Título original: It’s a wonderful life |
SINOPSIS
Desesperado por la repentina desaparición de una cuantiosa suma de dinero, el modesto banquero George Bailey (James Stewart) —un padre de familia íntegro y cívico— decide suicidarse para poner fin a su sufrimiento. Pero justo en el último momento hace aparición Clarence (Henry Travers), su maduro y jovial ángel de la guarda, quien logrará que George recapacite sobre su situación y sobre el sentido de su vida.
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CRÍTICAS
[Guillermo Callejo – Colaborador de CinemaNet]
Arranca lágrimas, despierta inquietudes, remueve conciencias, renueva el espíritu… Y quién sabe cuántas más cosas provoca en el corazón y en la mente del espectador este antológico largometraje del inextinguible Frank Capra. No en vano es uno de esos pocos productos cuya emisión las televisiones de todo el mundo repiten año tras año sin desfallecer.
Capra logra tal proeza cinematográfica gracias a la perfecta combinación de los muchos elementos que pone en juego. Por un lado, el cineasta se atreve con un curioso género que oscila entre el drama, la fantasía y la comedia, sin que por ello rechine la historia. Es tan intensa la trama, y tan genial el montaje, que los minutos se suceden imperceptiblemente. El público puede saborear cada secuencia y cada plano con atención renovada. Nuestros ojos asisten a escenas cotidianas y conocidas, las de una familia anónima que lucha contra los egoísmos y las injusticias que la acosan y tratan de ahogar.
Otra de las grandes bazas se refiere a las interpretaciones. James Stewart dota al personaje principal de un discreto —y sin embargo elocuente— heroísmo que cualquiera envidia, por mucho que su bonachonería resulte a veces un tanto increíble. Henry Travers, por su parte, también representa con creces su rol como ángel de la guarda. Y el antagonista, Lionel Barrymore, así como Donna Reed —en la película, la esposa de George— cumplen con su tarea de un modo ejemplar.
¡Qué bello es vivir! salió a luz en una época gris para Estados Unidos y para el mundo en general, justo al término de la Segunda Guerra Mundial, y derrocha un optimismo llamativo para aquel entonces. Llamativo, pero no utópico. Al principio no cosechó ningún éxito, aunque el tiempo supo ponerla en el privilegiado lugar que merecía. Es, en fin, un emotivo y fascinante canto a la familia, a la generosidad y a la libertad, que ilustra sin rodeos cómo los demás dependen de nuestras elecciones personales, más incluso que de las suyas propias.
[Marina Pereda – Colaboradora de Cinemanet]
¡Qué Bello Es Vivir! es una película de esas que deberían encabezar la lista de “clásicos imprescindibles” y, si hablamos de temática navideña, pasaría a ocupar el número uno (tal y como hicimos en esta misma web). Porque Capra bebe el espíritu navideño, lo procesa, trabaja, universaliza y, finalmente, lo devuelve al espectador en forma de historia inolvidable, de personajes entrañables y, así, construye el mito.
Para el espectador actual, acostumbrado a héroes con un lado oscuro, tramas de final agridulce, películas en las que nadie es “demasiado bueno” y dramas que acaban justo en ese momento que precede a las lágrimas, cuando la garganta se cierra y el estómago se encoge, para esos espectadores, Capra puede representar la “utopía” y ser el máximo exponente de la tragicomedia edulcorada, y no les falta razón. Pero no se puede olvidar que fue él quien creó ese tipo de comedia, y lo hizo a la perfección y, tampoco, que el permanente cinismo es tan irreal y absurdo como el permanente optimismo. Es común identificar “realismo” con “pesimismo”. Si el final es feliz, entonces, la película es una cursilería; sin embargo, si todo acaba mal, la película se exalta por su “descarnada visión de la realidad”. ¡Qué bello es vivir! es un ejemplo de cómo la felicidad tiene cabida en el mundo real, en un mundo en el que se sufre, se pasan apuros económicos y se teme por la vida de nuestros seres queridos. Un mundo que Frank Capra filmó en los años 40, inspirado por el crack del 29 y que, desgraciadamente, tiene mucho en común con este agonizante año 2011. George Bailey, magníficamente interpretado por James Stewart, es un joven ambicioso, aventurero y trabajador que, a pesar de sus grandes ilusiones, nunca llega a abandonar su pueblo natal.
La película, larga (130 minutos), narra la historia de Bailey desde su infancia hasta la Navidad de 1929, cuando la crisis económica golpea con dureza a su pueblo y, en concreto, a su familia. Al darse cuenta de que todos sus esfuerzos y sufrimientos no han logrado los resultados que él, y que cualquier padre de familia, esperaba, Bailey cae en la desesperación y decide suicidarse. El planteamiento no parece muy esperanzador pero Capra lo convierte en un canto a la vida y a la generosidad, en una crítica sensata y directa al capitalismo despiadado, en una lección sobre el valor de la familia. La película da tantos vuelcos que podría haber caído en el truco fácil, el giro forzado o los personajes superficiales. Al contrario, está llena de ternura, humor y profundidad: emociona cuando tiene que emocionar sin llegar al melodrama, Stewart carga sobre sus hombros el peso de toda la historia y Clarence, el ángel sin alas encargado de Bailey, resulta simpático y conmovedor.
Es un formato de película que la industria americana aún intenta explotar, es la gran historia que Hollywood querría volver a producir y que, a muchos, les gustaría volver a ver, con un lenguaje actualizado, con una historia del siglo XXI pero que vuelva a recordarnos hoy eso, que vivir, a pesar de todo, sigue siendo bello.
El ángel de Capra.
1935: Frank Capra está muy enfermo. Recibe entonces la visita de alguien que cambió su vida, del que nunca supo su nombre, que le dijo: «Es usted un cobarde. Y lo que es más triste, una ofensa a Dios. ¿Oye a ese hombre?» (se refería a Hitler, que hablaba en la radio) «¿A cuántos habla? ¿15, 20 millones? ¿Y cuánto tiempo? ¿20 minutos? Usted puede hablar a cientos de millones, durante 2 horas. Y en la oscuridad. Sus talentos, señor Capra, no son suyos por derecho propio. Dios se los ha dado. Cuando no los usa, ofende a Dios y a la humanidad. Que tenga un buen día». Capra tomó conciencia de su responsabilidad. El discurso le llevó al confesionario y le devolvió, además, las ganas de vivir.
Estupenda película!!!
El dia 24 la ponen al menos en Popular TV, creo recordar, y seguro que la programan en alguna otra cadena también. Así que viene muy bien este análisis para fijarnos más en los detalles 😉
maravillosa propuesta para estas fechas 🙂