
Un taller de filosofía para niños, o más bien un extenso programa tutelado por la maestra Pascaline Dogliani con un reducido grupo de chiquillos de 4 y 5 años (o, más preciso, equivalente a los cursos P-4 y P-5) de la escuela infantil Jacques Prêvert, en una pequeña localidad francesa cercana a París, es el material de partida de este documental dirigido por Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier.
Me resulta asombrosa la naturalidad con la que Azouaou, Abderhamêne, Louise, Shana, Kyria, Yanis o cualquier otro de los pequeños que intervienen en las sesiones se muestran en sus intervenciones (por supuesto) ante las cámaras, hecho que indica – que el equipo de rodaje se convirtió en invisible para ellos, absorbidos por las (magníficamente trabajadas) dinámicas de la maîtresse, Pascaline Dogliani.
En este interesante documental los testimonios recogidos de los niños tienen felizmente una intención mucho más trascendente que la reacción hilarante que puedan provocar en los adultos sus espontáneas apreciaciones. A través de sus entre titubeantes y apasionadas observaciones sobre temas tan poco triviales como el amor, la muerte, las relaciones de poder, la diversidad cultural, las diferencias sociales y (el colofón) el difuso concepto de la libertad, los realizadores nos entregan un documento que invita al espectador a ejercitar eso mismo que se está educando en los niños, el saludable hábito de pensar. Pensar en los contextos educacionales (que son los mismos que los nuestros) de donde emergen esas apreciaciones de quienes nunca mienten ni se esconden, los niños; pensar en los motivos coyunturales primeros de esos sentimientos que se abren, especialmente los miedos y las dudas; pensar en la crasa responsabilidad que, como sociedad, estamos obligados a asumir dado el formidable potencial de las mentes más jóvenes (algo que parecería obvio decir si no fuera por las decisiones políticas recientes en nuestro país en materia de educación –y, si quieren, específicamente en educación preescolar e infantil-); pensar en las interminables ventajas de la formación del espíritu y de la tolerancia. Pensar, en fin, qué modelo de sociedad estamos construyendo y en qué modelo cultural viven sumergidas las nuevas generaciones.
Así pues, bajo las fugas de humor y la calidez de la apuesta escenográfica, certificamos que Ce n’est qu’un debut tiene la sana intención de plantear muchos interrogantes que visten una crítica, tan constructiva como mayúscula, en torno a qué somos y qué queremos ser. Casi nada.