4 meses, 3 semanas y 2 días
Publicado: Jue Feb 14, 2008 10:25 pm
Acudí el domingo pasado a ver la película de Cristian Mungiu premiada con la Palma de Oro en el Festival de Cannes: 4 meses, 3 semanas y 2 días. Una crítica de fiar avisaba que es una película dura, ingrata, áspera e incómoda pero de visión casi obligada. El cine estaba a rebosar, ya que en Barcelona se proyecta en pocas salas. Mungiu cuenta magistralmente el aborto de una joven estudiante rumana, ayudada por su amiga Otilia. Una historia doliente como la de cualquier mujer que recurre al aborto.
Hace unos años un amigo me explicaba que la Cultura de la Vida iba a necesitar muchos frentes abiertos y unos de ellos era el cine. Pues bien, la película de Mungiu es la primera que a través de unos hechos indeseables muestra con imágenes la realidad del aborto. Muestra los hechos como son, bajo una trama excelente que te mantiene atento toda la película. Todo aborto legalizado o no, con batas verdes o sin ellas sigue el mismo proceso: los instrumentos, los tiempos de expulsión y los problemas para eliminar a los fetos humanos que atascan los desagües y si se entierran, los perros los huelen y se los comen.
El jurado del Festival de Cannes ha sido muy valiente. Podrían haber dejado pasar la película sin pena ni gloria por el argumento tan polémico que trata, pero no ha sido así. Han reconocido la excelente obra por encima de ideologías a favor o en contra. El ojo cinéfilo de Mungiu destroza al abortista por su inhumanidad y nos muestra al feto muerto en el suelo del baño: es pequeño. Hay escenas que hieren de verdad, si el corazón no está pervertido.
Las imágenes de abortos siempre han estado censuradas. ¿Quién no recuerda el video del Dr. Nathanson filmando por ultrasonidos la reacción del feto ante la cánula que lo iba a destruir o la censura a cualquier imagen que demostrara la barbarie del aborto? Esta película se rodó antes que salieran a la luz los escándalos de las clínicas abortistas en Barcelona, reabriendo un debate no resuelto. Ya no son cámaras ocultas las que denuncian las carnicerías de seres humanos muy pequeños. Ahora la realidad del aborto sin paliativos ha sido premiada en un gran Festival, optando al Oscar a la mejor película extranjera. La verdad se abre camino, esta vez de la mano de un cineasta, Cristian Mungiu.
Hace unos años un amigo me explicaba que la Cultura de la Vida iba a necesitar muchos frentes abiertos y unos de ellos era el cine. Pues bien, la película de Mungiu es la primera que a través de unos hechos indeseables muestra con imágenes la realidad del aborto. Muestra los hechos como son, bajo una trama excelente que te mantiene atento toda la película. Todo aborto legalizado o no, con batas verdes o sin ellas sigue el mismo proceso: los instrumentos, los tiempos de expulsión y los problemas para eliminar a los fetos humanos que atascan los desagües y si se entierran, los perros los huelen y se los comen.
El jurado del Festival de Cannes ha sido muy valiente. Podrían haber dejado pasar la película sin pena ni gloria por el argumento tan polémico que trata, pero no ha sido así. Han reconocido la excelente obra por encima de ideologías a favor o en contra. El ojo cinéfilo de Mungiu destroza al abortista por su inhumanidad y nos muestra al feto muerto en el suelo del baño: es pequeño. Hay escenas que hieren de verdad, si el corazón no está pervertido.
Las imágenes de abortos siempre han estado censuradas. ¿Quién no recuerda el video del Dr. Nathanson filmando por ultrasonidos la reacción del feto ante la cánula que lo iba a destruir o la censura a cualquier imagen que demostrara la barbarie del aborto? Esta película se rodó antes que salieran a la luz los escándalos de las clínicas abortistas en Barcelona, reabriendo un debate no resuelto. Ya no son cámaras ocultas las que denuncian las carnicerías de seres humanos muy pequeños. Ahora la realidad del aborto sin paliativos ha sido premiada en un gran Festival, optando al Oscar a la mejor película extranjera. La verdad se abre camino, esta vez de la mano de un cineasta, Cristian Mungiu.