Este melodrama criminal de tono trágico, sobrio realismo e hipnótico estilo fragmentado es más poderoso por fuera que por dentro, pues la melodramática trama principal no incluye demasiadas novedades y el guión tiene ciertas flaquezas en cuanto a definición, pero ello no quita que pueda considerarse notable, con buenas interpretaciones, bella fotografía y certeras reflexiones sobre el sentido de responsabilidad, el arrepentimiento y el poder redentor del amor.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Ain’t them bodies saints. |
SINOPSIS
Bob y Ruth son una joven pareja de fugitivos en los años 70. Enamorados y despreocupadamente felices, sobreviven gracias a los delitos que cometen, ajenos a los peligros de vivir al margen de la ley. Un día, Ruth dispara por accidente a uno de los policías que les están persiguiendo. Bob asume la culpa y es arrestado. Cuatro años después, incapaz de soportar por más tiempo la separación de su mujer y de su hija, a la que no ha llegado a conocer, Bob escapa de la prisión con un único objetivo: recuperarlas.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Texas, hacia 1970. Bob (Casey Affleck) y Ruth (Rooney Mara) son una joven pareja de enamorados ladrones, ajenos a los peligros de vivir al margen de la ley. Durante un tiroteo con la policía, fallece Freddy (Kentucker Audley), el hermano de Bob, y la embarazada Ruth hiere al agente Patrick Wheeler (Ben Foster). Bob asume toda la culpa, y es arrestado y condenado a una larga pena de prisión. Cuatro años después, incapaz de soportar la separación de su mujer y su hija —a la que no ha llegado a conocer—, Bob escapa de la cárcel con el único objetivo de recuperarlas. Mientras tanto, el padre de Bob, Skerritt (Keith Carradine), y el enamorado agente Wheeler cuidan de Ruth y su hija, sobre todo cuando asoman por la localidad un panda de matones, con los que el fugitivo tiene cuentas pendientes.
Premio a la mejor fotografía (Bradford Young) en el Festival de Sundance 2013, este tercer largometraje del montador y cortometrajista estadounidense David Lowery (“Deadroom”, “St. Nick”) imita el melancólico tono trágico y el hipnótico estilo fragmentado —lleno de elipsis, flashbacks y planos larguísimos— de “Malas tierras” (1973) y “Días del cielo” (1978), ambas de su compatriota Terrence Malick. Esto se traduce en un vigoroso lirismo visual —expuesto casi siempre con luz natural—, que refuerza las dos tramas románticas en torno a Ruth, y compensa los contundentes estallidos de violencia, resueltos con un sobrio y veraz realismo. También cabe elogiar las lacónicas interpretaciones de todo el reparto, especialmente de Ben Foster, cuya sutilísima caracterización —esas sustanciales miradas, que suplen sus escuetos diálogos— convierte al sheriff Wheeler en un personaje memorable. También brilla con luz propia el veterano Keith Carradine —siempre intenso e inquietante—, que además aporta la espléndida canción country “The Lights” a la minimalista banda sonora de Daniel Hart, cuyos originalísimos contrapuntos de palmas anticipan y acompañan las secuencias más dramáticas.
Ciertamente, “En un lugar sin ley” es más poderosa por fuera que por dentro, pues la melodramática trama principal no incluye demasiadas novedades. Además, el guión del propio Lowery sólo esboza las motivaciones de algunos personajes secundarios —el amigo de Bob, su propio padre, los matones que le persiguen…—, de modo que sus subtramas resultan un tanto escuetas y frías. En cualquier caso, queda un notable y bello melodrama criminal, con certeras reflexiones sobre el sentido de responsabilidad, el arrepentimiento y el poder redentor del amor.
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