En la crítica que escribí, tras el estreno de LAS DOS TORRES (en diciembre de 2002, ahora hace precisamente una década!), y que recientemente se ha "rescatado" en el portal de cinemanet, manifestaba que en ella "J
ackson ya ha hecho lo que a priori se antojaba como más complicado, y es demostrarnos que tenía talento para adentrarnos y conseguir emocionarnos con la traslación al cine de una obra tan compleja y de difícil adaptación como es The Lord of the Rings."
Ante su adaptación de El Hobbit -recordemos, novela que Tolkien escribió años antes-, de la que ahora podemos contemplar la primera de las tres partes en las que se dividirá la adaptación cinematográfica, estaba ya a priori asegurado "el retorno visual", por parte del espectador a ese territorio cinematográfico que, partiendo de hermosas localizaciones neozelandesas, y sintetizando una formidable labor artesanal -la escenografía y decorados, el trabajo de Weta Workshop en la construcción de vestuarios, armas, etc, todo ello inspirado directamente en los textos y en la visión que de los mismos ofrecen dos de sus más prestigiosos ilustradores: Alan Lee y John Howe- con una no menos meritoria vis digital -los efectos especiales por ordenador de la Weta Digital-, convierte en tangible ese magnífico territorio físico imaginado por Tolkien.
Pero en EL HOBBIT, la película, se da otra buena noticia que, si me apuran, la hace, en lo narrativo, más atractiva que su (no por ello menos magnífico) predecesora: en El Hobbit literario, a diferencia de su continuación, las ambiciones de Tolkien eran mucho menores, y las aventuras en ella relatadas –básicamente, los periplos de unos enanos y un hobbit, a veces acompañados por un mago, a la búsqueda de un tesoro que un maligno dragón guarda en su madriguera-fortaleza– estaban pensadas para un público más juvenil, siendo la técnica narrativa mucho más sencilla y el tono propuesto mucho menos grave, de hecho escorado a menudo hacia lo cómico. Esa diferencia supone, ya de entrada, que la labor de Jackson como guionista (y Fran Walsh y Phillipa Boyens, co-guionistas –junto al también acreditado Guillermo del Toro, quien en primera instancia debía dirigir la película–) tiene una razón de ser y operar inversa a la que les concernió en su adaptación de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: allí, y a pesar de la larguísima duración de la película en tres partes, los guionistas se vieron constantemente obligados a constreñir los parámetros de su adaptación, así como a tomarse muchas licencias que buscaban básicamente la simplificación de términos argumentales y dramáticos; aquí, la decisión de convertirla también en una película en tres partes –por lo demás, de larga duración, al menos a juzgar por los 170 minutos de esta primera– el reto se invierte:
es precisamente el de desarrollar y engrandecer los términos de un modesto relato, pudiendo para ello recurrir a licencias de muy otra naturaleza y, también, a la integración en el texto argumental de ideas, conceptos y pasajes referidos a la misma historia pero que se hallan diseminados en otros textos de Tolkien, que no son pocos (principalmente, el episodio “La búsqueda de Erebor” de los Cuentos Inconclusos, el fragmento sobre “El pueblo de Durin” de los Apéndices de El Señor de los Anillos). El resultado se palpa en imágenes, un relato mucho más oxigenado en el desarrollo de los conflictos, y al mismo tiempo -para los amantes de Tolkien- una versión mucho más fidedigna del texto de partida.
Un espectáculo, en definitiva, para toda la familia, que, por lo demás, incorpora y depura en lo cinematográfico los valores y discursos, aferrados a las creencias cristianas, que Tolkien se sirvió para inspirar el aparato espiritual de sus inolvidables ficciones en la Tierra Media (al respecto de lo cual, me remito, a un artículo publicado en cinemanet, que se puede consultar aquí:
http://www.cinemanet.info/2012/12/bilbo ... f-el-gris/).