[Gloria Mª Tomás y Garrido – Colaboradora de CinemaNet]
La importancia de la familia es un tema de hoy y de siempre. En esta época, está maltratada y aún así, hay bellas películas que muestran el esplendor de la célula vital de la sociedad. En ellas, parcialmente, podemos ver reflejadas algunas de las ideas en las que nuestro querido Papa Francisco insiste. Basta recordar uno de sus mensajes:
«Si el amor es una relación, se construye como una casa. No querrán construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza»(día de San Valentín).
- Casomai (Alessandro D’Alatri, 2002): Un hombre y una mujer que se enamoran, pero ¿aceptan ser fieles, amarse, cuidarse y respetarse todos los días de su vida… o sólo cuando puedan? Con visos a veces de comedia y otras de tragedia la película muestra el valor del matrimonio y los peligros que le acechan.
- Las flores de Harrison (Élie Chouraqui, 2000): Un prestigioso reportero gráfico al que dan por desaparecido mientras cubre la incipiente guerra de Yugoslavia. Y una esposa, enamorada y aguerrida, que no está dispuesta a resignarse con esa noticia. Vive las tragedias de la guerra y, por supuesto, encuentra a su marido. Vence el amor.
- Las nieves de Kilimanjaro (Robert Guédiguian, 2011): Inspirada en el poema de Víctor Hugo, nos muestra a un matrimonio obrero que se ayudan ante la injusticia y son capaces de sustituir la denuncia por un canto a la solidaridad y a la comprensión. Ése es su revolucionario mensaje.
- Another year (Mike Leigh, 2010): El director, jugando con las cuatro estaciones del año, nos introduce armónicamente en la vida y el entorno de personajes variados en sus circunstancias y modos de ser, que se aglutinan a través de la amistad y cercanía que ofertan con el feliz y maduro matrimonio formado Tom y Gerri, capaces de acoger a cuantos se acercan a ellos y de escucharles en sus penas y fatigas.
- El nombre (Alexandre de la Patellière, Mathieu Delaporte, 2012): El dicho “en todas partes cuecen habas…” responde a la trama de esta comedia en la que dos matrimonios y un amigo de toda la vida son capaces de fomentar la susceptibilidad personal y ajena. Se dan todo tipo de equívocos; nos puede servir para recordar que pocas cosas son importantes. Al final vence el amor y el humor.
- Una familia de Tokio (Yôji Yamada, 2013): “…Es un viaje a Tokio y también a una humanidad en peligro, contemplada sin prisas y con toda la comprensión de unos ancianos que no exigen nada a la vida y que se contentan con un poco de afecto. Es un auténtico viaje de despedida hecho desde el corazón y desde la sencillez del maestro Ozu, con una estética y una sensibilidad que Yamada hereda para goce del espectador” (Rodríguez Chico).
- El hijo del otro (Lorraine Ley, estreno en España 2014): Retrato humanista y reparador del desmoronamiento social y familiar que puede azotar a unas familias al descubrir que al nacer sus hijos fueron intercambiados, dando a una madre israelita el hijo palestino y a una palestina el hijo israelí. Vence la tolerancia, la apertura, el amor.
Y un largo etc. Admiremos y defendamos a la familia en el cine y, sobre todo, en la vida. La persona es coexistencia, lo que supone el descubrimiento y la donación a otros y la participación en proyectos comunes. Y ese planteamiento relacional tiene como base, y quizás como fin, la familia. En ella se nace, se vive y se muere por lo que se es, no por lo que se tiene. La familia es la primera y la más importante forma de convivencia.