Bajo la etiqueta del cine independiente, encontramos un áspero drama de aventuras que sorprendió en Cannes por su eficacia, crudeza y particular lirismo sin árnica ni miramientos. Termina siendo una película luminosa, optimista, profundamente hermosa, que nos cautiva sobremanera al dejarse impregnar por el ánimo, la intuición, los sentimientos en flor de ese joven cuya aventura termina no siendo otra que la de afrontar la madurez.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Mud. |
SINOPSIS
Mud es la aventura de dos chicos, Ellis y su amigo Neckbone, quienes encuentran a un hombre llamado Mud escondido en una isla del Mississippi. Mud describe situaciones fantásticas, cuenta que mató a un hombre en Texas y le persiguen caza recompensas. También dice que planea encontrarse y escapar con el amor de su vida, Juniper, quien le espera en la ciudad. Escépticos pero intrigados, Ellis y Neckbone deciden ayudarle. No pasa mucho antes de que las visiones de Mud se hagan realidad y su pequeño pueblo se vea invadido por una bonita chica y un grupo de caza recompensas.
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CRÍTICAS
[Sergi Grau – Colaborador de CinemaNet]
La aventura de ser joven
Podría empezar citando el parentesco del filme que nos ocupa con un pequeño clásico de los años ochenta, Cuenta conmigo, el filme que en 1986 dirigió Rob Reiner sobre un hermoso cuento de Stephen King llamado El cuerpo. Como en aquél, se introducen elementos sórdidos (allí era una expedición en busca de un cadáver arrollado por un tren; aquí, la clandestinidad de Mud, el personaje de quien Ellis, el joven que protagoniza el relato, se convierte en aliado, y el hecho de que le acecha no sólo la policía, sino un grupo de matones muy peligrosos) que funcionan como acicate para las reacciones sentimentales espinosas y a la postre catárquicas que se relatan de los jóvenes protagonistas.
Parece ser que el de Mud, que supone la tercera película de Jeff Nichols, cineasta indudablemente a seguir, es un proyecto largamente acariciado por su autor (también guionista del mismo), que de hecho emerge de una idea muy lejana y sobre la que escribió un primer tratamiento de guión incluso antes de redactar el libreto de la que terminaría siendo su segunda y previa película a ésta, la extraordinaria Take Shelter.
Como Ellis (Tye Sheridan), el joven protagonista de la película, Nichols creció en una zona rural de Arkansas, por lo que este relato raílado según las convenciones del coming-on-age story (esto es las películas que versan sobre el tránsito hacia la madurez de jóvenes, en este caso un adolescente de catorce años) y que guarda claros ecos a la narrativa de Mark Twain (e incluso algún detalle que parece evocar a Charles Dickens), tiene, si no contenido autobiográfico, el sello de una implicación personal basada en lo emotivo, algo que indudablemente transluce la película de principio a fin.
Ellis es el hijo único de un matrimonio que vive en una casa flotante sobre el río Mississippi, y, como es propio de un joven de su edad, le gusta pasar tiempo fuera de casa con su mejor (no sabemos si único) amigo, Neckbone (Jacob Lofland), con quien es aficionado a dar paseos en una pequeña lancha por el caudaloso río. En el inicio del filme, Ellis y Neckbone se reúnen para efectuar una de esas expediciones; el tío del segundo, Galen (Michael Shannon), pescador submarino en la zona, le ha comentado a su sobrino que en un determinado lugar hay una barca colgada de un árbol (sic), a cuya búsqueda los dos adolescentes acuden. La encuentran, pero también hallan en el apartado lugar un hombre que responde al nombre de Mud (Matthew McConaughey), que se crió por aquella zona y que dice hallarse en aquellas soledades a la espera de alguien; Ellis y Neckbone pronto descubrirán que Mud es un prófugo de la justicia, pero ello no impide que entablen, especialmente Ellis, una relación amistosa con él. Si el filme tiene por título el nombre o nickname del personaje encarnado por McConaughey no es porque nos relate sus espinosos avatares vitales, sino por las cosas que esos avatares nos cuentan de Ellis, implicado en ellos por devoción hacia aquel extraño personaje cuyas únicas posesiones de valor son una camisa blanca que dice ser un amuleto indio y un revólver.
Nichols filmó la completa película en localizaciones diversas de la misma zona que recrea, y juega con agudeza la baza ambiental, cultural y telúrica, impregnando su relato de esa fuerte enseña localista, interesando que la descripción de lo geográfico, ese lugar en el mundo, se refleje en el carácter, actitudes y comportamientos de sus personajes. Por ejemplo, enfatiza un proceso de descomposición familiar –la madre de Ellis quiere divorciarse de su marido, pues está harta de vivir en aquella zona, y quiere trasladarse a la ciudad– de modo tal que el chico lo percibe como una amenaza de extinción de los espacios vitales (geográficos) en los que se halla cómodo, y que están llamados a caducar como inexorablemente lo está su juventud, idea ésta magníficamente gestionada en los diálogos y situaciones de la película y que se amplifica en otro reflejo, el de la lucha contra el tiempo y los elementos que atañe a Mud, su amigo, razón por la que el auxilio y compromiso que el joven le ofrece no deja de ser un auxilio y compromiso que, por así decirlo, se ofrece a sí mismo.
La coda visual del río, y el tránsito que por él efectúan los protagonistas, funciona a las mil maravillas como símbolo de esa búsqueda constante y, al mismo tiempo, sensación de libertad que es propia de un chico joven. Y junto a esa coda, y a través de trabajados diálogos y situaciones, el filme despliega un atento trazo de las ansiedades y deseos que moran en el bullir emocional del joven Ellis.
Mud termina siendo una película luminosa, optimista, profundamente hermosa, que nos cautiva sobremanera por dejarse impregnar por el ánimo, la intuición, los sentimientos en flor de ese joven cuya aventura termina no siendo otra que la de afrontar la madurez.
[Enrique Almaraz – Colaborador de CinemaNet]
Ellis y Neckbone son dos chicos que encuentran a Mud oculto en una isla del Mississippi. El misterioso solitario les cuenta que, defendiendo a su amada, mató a un hombre en Texas y ahora le persigue un grupo de cazarrecompensas, familiares del difunto. En sus planes entra encontrarse con la citada chica, Juniper, que le espera en la ciudad. Escépticos e intrigados, Ellis y Neckbone deciden ayudarlo, con todos los elementos en contra. No tardan en comprobar la veracidad de los relatos de Mud cuando aparecen en la localidad la chica y los cazarrecompensas.
El director Jeff Nichols se pone tras la cámara por tercera vez, después de dos títulos interesantes con los que obtuvo un notable éxito: “Shotgun Stories” y “Take Shelter”, la última de las cuales le hizo ganar el Premio del Jurado en Cannes. Nichols considera que con la presente, “Mud”, ha llegado a la culminación de todo lo que llevaba trabajando como guionista y director. No es para menos, porque esta valiosa pieza podría ubicarse en varios géneros: contiene drama, suspense, variantes del cine negro trasladado a la naturaleza salvaje y abrupta y, por supuesto, aventuras, el ambiente que todo lo encierra. Podría considerarse, ¿por qué no?, como el paso previo de una hipotética ‘road movie’, donde las carreteras se sustituyen por las aguas del Mississippi mientras permanecen elementos comunes como la necesidad de la huida hacia un horizonte desconocido, seguramente peligroso pero en cualquier caso más esperanzador que las desgracias y el dolor vividos. Lo contrario al refrán “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, en resumen.
El argumento en sí no tiene mayor trasfondo ni innovaciones y no pretende engañar al público aparentándolo. Sin embargo, el modo de contar es mucho más rico de lo que predica y de ahí toda la enumeración precedente. “Mud” es una película directa, expuesta de manera nada ampulosa, pero aun así, goza de una especial sensibilidad narrativa, sin ñoñerías ni eufemismos, envuelta en la naturaleza ruda del entorno y, sobre todo, de la gente. Nos enseña que, por suerte para Mud, aún existe la generosidad, aunque tenga que haber surgido de la curiosidad de un par de muchachos de situación y problemas muy distintos a los suyos. La presencia de los chicos, Ellis (Tye Sheridan) y Neckbone (el debutante Jacob Lofland) personifica el aprendizaje, construcción y afianzamiento de la identidad, pero es extrapolable al resto. Matthew McConaughey asombró en Cannes con una actuación memorable y alejada de sus habituales comedias románticas, en un reparto que también incluye a Reese Witherspoon, Sam Shepard o Joe Don Baker.
“Mud” es entretenida, diferente y dura, que nace desde la modestia y la discreción para llegar más allá. Aquí es donde reside su grandeza.
[Lourdes Domingo – TAConline]
Ellis y Neckbone son dos niños que, a las puertas de la adolescencia, viven en un pequeño pueblo a las orillas del Mississippi. Ambos están proyectando convertir una barca que ha quedado atrapada en un árbol en su refugio. Situada en una isla cercana al estuario, viajar en lancha hasta allí se ha convertido en su principal distracción. Un día, se encuentran a un hombre que dice llamarse Mud. Les explica su pasado y les involucra en una aventurera fuga y, a la vez, reencuentro con el amor de su vida, Juniper.
Jeff Nichols vuelve echa el ancla en su tierra y ofrece su tercera película, igual o más interesante que las dos anteriores. Tras Shotgun stories y la curiosa y brillante pesadilla ofrecida en Take shelter, Nichols encontró la inspiración mientras leía en una biblioteca pública de Arkansas. La foto de un submarinista desencadenó un relato que, como él mismo confiesa, tiene un fuerte lazo con el clásico mundo de Mark Twain reflejado en Las aventuras de Huckleberry Finn.
Amante de Cormac McCarthy, Flannery O’Connor o Harry Crews, entre otros, el director y guionista les achaca su deseo de convertirse en un buen contador de historias. Realmente esta intención, muy bien resuelta, late con naturalidad en Mud. Como en muchas de sus obras, al igual que en Twain, el espacio, y en especial el río, se convierte en el epicentro de gran parte del drama, literal o simbólicamente. Jeff Nichols hace del Mississippi y su entorno poblado un paraíso en decadencia. Antaño fructífera fuente de vida y sustento para sus gentes, ahora apenas ofrece un par de oficios en extinción. Este tono crepuscular impregna la vida de los personajes, el guión en su conjunto y, en especial, la fotografía, desplegada con un tacto sutil pero visible.
Mud es el western crepuscular del drama sureño. Ellis vive en un momento de cambio y transición tanto personal (su entrada en la adolescencia) como social (la crisis económica, fruto de una crisis en la gestión de sus recursos y la crisis de valores que empiza a percibir en el mundo adulto).
Con esa tenue omnipresencia de la frontera en varios sentidos, el guión dibuja un nostálgico sueño, en el que su protagonista, un intenso y emotivo Tye Sheridan (El árbol de la vida), fragua sus primeros ideales sobre el amor eterno, al poco que se enfrenta también a las primeras frustraciones al respecto: sus padres, el propio Mud y Juniper, e incluso él mismo con una chica del pueblo.
Entre proyecciones y deseos platónicos y verdaderos, Jeff Nichols construye una bella historia cargada de argumentos universales, como esa búsqueda del ideal platónico, la idea del hombre casi convertido en leyenda, la venganza por amor o el doloroso paso de la ingenuidad a la edad adulta.
A esa a veces dura, pero sensible historia, se le suma un reparto cargado de estrellas y secundarios del cine americano, que alienta el tono melancólico del film.
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