Sangre, drogas y hip hop. Es la apuesta que, aderezada con mucho humor negro y chistes guarros, propone Marvel para la recién estrenada película de su (anti)héroe más popular. Una propuesta entretenida y fiel al Deadpool de los cómics pero con un fondo nihilista y muy, muy violento.
Título Original: Deadpool |
SINOPSIS
Wade Wilson (Ryan Reynolds) es un mercenario que se gana la vida cobrando por intimidar a matones hasta que conoce a Vanessa, una chica tan extravagante como él con la que descubre el amor. Todo se tuerce, sin embargo, cuando le detectan cáncer terminal y Wade se pone en manos de un sádico mad doctor que experimenta con él hasta convertirlo en un mutante inmortal pero con todo el cuerpo deforme. Dado por muerto, el mercenario adopta un vistoso traje rojo y el grandilocuente nombre de Deadpool para vengarse de quien lo dejó en este estado.
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CRÍTICAS
[Guille Altarriba. Colaborador de Cinemanet]
A la hora de plantear una crítica de “Deadpool” para CinemaNet, cabe plantear una doble lectura: fílmica y de valores. Sobre lo primero, la nueva cinta de Marvel es tal vez la película que mejor adapta el espíritu del cómic en que se basa de las que ha producido el estudio en los últimos años. El Deadpool de los tebeos y el de la película son el mismo: un antihéroe inmortal, sádico, rompedor constante de la barrera con el espectador -la llamada cuarta pared– y con un humor entre freak -las referencias irónicas a los blockbusters de superhéroes son constantes- y negrísimo, que tan pronto se pierde en explícitas bromas sexuales como bromea con una enfermedad terminal.
Lo que ocurre es que, precisamente por plasmar tan bien el carácter del personaje, el fondo de la película se encuentra en las antípodas de lo que consideraríamos “cine con valores”. No es solo que el protagonista sea reconocidamente amoral -entre las lindezas que suelta Deadpool está esta frase dirigida a los espectadores mientras mantiene ensartado a un oponente con sus dos katanas: “Ahora os estaréis preguntando: ¿pero esto no era una película de superhéroes? Bueno, puede que sea súper, pero desde luego no soy ningún héroe. Y sí, esto es un homicidio”- , es que la propia película está impregnada de este espíritu.
Es cierto que “Deadpool” pretende ser una parodia de la ficción superheroica típica, pero en cualquier película protagonizada por supertipos en mallas la principal motivación de los héroes suele ser una meta más allá de sí mismos -véase salvar el mundo del villano de turno-. En “Deadpool”, en cambio, el motor que mueve los actos de un protagonista que deja un reguero de cadáveres a su paso es puramente egoísta: arreglar su cara y recuperar a su chica. De hecho, a los superhéroes preocupados por arreglar las cosas -que en la película se personalizan en el metálico X-Men Coloso– se les ridiculiza en esta película como a mojigatos e inocentones boy-scouts.
De esta forma, encontramos de fondo en «Deadpool» un individualismo bastante nihilista -nada que no sean las pulsiones o sentimientos de uno importan, parece decir el protagonista- que encuentra su expresión en pantalla en la banalización de la muerte y la violencia. El director Tim Miller friega el visor de la cámara con más sangre y distanciamiento irónico que el Quentin Tarantino más desaforado, convirtiendo a los oponentes de Deadpool en poco más que sacos de ketchup y objeto de burla. El protagonista, además, no cesa de bromear en todo momento, como un reverso bocazas y desinhibido de Spiderman, dando sentido a la reflexión del pensador Gilles Lipovetsky que reza: “la hipertrofia lúdica compensa y disimula la angustia real cotidiana. En realidad el código humorístico aspira al relajamiento de los signos y a despojarlos de cualquier gravedad”.
Matar es para Deadpool tan cotidiano como ir a comprar el pan o la cocaína, y el hecho de convertirlo todo en una broma tiñe con una pátina de ligereza el sinsentido de fondo. El protagonista es un mutante condenado a no morir, pero en lugar de tragedia encontramos una constante comedia y un look cool -todo en el personaje, desde sus movimientos ninja a sus chascarrillos, pasando por su rol de mercenario, está pensado para molar a la juventud- que puede distraer de esta amoralidad.
En definitiva, “Deadpool” es la película que los fans del personaje estaban esperando, pues condensa en algo menos de dos horas toda la mala leche, sadismo desaforado y humor referencial que acompaña al personaje en los cómics. El problema, que el resultado es una cinta en absoluto recomendable para ver en familia -el +18 está totalmente justificado- y que detrás de la pátina de coolness y ligereza se encuentra un alegato indisimulado al egoísmo y a la banalización de la violencia más sangrienta.
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