La primera película del cómico francés Kheiron no es solo una comedia, paradójicamente. «O los tres o ninguno» es en realidad un homenaje a la vida real de sus padres, un matrimonio unido frente a la adversidad que tuvo que luchar en Irán y huir hacia Francia del régimen autoritario del ayatolá.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Nous trois ou rien |
SINOPSIS
Hibat y Fereshteh son los padres de Kheiron, famoso cómico francés y director de la película. La cinta narra a modo de homenaje la accidentada vida de la pareja y el periplo que tuvieron que pasar desde su lucha contra el último sah en un pequeño pueblo de Irán hasta su huida a París escapando del régimen teocrático del ayatolá que subió más tarde al poder.
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CRÍTICAS
[Guille Altarriba. Colaborador de Cinemanet]
Para lo bueno y para lo malo, “O los tres o ninguno” narra la historia real de los padres del director y guionista. Como parte buena encontramos el hecho de que Hibat y Fereshteh vivieron una vida -valga la redundancia- de película, llena de aventuras y emociones. Como parte negativa, a nivel cinematográfico el director iraní parece no acabar de sentirse cómodo con ninguna forma de rodar y la película adolece de una falta de coherencia interna en lo estilístico.
Por partes. El mensaje de la película es de optimismo auténtico, del de verdad -porque cuesta seguir siendo optimista tras soportar torturas en la cárcel, tener que huir de tu casa o enfrentarte a la incomprensión y la indiferencia-. Hibat y Fereshteh no pierden nunca el ánimo por muy cruda que se ponga su situación, y es admirable la forma en la que su vida da sentido al título del film: todas las dificultades que atraviesan las afrontan juntos, con el amor que comparten como pegamento y cimiento de toda su perseverancia.
Además de esta oda al esfuerzo compartido y al valor de la familia, “O los tres o ninguno” nos sirve como un ventanal a la historia reciente de un país no tan alejado, Irán. La cinta muestra en las propias carnes de los protagonistas los abusos de los regímenes autocráticos que ha tenido que sufrir la región, tanto del sah Mohammad Reza como del ayatolá Jomeini. Kheiron, que ha crecido francés, sabe ofrecer una mirada entre occidental e iraní con la que es posible empatizar fácilmente. El respeto y amor al diferente cobra importancia especialmente en el último tramo de la película, ya ambientado en París.
El problema es que este mensaje tan claro y tan positivo no se traslada igual al lenguaje cinematográfico. Es un mal común, elevado casi a la categoría de tópico en la producción fílmica, que en su ópera prima un director novel tenderá a intentar meter todo lo que tiene en la cabeza en detrimento de la coherencia interna del relato. Es precisamente lo que ocurre aquí: Kheiron no ofrece un relato coherente sino más bien un puzle de cuatro películas en una.
“O los tres o ninguno” no parece encontrar en ningún momento un tono con el que se encuentre cómoda: a ratos copia descaradamente los juegos de montaje y encuadres característicos de las cintas de Wes Anderson, a ratos juega al drama carcelario o al thriller de huida al estilo “Argo” y hacia el tramo final coquetea con el drama social buenista y con el tópico visto en tantos films en el que un colectivo marginal descubre el valor de la educación a través de una persona excepcional. En definitiva, un estilo deslavazado o, más bien, que quiere abarcar tantas cosas que no termina de apretar en ninguna.
Sin embargo, como conclusión, en esta cinta lo positivo supera lo negativo, y el poso que deja la película no es tanto su indefinición formal como el optimismo a prueba de bombas que transmite, junto a su conmovedor retrato de una familia unida ante cualquier dificultad y a las ganas de luchar por algo grande. “O los tres o ninguno” puede que no sea una película perfecta, pero lo que sí es es un homenaje de un hijo a sus padres cargado de amor que puede inspirar y emocionar. Al fin y al cabo, para eso está el cine, ¿no?
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