SINOPSIS
En 1997, Paco Larrañaga, un muchacho filipino de padre español, fue acusado injustamente, junto a otros seis jóvenes, del asesinato de dos hermanas. Todos ellos fueron sometidos a un corrupto proceso judicial repleto de lagunas legales y violaciones de sus derechos fundamentales, después del cual fueron condenados a muerte. Gracias a la presión social e institucional, Paco consiguió evitar la pena capital y ser trasladado a España, aunque a día de hoy espera todavía un juicio justo que le permita demostrar su inocencia.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
El 16 de julio de 1997, las hermanas Marijoy y Jacqueline Chiong desaparecieron de su domicilio familiar, en la ciudad filipina de Cebú. Al poco tiempo, apareció en un barranco cercano el cadáver de una joven con evidencias de haber sido violada y asesinada. No sin ciertas dudas, se la identificó como una de las hermanas Chiong. Nunca apareció el otro cadáver. Acuciada por la sensacionalista presión mediática, política y social, la policía filipina detuvo a las pocas semanas, como supuestos autores del crimen, a siete jóvenes de Cebú con antecedentes por faltas leves. Entre ellos se encontraba el joven de 19 años Paco Larrañaga, hijo de un pelotari vasco y de una mujer filipina de cierta posición social. Todos ellos se declararon inocentes, y Larrañaga aportó numerosos testimonios de compañeros y profesores de su escuela de cocina, que aseguraban que en la fecha del crimen él se encontraba en otra ciudad, alejada de Cebú.
A pesar de ello y de la debilidad o turbiedad de las pruebas incriminatorias —sobre todo de las aportadas por el más que dudoso testigo de cargo—, los siete fueron condenados en primera instancia a cadena perpetua, tras un juicio demencial, presidido por un juez singular, que se suicidó al poco tiempo. En 2004, el Tribunal Supremo condenó a muerte a tres de ellos, incluido Larrañaga. Ambas sentencias fueron duramente criticadas por el Comité de Derechos Humanos de la ONU en una protesta formal enviada al gobierno filipino. Tras retrasarse la ejecución, caer el presidente Estrada —encarcelado por corrupción— y abolir la pena de muerte su sucesora Gloria Macapagal, en 2009 Larrañaga fue trasladado a España como fruto de un tratado de intercambio de presos con Filipinas. Y aquí, en la cárcel donostiarra de Martutene, cumple todavía su condena con la esperanza de que el gobierno español logre finalmente del filipino su indulto y definitiva declaración de inocencia.
Premiado en los festivales de Tribeca, Sheffield y de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián, este impactante documental del estadounidense Michael Collins (director) y el canadiense Marty Syjuco (productor) cuestiona todo el kafkiano proceso policial, judicial y mediático que culminó con la condena de Larrañaga y sus seis compañeros. Su teoría es que dicho proceso fue un montaje conspiratorio para ocultar una sórdida trama de corrupción en torno a un mafioso filipino, relacionado con el narcotráfico, para el que también trabajaba el padre de las hermanas Chiong. El filme asienta sus duras afirmaciones en las emotivas declaraciones de Paco Larrañaga y sus familiares, amigos y compañeros, así como en abrumadores testimonios de abogados, policías, jueces, fiscales, periodistas y políticos relacionados con el proceso, incluidos los acusadores y la propia familia de las hermanas desaparecidas. Todo ello, ilustrado con abundantísimo material grafico.
La película nunca oculta su carácter denunciatorio y su simpatía hacia Larrañaga y sus compañeros condenados. Pero deja hablar a todas las partes implicadas con el fin de que el espectador saque sus propias conclusiones. Por otra parte, aunque incluye imágenes estremecedoras, no carga la mano en ellas, y prefiere subrayar la entereza, tenacidad y capacidad de perdón de Larrañaga y su familia, firmemente asentadas en sus profundas convicciones católicas, que contrastan con el agresivo afán de venganza de la familia Chiong y sus partidarios. Seguramente, un experto en el tema pueda criticar algún detalle de la película. Pero, desde luego, se trata de un documental apasionante y de una valiosa aportación a la defensa de los Derechos Humanos.
[Decine21]
Supone el primer largometraje cinematográfico de Michael Collins, que ha pasado siete años recopilando información y entrevistando a testigos fundamentales. Todo está muy bien documentado, hasta el punto de que la avalancha de datos que cuestionan la sentencia y ponen en solfa las irregularidades cometidas por la justicia filipina resulta bastante significativa. Apunta a una conexión mafiosa de la familia de las víctimas, como culpable de todo lo ocurrido. Por ejemplo, detuvieron a Larrañaga unos policías que también eran guardaespaldas del capo que parece tener la respuesta de todo, aunque no se cita su nombre. Además, el padre de las chicas había sido citado para declarar contra él.
El film se divide en diversos capítulos que recorren la historia completa (el arresto, el juicio, etc.) en toda su complejidad, con jugosas declaraciones de policías, implicados en la investigación, periodistas, y familiares de Larrañaga. Incluye el importante papel del diario español Qué (que recogió firmas para pedir al Congreso que se pronunciara sobre el asunto) y del ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos y de José Bono, cuando era el titular de Defensa, que logró que la presidente filipina, Gloria Macapagal, le prometiera que mientras ella estuviera en el cargo no se ejecutaría al convicto.
A pesar de la dureza de la historia, de la que no se escatiman detalles, Collins acierta al darle un tono esperanzador al relato. Muestra a los Larrañaga como una familia de profundas convicciones católicas, que se han apoyado en la fe para sobrellevar una situación terrible. La madre, muy creyente, acierta al comparar lo que le ha ocurrido con el relato bíblico de Abraham, también a punto de perder a su hijo, y aunque la mujer no puede entender por qué le ha ocurrido todo, nunca ha perdido la confianza en que el desenlace sea similar al de la historia del patriarca. Sobre todo, queda claro que Paco Larrañaga ha logrado mantener el ánimo estos años por la firme unidad de los suyos y su apoyo incondicional. En uno de los momentos más emotivos, el acusado demuestra un gran cariño a su madre, a pesar de que critica la decisión de ésta de aconsejarle que no huyera del país, cuando podía hacerlo, para limpiar su buen nombre en el juicio.
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