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En esta ocasión, el cine bélico ha encontrado su continuidad en un Quentin Tarantino más Tarantino que nunca, puesto que, como saben, ha estrenado Malditos bastardos (2009), volviendo al estilo de producción que le hizo saltar a la fama.
Esta película tiene un doble argumento. Por un lado, cuenta la historia de Shosanna Dreyfuss, interpretada por Mèlanie Laurent, una mujer judía y dueña de un cine que prepara una gran venganza contra los alemanes que, al principio de la Segunda Guerra Mundial, mataron a su familia. Por otro lado, nos narra como el teniente Aldo Raine, organiza un comando de estadounidenses judíos que se dedicará a eliminar a todo teutón que se cruce en su camino, cortándole, incluso, la cabellera.
En cuanto a la interpretación destacaría al actor Christoph Waltz, cuya presencia mejora esta cinta de disimulada parodia que sirve para que el director homenajee a los grandes actores que a lo largo de la historia del séptimo arte ha representado a los maniqueos oficiales alemanes. Su contenida actuación contrasta con la histriónica participación de Brad Pitt.
La realización corresponde a Quentin Tarantino que ha vuelto por los fueros de Pulp Fiction (1994) con lo cual el éxito está garantizado y su calidad merece por lo menos el notable. Desde luego, tiene todos los ingredientes tarantinianos como el gran sentido del humor; esas historias narradas por capítulos; la extrema violencia y que sus protagonistas sean mujeres. Este último dato nos serviría para afirmar que este director dignifica a las féminas, poniéndolas en el lugar que se merecen.
Cambiando de tema, la cinta se deja ver. Resulta entretenida a pesar del exceso de diálogo que inunda la producción. Los diálogos, como decía, son demasiado elaborados, muy barrocos, con lo que parecen un tanto artificiales. Aún así el guión tiene una buena estructura, que te permite seguir con facilidad la trama y, como no podía ser de otra manera, el cineasta norteamericano deja huella con sus continuas referencias cinematográficas y guiños a otros géneros cinematográficos. Esta idea será agradecida por los aficionados al buen cine.
Como dato curioso, el título de la cinta en cuestión se basa en una película italiana de Enzo Castellari que se llamaba Aquel maldito tren blindado (1978) que en inglés se denominó Inglorius Basterds. Además, el citado director italiano realiza un Cameo en este largometraje.
A nuestro juicio, la cinta es excesivamente larga. Dura nada más y nada menos que 150 minutos y a la escena de la taberna le convendría algún que otro recorte. También podríamos cuestionarnos si era necesario ese exceso de violencia de algunas escenas. Pienso que esa violencia tan gráfica puede presentarse con mayor elegancia.
Conclusión, con el visionado de Malditos Bastardos nos vamos a encontrar un Tarantino en su estilo más puro. Es un director que, cuando se lo propone, es capaz de hacernos disfrutar con un buena obra del celuloide, mientras nos comemos un bol de palomitas.