
En breve llegará a las pantallas esta película del gran Zhang Yimou que, como no hace demasiado tiempo Ciudad de Vida y Muerte (Lu Chuan, 2010), se centra en un sangrante episodio histórico, el denominado “La violación de Nanking”, en referencia a las atrocidades cometidas por el ejército japonés con la población civil china cuando, a finales de 1937, esas tropas niponas, tras ocupar Beijing y Shangai, invadieron la que había sido declarada capital provisional de la China ocupada, Nanking. Según datos extraídos de la Sentencia del Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente, se estima que se cometieron más de 200.000 asesinatos de soldados y civiles sólo durante las primeras seis semanas de la ocupación, así como unas 20.000 violaciones en apenas el primer mes.
A diferencia del (indudablemente mejor que éste) filme de Lu Chuan, este título de Yimou relata esos hechos a través de una fábula bastante convencional, aunque muy bien rodada y, como suele suceder en el director de Sorgo Rojo, con imágenes con una fuerza simbólica francamente reseñable.
En lo que concierne a los valores que el filme transmite, es quizá demasiado gráfico pero no por ello válido el proceso de asunción de la causa altruista por parte del protagonista (Christian Bale), un personaje al que, acaso con razones de mayor peso por su presencia en un lugar sagrado -la iglesia en cuyo interior discurre el grueso de la película- y los roles que allí asume, termina responsabilizándose, tan buenamente como puede, del bienestar de unas jóvenes estudiantes que han adoptado su centro de estudio como lugar de refugio.
El título hace mención a otras personas, en este caso mujeres, que también adoptarán la causa altruista, además llevándola a sus últimas consecuencias, en una previsible pero hermosa parábola sobre la capacidad de sacrificio humano especialmente en situaciones trágicas.
Supongo que la crítica se la cargará despiadadamente, pero no hay para tanto.
Sergi