(Alerta: el artículo contiene spoilers o destripamientos de la trama, leed bajo vuestra responsabilidad)
El estreno de la cinta “Mad Max: Fury Road” cumplió una de mis mayores fantasías infantiles; una película en la que acción está presente durante el 95% de la cinta, directa, sin medias tintas ni diálogos innecesarios. Son disparos, persecuciones y explosiones directas a la yugular, con una dirección excelente de George Miller y con unos efectos prácticos en vías de extinción.
Con tales antecedentes lo último que uno espera hallar en el filme es un mensaje genuinamente humano, universal y trascendente. Uno espera encontrar una analogía así en cintas como “El Indomable Will Hunting” o “La Vida es Bella”, ¿pero en «Mad Max»? ¿Nos hemos vuelto locos?
La mayor baza de la película juega al mismo tiempo en su contra, y es que la acción es tan excelente y cautivadora que uno se olvida de los personajes que intervienen en ella, por qué luchan y cuáles son sus motivaciones. Hasta mi tercera visualización no me di cuenta de ello, pero Mad Max tiene una profunda humanidad encerrada en lo más hondo de sus personajes, y vemos cómo se desarrolla a lo largo de sus aventuras.
Es una lástima que tales virtudes hayan pasado desapercibidas, y que críticos y aficionados hayan tachado el mensaje de la película de feminista, cuando realmente consigue ir mucho más allá. La historia cuenta en realidad un cuento más viejo que el rascar, el rescate de la damisela (en este caso damiselas) del castillo del villano, sólo que en vez de a un gallardo príncipe tenemos a la mortífera Furiosa de Charlize Theron. Creo que la decisión de convertir al caballero en una mujer se hizo a propósito, para evitar justo el efecto contrario al logrado y que se tachase a la película de machista.
Volviendo a nuestros cabales iniciales, «Mad Max» es una cinta que va más allá de géneros, ideologías políticas o equipos de fútbol, por lo que tacharla de feminista es una limitación totalmente indigna del alcance de su mensaje. Día a día enfrentemos elementos que nos separan e incluso nos enfrentan, y en algún lugar entre un montón de hombres irradiados que tratan de matarse entre ellos, Fury Road nos brinda una fuerza con un poder de unión que sólo poseen los mensajes universales. Y es que «Mad Max» es una oda a la redención, a la lucha, una metáfora del Ave Fénix que, abandonando toda esperanza, resurge de entre sus cenizas gracias al amor, a la amistad y a una creencia firme en una causa justa.
Empecemos analizando al protagonista, al mismísimo Max, el caminante del Yermo, el guerrero de la carretera. Constantemente se le empequeñece como a un vulgar héroe de acción, pero en esta cinta pasa de ser un saco de testosterona con la boca grande a un guerrero silencioso que se arrastra un día más, un alma condenada a una a agonía perpetua mientras carga con las muertes de todos a los que amaba. Es un personaje trágico, un hombre que roza el estatus de antihéroe, que hará cualquier cosa que esté en su mano para sobrevivir un día más, pese a que ha abandonado cualquier deseo de vivir.
Sin embargo todo cambia cuando es capturado por las fuerzas de Inmortan Joe y es convertido en una bolsa de sangre para los Media Vida. Tras una serie de confusos acontecimientos, trata de robarle el camión a Furiosa (un acto algo impropio de un héroe, ¿no creéis?), y sólo por pura conveniencia decide quedarse con ella. Ese es el momento en que redescubre lo que significa vivir, luchar por algo que no sea uno mismo.
Se encuentra con alguien como Furiosa, que pese a su truculento pasado no desiste en su empeño de garantizarles la libertad a las esposas en un paraíso improbable. Es consciente otra vez de lo que significa formar parte de algo, de tener una causa, de tender hacia un motor inmóvil que lo saca de su tortura y lo invita a ser mejor persona.
“Mi mundo es fuego y sangre” le dice Max al espectador al inicio de la película, y sus palabras no podrían ser más ciertas. Perseguido por las pesadillas de su pasado en los más terribles círculos de este infierno post-apocalíptico, Max decide convertirse en un demonio más, en un Inmortan Joe que sólo se preocupa por el reino de sus intereses. Cree que eso es todo lo que le puede deparar ya la vida, y la enfrenta sin miedo pero sin esperanza. Y es así, a través de verse involucrado en una aventura indeseada, como hasta el demonio más egoísta y retorcido puede llegar a convertirse en un ángel, y es exactamente lo que acaba siendo para las jóvenes cautivas.
“Antes solía luchar por la Justicia. Con el declive del mundo vino también el de la justicia, y al final es difícil saber quién está más loco, yo o los demás” prosigue en su monólogo inicial. Sus demonios internos están lejos de estar muertos, aún lo persiguen cuando trata de conciliar el sueño, pero lejos de adolecer su pérdida aprende de ella, permite que ésta le haga más fuerte.
“La esperanza es un error. Si uno no arregla lo que está roto, se vuelve loco” le dice a Furiosa cuándo esta le ofrece una huida juntos. Sin embargo, después de lo vivido junto a ellos, de conocer a una persona que cree en algo justo con tanta firmeza, se contradice a sí mismo y va a buscarlos para devolverlos a la Ciudadela, para luchar una vez más por aquellos que a diferencia de él todavía persiguen algo, recuperando en la batalla la humanidad que sus demonios le arrebataron.
Hayamos otro caso de flagrante redención en Nux, un loco del motor que desea morir por todo lo alto. Si Max es un ejemplo para un público más adulto, Nux representa la perfecta analogía de la redención en la juventud. Como Media Vida es un muchacho que está condenado a morir joven, y de no ser por la sangre de Max es muy posible que hubiese muerto antes de empezar la persecución. Su único deseo es aprovechar cada combate al servicio de Inmortan Joe, al que obedece y venera como a un dios. Pese a esta servidumbre su muerte no persigue un fin altruista, sino que piensa sólo en su gloria individual, en como una muerte gloriosa le garantizará un hueco en el Valhalla.
La pasión de Nux por una gran muerte sólo tiene sentido en un ámbito social. “¡Sed testigos!” gritan los Media Vida antes de lanzarse a la muerte, como si de no haber nadie presente su sacrificio no hubiese servido para nada. Pese a ser esclavos de su señor sólo se sirven a sí mismos, y aun así necesitan a los demás para escapar de la mediocridad de su miserable existencia. Esta situación es fácilmente extrapolable a cualquier joven que cae en una obsesión insana y egoísta, en las drogas o en una frívola sexualidad, en que él es el único fin y todos los demás son puros medios para lograr lo que se propone.
Sin embargo las cosas no salen como tenía planeado, y tras rozar la gloria en nada menos que tres ocasiones, un Nux avergonzado y derrotado se acurruca en la parte trasera del camión y pretende no existir. Ahí yace hasta que una de las esposas lo encuentra y le dedica unas dulces palabras de consuelo.
¿Le había hablado alguien con dulzura antes que ella? ¿Había conocido acaso otra vida que no fuese la guerra y la servidumbre al ego? Decide entonces ayudar a los fugitivos, y mientras Max redescubre lo que significa pertenecer a una causa, para Nux es algo totalmente alienígena y fascinante, por lo que pasa la mayor parte del viaje admirando en silencio la situación.
Pero claro, es un Media Vida, no durará mucho. Es un caso en que casi resultan justificables consignas tales como el Carpe Diem o el Tempus Fugit. ¿Son sus objetivos distintos a los de Max sencillamente porqué va a morir antes? En absoluto, pero lejos de permitir que este imperativo lo siga aplastando, decide, a través de esta aventura de redención, tomarlo y convertirlo en algo mucho más grande. Y es que al final de la película Nux muere en combate, pero no para elevarse entre los otros guerreros, sino para salvar sus amigos. Se convierte en un mártir que afronta lo inevitable y hace algo mucho más grande a través de un noble sacrificio.
Estos elementos son las que distinguen una buena escena de acción de una mala, una carga de los rohirrim en El Retorno del Rey de un par de robots machacándose en Transformers. Mad Max es de esas películas en las que puedes saltarte todo el diálogo y disfrutar igualmente de dos horas de acción trepidante y exagerada, pero estarías renunciando a una historia hermosa y sobretodo muy muy humana.
Al fin y al cabo esa es la función de la Ciencia Ficción, ¿no es así? Atraernos con naves espaciales y rayos láser para que acabemos enfrentando los más profundas inquietudes de nuestras almas. Sea lo que sea, Mad Max es una gran película con muchas cosas buenas, y no es difícil ni recriminable que, cegados por ellas, pasemos por alto las más importantes.
Me gustó tu punto de vista!!
Pues sí, opino lo mismo, escribes bien, y además en este artículo te has lucido, sacando la parte humana de este sensacional film. Te animo a seguir con ello, aunque no se donde andarás a estas alturas, espero que viendo una buena peli…
totalmente de acuerdo contigo, lo acabo de ver hoy nuevamente y te deja impactado todo lo que pasa minuto a minuto, y es que es pura acción y adrenalina, un abrazo a la distancia!