Esta clásica historia de guerra, violencia, trauma, venganza y perdón se deja ver bastante bien, está claramente por encima de la media, ofrece reflexiones valiosas sobre las secuelas físicas y psíquicas de la guerra y subraya acertadamente que “en algún momento hay que dejar de odiar”.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: The Railway Man. |
SINOPSIS
Eric Lomax (Colin Firth) es un oficial del Ejército Británico fascinado desde su infancia por los ferrocarriles. Durante la Segunda Guerra Mundial fue capturado por los japoneses en la campaña de Singapur en 1942 y enviado a un campo de trabajo en la línea férrea entre Birmania y Tailandia. Allí, él y sus compañeros tuvieron que sobrevivir en condiciones extremas a las torturas de sus captores. Décadas después, Lomax vive en el norte de Inglaterra retirado junto a su esposa Patricia (Nicole Kidman) y centrado en su pasión por los trenes, cuando descubre que el soldado japonés responsable de gran parte de su sufrimiento sigue vivo… La historia está basada en sucesos reales.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Eric Lomax (Jeremy Irvine) es un joven oficial del Ejército Británico fascinado desde su infancia por los ferrocarriles. En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, es capturado por los japoneses en la campaña de Singapur, y enviado a un campo de trabajos forzados en la línea férrea entre Birmania y Tailandia, famosa por su mítico puente sobre el río Kwai. Allí, él y sus compañeros tienen que sobrevivir en condiciones extremas a las torturas de sus captores. Décadas después, Lomax (Colin Firth) vive en el norte de Inglaterra retirado junto a su esposa Patricia (Nicole Kidman) y centrado en su pasión por los trenes, cuando descubre que sigue vivo Takeshi Nagase (Hiroyuki Sanada), el soldado japonés responsable de gran parte de su sufrimiento.
Esta película del australiano Jonathan Teplitzky (Mejor que el sexo, El desquite, Burning Man) se basa en trágicos hechos reales, relatados por el propio Eric Lomax en el best seller autobiográfico The Railway Man, publicado en 1995. A pesar de este origen y aunque se trata de una película muy bien ambientada e interpretada, y bastante violenta, padece a menudo una sorprendente falta de autenticidad y vigor dramático, que deja en el espectador un cierto regusto de decepción.
Quizás sea culpa del guion de Frank Cottrell Boyce y Andy Paterson, demasiado complejo en sus idas y venidas en el tiempo, demasiado maniqueo en su retrato de las tropas niponas, y demasiado epidérmico en su definición de los personajes secundarios. También puede ser el cierto academicismo de la puesta en escena de Jonathan Teplitzky, que se empeña en imitar al David Lean de El puente sobre el río Kwai. El caso es que El largo viaje no genera las fuertes emociones que deberían provocar su vigoroso argumento y su sobresaliente reparto.
Detodas formas, esta clásica historia de guerra, violencia, trauma, venganza y perdón se deja ver bastante bien, está claramente por encima de la media, ofrece reflexiones valiosas sobre las secuelas físicas y psíquicas de la guerra y subraya acertadamente que “en algún momento hay que dejar de odiar”.
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