‘Ángeles y demonios’: A la taquilla por el camino de la polémica
La película viene precedida de una monumental campaña de márketing, apoyada —entre otras cosas— en una de esas artificiales polémicas que se cuecen las distribuidoras y que tienen un único fin: llevar a los medios a su terreno y al espectador incauto a la taquilla.
[Ana S. de la Nieta. La Gaceta]
Refresquemos la memoria. En el año 2000, un profesor de inglés —Dan Brown— publicaba Ángeles y Demonios, una floja novela de acción y misterio en la que Robert Langdon, un especialista en simbología, salvaba a la Iglesia católica y al futuro Papa de un horrible complot perpetrado por la secta de los Illuminati. El libro apenas se vendió.
Tres años después, Dan Brown volvía a probar suerte, mezclando los mismos elementos pero en diferentes dosis. Esta vez, la Iglesia católica era la mala, que se había inventado el cristianismo para, entre otras cosas, marginar a las mujeres. A la Iglesia le apoya una organización todavía más siniestra: el Opus Dei, una especie de ejército de monjes asesinos y masoquistas.
Brown aderezó esta calenturienta trama con todo tipo de referencias artísticas e históricas que hicieron enrojecer a más de un alumno de Secundaria. Sin embargo, la novela arrasó. Brown vendió más de 60 millones de ejemplares, se hizo rico y vio su obra maestra llevada al cine. La versión cinematográfica recibió una paliza unánime por parte de la crítica y unas sensatas acusaciones por parte de muchos cristianos que se sentían ofendidos pero triunfó en la taquilla: más de 700 millones de dólares. El éxito de El código da Vinci supuso una segunda oportunidad para Ángeles y Demonios. La novela se reeditó y se ha llevado a la gran pantalla.
Un buen maquillaje
Después del varapalo de la crítica, el director de la película, Ron Howard, confesaba que, en esta ocasión, quería ceñirse menos al libro. Sabia decisión que ha llevado a suprimir algunos pasajes que causaban la carcajada (como el solemne momento en el que se señala que uno de los papas —padre de un hijo— no faltó al voto de castidad porque recurrió a la inseminación artificial o cuando el profesor de simbología cae desde un helicóptero que acaba de sufrir una explosión a miles de metros de altura y aterriza en el Tíber… sano y salvo).
En la adaptación cinematográfica, se nota también un deseo de matizar la crítica a la Iglesia, de intentar acercar posturas o al menos, evitar el ataque frontal. El detalle de que esta película se presente como continuación de El código da Vinci y no como lo que es en realidad, un prólogo, no es irrelevante. Al final, Ángeles y demonios es una cinta de acción, de argumento inverosímil, sin rigor histórico, con la Iglesia como víctima y como la buena —aunque antipática— de la película y espectaculares persecuciones por Roma. El problema ante esta película es: ¿y, ahora, cómo la vendemos?
Una polémica artificial
En este momento empieza la diversión. Cualquiera que haya visto la película concluirá que el tono general es de tanta ligereza que es difícil tomarlos en serio.
La cinta, como ha señalado L’Observatore Romano, es un divertimento “inofensivo que difícilmente afecta la genialidad y misterio del cristianismo”. El periódico oficial del Vaticano comparaba la película con un vídeojuego y animaba a los espectadores a encontrar las numerosas inexactitudes de la trama.
Es curioso contrastar estas afirmaciones con los titulares que estos días inundan las páginas de cultura. “La Iglesia invita a boicotear Ángeles y Demonios”, “El Vaticano impidió el rodaje de Ángeles y Demonios”, “Ángeles y Demonios vuelve a enfrentar al Vaticano con Hollywood”, “Ron Howard tiene que recurrir a ingeniosas maniobras para rodar en el Vaticano”, “Roma acoge con polémica el preestreno de Ángeles y Demonios”. Detrás de estos titulares, llegan las quejas y los llantos del equipo (que suelen repetirse) “Nos critican quienes no nos ven”, “Hemos sufrido mucho en el rodaje”, etc. La mayoría de los medios se han dedicado a repetir como voceadores las consignas de los promotores de la cinta, sin pararse a analizar cuál es la polémica, quién ha protestado o qué es lo que ha denegado el Vaticano. Gratuitamente han seguido el juego de márketing del filme, sin meterse en más cuestiones.
Porque cuando uno bucea en estas noticias se encuentra, por ejemplo, que el Vaticano no suele dar permiso para rodar en sus instalaciones, entre otros motivos por seguridad y porque en los interiores del Vaticano hay auténticas obras de arte que no compensa poner en peligro para rodar una película de acción y palomitas. Por este motivo, Michael Anderson, director de una película tan pro-vaticana como Las sandalias del pescador, tuvo que usar material de archivo para recrear la elección de Pablo VI.
En cuanto a la condena y el boicot, se ve que, después de mucho mendigarla, consiguieron una crítica: la del obispo más anciano del mundo, monseñor Antonio Rosario Mennonna que, desde la sabiduría de sus 103 años, ha calificado a la película como “una estupidez inútil”.
Ahora habrá que ver los resultados de esta artificial polémica. En España, hace unos meses, el cineasta madrileño Javier Fesser, director de Camino, quiso fabricar una de estas polémicas religiosas con el Opus Dei. Fesser acusó a esta institución —que se limitó a emitir dos breves comunicados para decir que no compartía la visión del autor— de perseguirle, insultarle y boicotear la película. En su desesperado intento de conseguir una respuesta más contundente del Opus Dei llegó a publicar una amarga carta abierta contra la institución. Tampoco a esto contestó el Opus Dei y Javier Fesser, sin polémica real, tuvo que conformarse con una trifulca virtual. Después del esfuerzo del equipo de promoción y márketing, y a pesar del relanzamiento a raíz de los premios Goya, la película —que costó 6 millones de euros— no ha llegado al millón y medio de recaudación.
Quizás a Brown, Ángeles y Demonios y su polémica prefabricada, no le haga mucho más rico. ¿O quizás si? En cuestiones de taquilla, casi nunca se sabe pero, por si acaso, ha dado un toque de profundidad a esta maniobra señalando que “la polémica hace pensar”. Viniendo de quien viene, divertido ¿no?
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