Tras una estruendosa presentación de balas y fuego, y un presidente al que todos querrían (pacífico, hombre de acción, cómico…) encontramos argumentos para reflexionar: nos propone comprender al enemigo, que no siempre está fuera de nuestras fronteras, y emplear la pluma en vez de la espada para alcanzar la paz. Si no se le exige demasiado, el conjunto funciona como veraniego blockbuster palomitero.
ESTRENO
Título original: White House Down
País: Estados Unidos
Año: 2013
Dirección: Roland Emmerich
Intérpretes: Channing Tatum, Jamie Foxx, Maggie Gyllenhaal, Jason Clarke, Richard Jenkins y James Woods
Guión: James Vanderbilt
Música: Thomas Wander y Harald Kloser
Fotografía: Anna J. Foerster, ASC
Distribuidora en cine: Sony Pictures Spain
Duración: 131 min.
Género: Acción
Estreno en Estados Unidos: 06 de Septiembre de 2013
Estreno en España: 13 de Septiembre de 2013.
SINOPSIS
Al Policía del Capitolio John Cale le acaban de rechazar en lo que sería su trabajo ideal, dentro del Servicio Secreto y protegiendo al Presidente James Sawyer. Como no quiere decepcionar a su hija, lleva a la pequeña a realizar un tour dentro de la Casa Blanca. En ese momento un grupo de paramilitares fuertemente armados asalta el edificio. Ahora con el tiempo agotándose y el Gobierno de la nación inmerso en el caos, Cale está dispuesto a salvar al Presidente, su hija y al país.
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CRÍTICAS
[Marta Gª Outón – Colaboradora de CinemaNet]
Estados Unidos representa el país de la libertad y desde el 11 de Septiembre del 2001, el objetivo del terrorismo internacional. El terror a su caída como potencia mundial nos lo recuerda constantemente Hollywood y algunos de sus favoritos, como Roland Emmerich. No obstante, por si a los enemigos de EEUU no se les había ocurrido, este director de cine les presenta una posible opción para atacar el orgullo norteamericano: la Casa Blanca, y lo hace en su nueva película, White House Down, estrenada pocos meses después que otro sabio cineasta, Antoine Fuqua, el cual expone la misma propuesta en Olympus has fallen. Hollywood, sin duda alguna, es una cocina de ideas.
Roland Emmerich no sólo parece obsesionado con la destrucción de los grandes iconos universales (ya ha atacado varias veces a Estados Unidos, como veíamos en Independence Day o Godzilla, y también ha destruido la Tierra en 2012 y El Día de mañana…), sino que también muestra una interesante atención hacia la figura del héroe, esos héroes cuyos objetivos principales son recuperar la conexión con el otro en medio o antes de la catástrofe (como reconocimos en el protagonista de 10.000BC o en el excepcional Mel Gibson en su película El patriota). En White House Down, un exmilitar y agente del Servicio Secreto, el actor Channing Tatum, busca recuperar el afecto de su hija, una joven patriótica, y para ello se entrega a la defensa de aquello que ella más valora: el presidente de los Estados Unidos y la Casa Blanca. Desde el principio conocemos lo que va a suceder, no hay misterios en la trama, sino en los mismos personajes; después de todo, los grandes dramas mundiales acontecen por desconocidos dramas personales…
Para realizar esta superproducción, el director y su equipo tuvieron que hacer una reconstrucción idéntica de la Casa Blanca, una labor tan minuciosa y costosa que bien merece el protagonismo en la película. Roland Emmerich goza presentándonos por entero el edificio, por fuera y por dentro, pero disfruta aún más destrozándolo de todas las maneras posibles, y de manera lenta y dolorosa (durante una duración de más de dos horas). Y por si nos sabe a poco las explosiones y los disparos, nos graba las escenas de acción con una lente de 15 milímetros, que acoge en un solo plano la extensión de toda una habitación.
Sin embargo, tras esa estruendosa presentación de balas y fuego, de Channing Tatum como “héroe de EEUU” y un presidente al que todos querrían (pacífico, hombre de acción, cómico…) en la piel de Jamie Foxx, quien no hace más que recordarnos a Django y a Barack Obama, encontramos argumentos para reflexionar: ¿el peligro está fuera o en un mismo? ¿Cómo solucionar los grandes conflictos del mundo? ¿Cómo reaccionar ante catástrofes similares?… Roland Emmerich, con discursos políticos y gestas de héroe, nos propone comprender al enemigo, que no siempre está fuera de nuestras fronteras, y emplear la pluma en vez de la espada para alcanzar la paz.
[Jerónimo José Martín – COPE]
El discutido cineasta alemán Roland Emmerich se ha ganado un hueco en Hollywood gracias a aparatosas superproducciones catastrofistas, con inagotables dosis de acción y efectos visuales. Ahí están Stargate: puerta a las estrellas, Independence Day, Godzilla, El día de mañana, 10,000 BC ó 2012. Sólo se ha salido de esa fórmula en la vibrante epopeya histórica El patriota (2000) —ambientada en la Guerra de Independencia de Estados Unidos— y en Anonymous (2011), estimable biopic apócrifo del dramaturgo William Shakespeare. Ahora retorna a su apocalíptico terreno habitual en Asalto al poder, adrenalítico tebeo patriotero con un planteamiento demasiado similar al de Objetivo: la Casa Blanca, de Antoine Fuqua, estrenada en España hace apenas cuatro meses.
El protagonista es John Cale (Channing Tatum), un honesto policía del Capitolio, veterano de Afganistán, separado de su esposa y padre de la espabilada preadolescente Emily (Joey King), a la que intenta ganarse por todos los medios. La ilusión de John es entrar en el servicio secreto de la Casa Blanca, como escolta del Presidente James Sawyer (Jamie Foxx), un idílico afroamericano que se ha ganado al país y al mundo con su simpatía y su política social y pacifista, culminada ahora por un ambicioso acuerdo internacional sobre Oriente Medio, que incluso podría firmar Irán. Pero el agente no supera la entrevista con la Directora de Seguridad, su antigua novia la agente especial Carol Finnerty (Maggie Gyllenhaal). Para no decepcionar a su ilusionada hija, el sufrido policía no le comunica el resultado, y realiza con ella un tour por el emblemático edificio presidencial. Justo en ese momento, un grupo de violentos paramilitares, equipados con sofisticadas armas de última generación, dinamitan el Capitolio, asaltan por tierra y aire la Casa Blanca, detienen al presidente y toman como rehenes al resto de ocupantes del edificio, incluida Emily. Pero John logra escabullirse, convirtiéndose en el único contacto con el desmantelado gobierno provisional, que anda sumido en el caos.
Como en todas sus películas, Emmerich imprime a la historia un ritmo trepidante, la llena de impactantes secuencias de combates y destrucción —más o menos bien resueltas dentro de su asumida inverosimilitud—, e intenta oxigenar esos fuegos de artificios con ciertos golpes de humor —no muy sutiles—, algún apunte de crítica socio-política —aquí, en torno a la búsqueda de la paz frente a la lógica belicista de la poderosa industria del armamento— y alguna subtrama dramática, centrada esta vez en el instinto paternal del protagonista. Si no se le exige demasiado, el conjunto funciona como veraniego blockbuster palomitero. Pero, en realidad, el guión de James Vanderbilt (Zodiac, The Amazing Spider-Man) es tosco e imitativo, pone demasiado a prueba la credulidad del espectador y, sobre todo, descuida progresivamente los perfiles dramáticos de todos los personajes, especialmente de John Cale —que se convierte en una mala copia de Bruce Willis en La jungla de cristal— y del Presidente James Sawyer, clavadito a Obama desde el minuto uno. Channing Tatum y Jamie Foxx se esfuerzan por dotarlos de vida propia, pero sólo lo logran en contadas ocasiones —”¡No me toques mis Jordan!”—, al igual que les sucede al resto de los excelentes actores que completan el reparto.
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