorcio de la pareja que crió a su retoño. Don y Ellie se verán forzados a fingirse un feliz matrimonio mientras todo enloquece a su alrededor.
“La gran boda” es un claro ejemplo de cómo volver fallida una premisa aceptable aunque recurrente. Parece que el cine actual, cuando la imaginación escasea, tiende a perpetrar incursiones en el antaño respetado espacio de las comedias de enredo y precisamente ahí se sitúa este título, si bien no tardan en aparecer las lagunas argumentales y la falta de rumbo que empobrece ciertas situaciones posteriores cuyo fondo merecía mejor trato.
La historia arranca con la clásica situación de engaño donde Ellie (Diane Keaton) vuelve a su antigua casa de la que Bebe (Susan Sarandon), la actual señora sin papeles habrá de salir, visible y comprensiblemente incómoda. El cabeza de familia, Don (Robert De Niro), de profesión escultor y estado mental zafio, rijoso e inmaduro, no parece controlar ni preocuparse por nada al tiempo que los vástagos tratan de enderezar sus problemas, por separado.
Así, De Niro – en una etapa de su carrera donde las comedias se han convertido en sus particulares “películas alimenticias” –, Keaton y Sarandon soportan el peso principal, el timón de la acción – suponiendo que exista –, a trompicones y con un más que probable naufragio a la vista. Un reparto de renombre al que cabría añadir el breve pero entrañable papel de Robin Williams como sacerdote. Aun así, la confluencia de estrellas – donde tendría también cabida la omnipresente Amanda Seyfried como Missy, la novia de Al – acarrea en esta ocasión un claro desaprovechamiento del que quien saca más partido es Katherine Heigl en el papel de Lyla, hija de Don y Ellie, embarazada de pocos meses justo cuando su matrimonio parece roto sin remedio. Mientras ella vive su particular drama, la comedia – o intento de la misma – se presenta con diferentes ramas según la generación, pero fundamentalmente basada en el contraste de culturas, modos de vida, idiomas… Casi cualquier excusa les parece válida para seguir adelante, incluyendo, naturalmente, situaciones grotescas, poco risibles y menos delicadas, sin un mínimo remate de coherencia satisfactoria. Pudo haber sido una buena lectura de algo que sí queda explicitado en pantalla y cuya mejor y más desnuda expresión se presenta sin el bálsamo humorístico: la existencia de varios tipos de amor. Lo peor de todo es que esta película ya la habíamos visto.
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