

En breve aterrizará en los cines españoles VACACIONES EN EL INFIERNO, película producida, protagonizada y co-escrita por Mel Gibson, y que supone la opera prima de un viejo colaborador del australiano, Adrian Grunberg (quien fuera su asistente de dirección en APOCALYPTO).
Digo en los cines españoles porque no ha sido así en los EEUU, donde la película se ha distribuido directamente en formato doméstico. ¿Por qué? Está bien claro, es parte del castigo que la industria le viene infligiendo a Mel Gibson. Su pecado imperdonable en el establishment fue, como todo el mundo sabe, realizar una película llamada LA PASIÓN DE CRISTO, que levantó ampollas por su bravura, tanto ideológica como estilística (de hecho una y otra vertientes estaban íntimamente enlazadas).
La otrora gran estrella, hoy denostada en Hollywood (véase por ejemplo la mala saña con la que la prensa viene tratándole los últimos tiempos) tiene que sobrevivir en el medio como buenamente puede, pero aún le quedan agallas para levantar proyectos como éste, en el que, desde su trinchera -las vestimentas de un thriller de acción violenta, donde Gibson juega con el propio estereotipo de personaje que años ha le dio celebridad- da rienda suelta a su intransferible personalidad y, de paso, envía algún que otro dardo envenenado a la industria que le ha repudiado.
Puedo recomendar el filme superficialmente por tratarse de un relato bien trenzado y la mar de entretenido. Pero lo hago a mayor profundidad precisamente por las citadas circunstancias de las que emerge, y por ser una obra gibsoniana del primer al último minuto.
La crítica cinematográfica mantiene inagotables debates sobre hasta qué punto es realmente independiente el cine americano llamado "indie", que en realidad suele depender de divisiones inferiores de los grandes estudios. En cambio es incuestionable que VACACIONES EN EL INFIERNO es cine independiente con todas las letras.
Si les gusta Mel Gibson, vayan a verla. La disfrutarán. Sino, probablemente también, aunque quizá les cueste más reconocerlo.
