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Cuando uno analiza la interpretación del actor español, Andreas Muñoz, uno tiene la sensación de encontrarse verdaderamente con uno de los líderes de la Contrarreforma. No obstante, observamos dos errores de bulto. Uno el del conocido episodio en el que Loyola se confiesa con un soldado al no encontrar confesor durante una batalla, en cambio, en la película aparta a un sacerdote de su lado. El otro fallo importante ha sido el de darle mucho morbo a su encuentro con la Inquisición, pues en realidad fue un episodio muy secundario y poco transcendente en la vida del fundador de los Jesuitas.

Nos ha parecido muy acertada la escena de la prostituta porque explica el sentido de los ejercicios espirituales, creados por San Ignacio de Loyola y por enseñar cómo Jesucristo dignifica la persona para que pueda sentirse amada, sane el alma y logre la felicidad.

Un amigo de mi plena confianza me escribe esto y, con su permiso, lo publico aqui:

“Ignacio de Loyola”

Por fin, una de esas pocas películas hagiográficas que no saben a serie B, y presentan sin melindres la obra de Dios en una persona.

Porque eso nos muestra esta película: la conversión de un hombre normal -y, por tanto, pecador-, en uno de los más grandes santos de todos los tiempos. Un buen guión -al que, tal vez, no obstante, sobre voz en off- que dibuja muy bien su noble linaje, su formación y talante militar, y sus ideales caballerescos, en el marco de aquel siglo de oro de la Historia de España. Las dos horas que dura, se consumen en describir su transformación personal, con un gran acierto respecto al proceso que siguió, desde su herida en el sitio de Pamplona, hasta su conversión en el hombre nuevo que podría alistarse al servicio del Rey eternal para fundar una nueva Compañía que también capitanearía: la Compañía de Jesús.

La brillante forma de poner, en boca del protagonista, diversos pasajes e ideas fundamentales de sus Ejercicios Espirituales, así como la visualización de su proceso de conversión, sin disimular pecados (a pesar del decoro con que se muestran), ni edulcorar el doloroso combate interior que hubo de mantener el futuro santo, hacen que se perdonen los aspectos mejorables de las escenas bélicas, algo que probablemente se pueda achacar a los medios con que se haya contado para su realización.

Una película, más que recomendable, que -si bien puede ser criticada también por la presentación de determinados personajes eclesiásticos, cuyo aspecto tal vez no destaque por su rigor histórico- agradará notablemente a quien conozca la biografía del fundador de los jesuitas, y logrará presentarlo de modo atractivo, con capacidad de interpelar, al espectador que apenas posea ideas claras sobre los orígenes de este hombre, que se puso en la brecha de la Iglesia, dispuesto a perder la vida para evangelizar el mundo.

No es que la película sea perfecta, ni mucho menos. Tiene muchísimos aspectos mejorables, y otros bastante criticables, pero creo que está bien. Yo le pondría un 6.

Creo que lo mejor que se puede decir de esta producción, es que suscita en quien la ve esa “consolación” que el mismo Ignacio experimentó leyendo vidas de santos durante su convalecencia, y que lo llevó a preguntarse por qué no ser santo también él. Invito a todos a dejarse tocar por la vida de este herido en combate, a quien Dios mismo golpeó y curó con su mano (cf. Jb 5, 18).

Fdo.: Antonio Izquierdo

Parece que de un tiempo atrás se están pudiendo ver en todo el mundo más películas con valores, religiosas o de vidas de santos, detalle impensable en otras épocas cercanas. Es una especie de repunte que transmite esperanza. De hecho, del cine español de los últimos años han salido títulos como Pedro Poveda o Luz de Soledad. El caso es que de Extremo Oriente, concretamente de Filipinas, llega Ignacio de Loyola.