Con la cómoda fórmula de copiar los formatos y tramas de otras películas exitosas del género, el resultado es un cóctel de luchas de gladiadores, melodrama interclasista, denuncia política y tragedia de catástrofe suficientemente entretenido, pero nada original y muy poco memorable, tanto en su factura técnica como en su calidad interpretativa. No obstante, su agradable aroma clásico y sus efectos especiales aseguran la distracción.
ESTRENO Título original: Pompeii. |
SINOPSIS
Milo es un esclavo convertido en gladiador que contempla impotente cómo su verdadero amor, Casia, la hermosa hija de un rico mercader, se ha prometido con un corrupto Senador romano. Pero cuando el Monte Vesubio entra en erupción, Milo deberá luchar en una carrera contra el tiempo para salvar a su amada mientras la magnífica ciudad de Pompeya se derrumba a su alrededor.
¡Debate esta película en nuestros foros!
CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Pompeya, año 79 A.C. Milo (Kit Harington) es un esclavo celta, convertido en letal gladiador, que despierta el interés de Casia (Emily Browning), la hermosa hija de un rico mercader. Pero el padre de ésta la compromete con el corrupto senador romano Corvo (Kiefer Sutherland), responsable hace años del asesinato de toda la familia de Milo. Cuando el Monte Vesubio entra en erupción, Milo deberá luchar en una carrera contra el tiempo para salvar a su amada mientras la magnífica ciudad se derrumba a su alrededor.
El inglés Paul W. S. Anderson (“Mortal Kombat”, “Resident Evil”, “Alien vs Predator”, “Los tres mosqueteros”) y sus cuatro guionistas no se han complicado la vida en esta película. Han copiado descaradamente las mejores tramas de los grandes ‘péplums’ clásicos y modernos —los “filmes de romanos”—, las hilvanan con una cierta progresión dramática y ofrecen un híbrido de “Gladiator” (2000), de Ridley Scott; “Espartaco” (1960), de Stanley Kubrick, y “Los últimos días de Pompeya” (1959), de Mario Bonnard y Sergio Leone, con efectos digitales y estereoscópicos de última generación. El resultado es un cóctel de luchas de gladiadores, melodrama interclasista, denuncia política y tragedia de catástrofe suficientemente entretenido, pero nada original y muy poco memorable, tanto en su factura técnica como en su calidad interpretativa.
Anderson cumple tras la cámara tanto en los ralentizados combates en el circo —de un violento y controlado hiperrealismo— como en la aparatosa destrucción de Pompeya, sepultada por una lluvia de fuego y piedras, un terremoto, el consiguiente maremoto y la traca final de los ríos de lava incandescente. Todo ello, sin ninguna personalidad visual, pero narrado con claridad y dramatismo, y bien aderezado con la vibrante banda sonora del canadiense Clinton Shorter (“District 9”, “Contraband”, “Jappeloup: de padre a hijo”, “2 Guns”). Mucho menos interés tiene la convencional subtrama romántica, mil veces vista y aquí lastrada por unos actores sin demasiado carisma y que nunca conmueven al espectador.
Queda así una película simplona, maniquea y previsible, plagada de estereotipos, lugares comunes y diálogos muy básicos, pero con un agradable aroma clásico y que gustará al público juvenil —que no habrá visto las películas clásicas en que se inspira— y a todos aquellos que solo van al cine a pasar el rato.
¡Debate esta película en nuestros foros!