Ratatouille
Dirección: Brad Bird. País: USA. Año: 2007. Duración: 110 min. Género: Animación, comedia. Doblaje original/español: Patton Oswalt/Guillermo Romero (Remy), Ian Holm/Carlos Isbert (Skinner), Lou Romano/Fernando Cabrera (Linguini), Brian Dennehy/Juan Amador Pulido (Django), Peter O’Toole/Luis Mas (Ego), Brad Garrett/Héctor Cantolla (Gusteau), Janeane Garofalo/Inés Blázquez (Colette), Will Arnett/Jesús Carrasco (Horst), Julius Callahan/Álvaro Navarro (Lalo), James Remar/Abraham Aguilar (Larousse). Guión: Brad Bird; basado en un argumento de Jan Pinkava, Jim Capobianco y Brad Bird. Producción: Brad Lewis. Producción ejecutiva: John Lasseter y Andrew Stanton. Música: Michael Giacchino. Montaje: Darren Holmes. Estreno en USA: 29 Junio 2007. Estreno en España: 3 Agosto 2007. |
SINOPSIS
Remy sueña con convertirse en un gran chef francés a pesar de la oposición de su familia y del problema evidente que supone ser una rata en una profesión que detesta a los roedores. El destino lleva a Remy a las alcantarillas de París, pero su situación no podría ser mejor, ya que se encuentra justo debajo de un restaurante que se ha hecho famoso gracias a Auguste Gusteau, una estrella de la cuisine. A pesar del peligro que representa ser un visitante poco común (y, desde luego, nada deseado) en los fogones de un exquisito restaurante francés, la pasión de Remy por la cocina pone patas arriba el mundo culinario parisino.
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CRÍTICAS
El arte de cocinar
El director y guionista Brad Bird (Los increíbles) es sin duda uno de los más grandes valores de la compañía Pixar, esa empresa que ha revolucionado el arte de la animación digital y que año tras año nos hace el gran regalo de estrenar maravillosas y divertidas películas que asientan su calidad en guiones trabajados, entrañables, imaginativos y llenos de un buen puñado valores humanos. Ratatouille reúne todos los componentes que han marcado el exitoso camino de la empresa liderada por John Lasseter y que les ha convertido en los números uno. Sólo a ellos se les puede ocurrir convertir al animal más despreciable y asqueroso, una rata de alcantarilla, en el colmo de la distinción, la delicadeza y el gusto, características de la más alta cocina francesa.
Remy es una rata que posee un extraordinario olfato, de tal modo que no aguanta seguir comiendo basura, como hacen su padre y su hermano Emile, preocupados sólo por sobrevivir y llenar la panza. Remy en cambio viaja con los sabores y le gusta mezclarlos y crear sensaciones nuevas en su paladar y en su cabeza. Esa inquietud está unida a un gran afán de conocimiento, porque Remy sabe leer y disfruta escuchando por televisión los consejos culinarios del gran Gusteau, uno de los chefs más afamados de París. Pero un día, tras enterarse de que su maestro ha fallecido y de que su célebre establecimiento ha perdido una de sus estrellas, él y sus compañeros se ven obligados a huir del lugar donde viven. Y el azar alcantarillil le hará llegar hasta la mismísima cocina del famoso restaurante, donde conocerá y vivirá mil y una aventuras con un jovencito llamado Linguinus, que no sabe ni freír un huevo.
Brad Bird logra una película fascinante, de corte más infantil que Los increíbles, aunque quizá no al nivel de Cars. Como siempre, el acabado visual es alucinante: los gestos faciales, los movimientos, los fondos, etc.; y el equipo de Pixar se supera a sí mismo en dos escenas primorosas, llenas de acción, como son la de la huida por el río y la alcantarilla, y la de la persecución por las orillas del Sena.
En boca de las enseñanzas del gran Gusteau, el film transmite y remacha la idea de que "cualquiera puede cocinar". Cámbiese cocinar por cualquier otra creación artística y encontraremos el sentido de esta extraordinaria fábula sobre la fructificación de los propios talentos, la falta de prejuicios a la hora de considerar las habilidades ajenas y la compatibilización entre trabajo y familia. Son temas serios, pero lógicamente la película es muy divertida y ocurrente, con un primoroso guión que no decae en ningún momento y unos personajes bien trabajados. Hay momentos para la risa, la melancolía, el amor, la parodia y por supuesto también están los villanos. Y como no podía ser menos la película ofrece también algunos gags memorables, como la tarea de Remy cuando su padre descubre su gran olfato, la presentación del terrorífico crítico culinario o el inolvidable instante en que éste prueba el "ratatouille", el plato típico de la Provenza francesa, elaborado a base de verduras fritas con aceite de oliva.
"Se crea por necesidad. Porque es una manera de entender la vida, de vivir y de expresarse. Como cocinero no entiendo mi trabajo sin investigar, sin indagar en ese espíritu inquieto que define al ser humano.» Esto lo escribe Quique Dacosta, factotum de El Poblet, uno de los restaurantes más afamados de nuestro país y, por extensión, del mundo mundial. Pero, si le preguntaran, seguro que sus palabras serían suscritas por el mismísimo Gousteau, el célebre chef parisino con nombre de comandante submarino y anhelos gastronómico-revolucionarios.
Y, por supuesto, serían suscritas por Remy, la rata protagonista de esa obra maestra titulada «Ratatouille«. Y escribimos bien «rata» porque la protagonista de la última Pixarada no en un ratoncito bonito, un simpático Micky Mouse o un tierno hámster. No. La protagonista de esta película es una rata peluda, fea y repulsiva. Lo que demuestra que en Pixar no se andan con tonterías ni con medias tintas, que hay que tener las ideas muy claras y una confianza en sí mismos a prueba de bombas para tomar la arriesgadísima decisión de convertir a una rata de alcantarilla en la protagonista de una película.
Dicho lo cual, rindámonos de una vez a la maravillosa historia de «Ratatouille» y postrémonos de hinojos ante una película que es prodigiosa desde su arranque, al viejo estilo de los cartoons más salvajes ?esa adorable viejecita asesina- a la secuencia de la huída de las ratas por los canales subterráneos, pura adrenalina desatada. Y, después, la ternura. Y el mensaje sobre la alteridad radical, sobre la reivindicación del otro, del que es distinto. Y sobre el valor, el reconocimiento, el amor por la labor bien hecha, el cariño por lo artesanal, la recuperación de la niñez, la solidaridad, la familia, el trabajo en equipo…
Es increíble todo lo que cuenta «Ratatouille«. Y, sobre todo, es increíble cómo lo cuenta. Es un prodigio narrativo. Y la capacidad para transmitir emociones. Y ese París, más real que el de verdad. Y esa cocina, esos guisos que prácticamente se pueden oler. Y esos secundarios. Y esos guiños. Y la perfecta combinación de humor, amor, amistad, pasión, ira, etc.
Y esas ratas. No olvidemos a esas ratas que corren, trepan, saltan y escalan. Unas ratas que, unas veces dan asco, otras veces provocan la risa. Y la ternura. Y, sobre todo, el respeto. El respeto por todos aquellos seres que siendo diferentes, están ahí. A nuestro lado. En el piso de al lado. En el bar en que desayunamos. En las calles por las que paseamos.
«Ratatouille» es un hermoso canto a la tolerancia, a la comprensión y a la convivencia pacífica y creativa, con un final tan soberbio que pocas veces me ha dado tanta pena que se termine una película y se enciendan las luces del cine.
La pregunta es, sencillamente, ¿cuando sale en DVD la edición para coleccionistas?
Cualquiera puede cocinar
"Cualquiera puede cocinar", sostiene el gran Gusteau, quien, incluso ya fallecido, inspiró con su arte y consejo a Remy, una sencilla rata de campo, hasta convertirla en chef del más reputado restaurante de París. En un primer sentido, esta frase viene a decir que con buena voluntad, tesón, entrega constancia y un buen maestro cualquiera puede llegar a cocinar dignamente. Sin embargo, la frase tiene un sentido más profundo, que nos revelará el exigente crítico Antón Ego hacia el final de la película: "No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista sí puede provenir de cualquier lado".
La llamada de Gusteau, por tanto, va dirigida a todos los hombres de buena voluntad que pretendan aprender a cocinar. Pero, sobre todo, va dirigida a quien siente una vocación secreta en lo más hondo de su corazón y no se atreve siquiera a pensar que su sueño pueda convertirse en realidad, que él sea realmente capaz de llegar a ser alguien, de aportar algo, de dejar huella, de ser protagonista de su propia vida. "Cualquiera puede cocinar, pero sólo los audaces pueden llegar a chaef", completa Gusteau en otro momento de la película. Recuerda, en un sentido no tan diverso, a la evangélica frase: "Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos". Y si todos deben responder a la llamada, los que menos deben esconderse, por incapaces y humildes que se sientan, son los elegidos.
Además de persecuciones, golpes, humor y todo lo que necesita para convertirse en la favorita de los niños, la genial película de Disney-Pixar (producida por Brad Bird, a quien debemos también Los increíbles), nos regala muchas otras reflexiones para todas las edades, especialmente para los jóvenes y adultos que aún quieren sentirse vivos. Por ejemplo: cuando uno recibe un don, por absurdo que parezca -en el caso de esta rata, es su olfato-, debe aprovecharlo. Primero, en orden a la supervivencia, gracias a su olfato Remy salva la vida a su padre y se convierte en el "olfateador oficial" capaz de detectar cualquier alimento envenenado. Y segundo, en orden a algo mucho más valioso y creativo que sólo comer sin morir: el arte de cocinar. Ahí, de la mano de ese don y de proyectarlo más allá de la supervivencia, surge la "humanidad" de la rata Remy, a modo de reproche a tantos y tantos humanos que desperdician sus talentos -y no hay mayor talento que el tiempo que nos es dado vivir- en cosas meramente útiles, pragmáticas, superficiales.
El modo en el que la rata responde a su don, su espíritu de superación, de buscar su propio camino, de vivir creativamente, de aportar lo que sólo él puede aportar, de entender la vida como una aventura de la uno es protagonista, etc. nos alecciona a todos sobre cómo es la vida propiamente humana. El modo en que su "familia" -el clan de las ratas- de no preocuparse sino de sobrevivir, de no meterse en líos, de no pensar, de vivir gregariamente, nos sonroja a todos los que demasiadas veces vivimos "acomodados" en nuestra animalidad.
Qué diremos en tiempos de oscars y goyas, sino que hay mucho, mucho cine. Pero no todo el cine es bueno. Y la medida del buen cine no la da sólo la calidad técnica, el guión ingenioso o la banda sonora (magistrales las tres en esta película), sino otras apreciaciones que lamentablemente nadie premia: la capacidad de hablar al corazón del hombre, de revelar al hombre al propio hombre. Un cine así, especialmente cuando nos recuerda no sólo lo peor, sino lo mejor de nosotros mismos, es un cine donde la vida se ensancha.