El cine constituye un magnífico instrumento para la reflexión y el diálogo en los grupos comunitarios de salud mental. Los resultados son sorprendentes.
En la última semana de noviembre —allí un cálido final de primavera—, con ocasión del «V Simposio Internacional y XXVII Encuentro Comunitario de Salud Mental: La Formación de la Persona Humana en la Vida Cotidiana», tuve ocasión de participar en las actividades del programa «Grupo Comunitario de Salud Mental», en el Hospital universitario de la Facultade de Medicina de Ribeirão Preto, de la Universidad de São Paulo (Brasil), coordinado por el Dr. Sergio Ishara, en colaboración con la Prof.ª Carmen Lúcia Cardoso, del Centro de Psicología Aplicada de la Facultade de Filosofía, Ciencias y Letras, y de un magnífico equipo de psiquiatras y psicólogos del Departamento de Salud Mental.
Fue un gran privilegio poder departir con profesionales de la salud mental y de la enseñanza, así como con los mismos enfermos, sobre el valor de las actividades «Oficina de cultura» y «Escuela comunitaria» que están llevando a cabo, en el que utilizan el cine y la literatura como instrumentos para la reflexión, el diálogo y la toma de conciencia sobre temas trascendentales para el ser humano, como el valor y la dignidad inalienables de la persona en cualquier circunstancia.
El eje central de la actividad es un proceso de construcción personal y grupal a través del encuentro de cada miembro del grupo consigo mismo, con los demás y con las realidades de su entorno. El trabajo grupal tiene una gran capacidad para favorecer el desarrollo y la maduración de las personas, a partir de las relaciones humanas en las que priman la solidaridad y la apertura mutua. Allí pueden hablar del dolor y del duelo, sintiéndose acogidos y comprendidos, de tal modo que cada uno se convierte en protagonista de la ayuda a los demás, compartiendo experiencias cotidianas.
«Encuentro» es la palabra emblemática del grupo, encuentro personal y encuentro con la vida
Allí pude constatar cómo, a pesar del sufrimiento y la enfermedad, tienen todos un sentimiento de pertenencia al grupo, como ámbito de seguridad, de crecimiento interior y de orientación para la vida. Los mismos enfermos me dieron una síntesis de lo que representaban para ellos esos encuentros: «A menudo —me explicaron— fuera de aquí, somos tratados de locos, con un cierto desprecio, como si nosotros fuéramos los culpables de la enfermedad. Eso puede ser casi peor que la enfermedad, hunde cada vez más y deja sin ganas de vivir. Pero en el grupo hemos recuperado nuestra dignidad personal, aquí tenemos encuentros —encuentros personales y encuentros con la vida—, nos ayudamos unos a otros, nos expresamos, reflexionamos. Ahora nuestra vida ha cambiado: sabemos que tenemos que lidiar con la enfermedad mental y el dolor, pero nuestra vida tiene sentido».
Es decir, el grupo tiene una dimensión clínica, pero va mucho más allá, como lugar de maduración y crecimiento interior que los pertrecha para vivir en sociedad como personas valiosas que tienen mucho que aportar. El equipo de psiquiatras y psicólogos aman a sus enfermos y se hacen sus compañeros de camino, participando en el grupo como un miembro más. Así, en el centro de esa pequeña comunidad, no está la enfermedad sino la persona humana.
¿Pero qué lugar ocupa el cine en el ámbito del cuidado de la salud mental?
Decía el filósofo Julián Marías que «el cine es un análisis del hombre, una indagación de la vida humana».
El cine es espejo de la vida y, como tal, encierra un potencial de sabiduría. Como espejo, cada enfermo/espectador puede reconocer algo de sí mismo en las vivencias de algún personaje, y de su trayectoria se desprende una lección de vida que inspira y orienta a quien la reflexiona. Por otra parte, viendo a personajes que, en el fondo, se enfrentan a los mismos problemas, se rompen estigmas sociales, porque el enfermo/espectador comprueba que no está solo, que no es un caso aparte en la sociedad.
Actualmente, en el grupo, están trabajando sobre la obra de Saint-Exupéry O pequeno príncipe y la versión cinematográfica homónima, de Mark Osborne (Francia, 2015).
Es maravilloso oírlos explicar todo lo que les sugiere, y más maravilloso todavía percibir cómo, a través del análisis de la película, van descifrando distintos aspectos del misterio del hombre y van creciéndose sobre sí mismos.
De ahí también su interés en conocer las bases elementales del lenguaje cinematográfico, para penetrar mejor en el tema humano profundo de la película, descubrir, por ejemplo cómo solo por la forma de situar la cámara en una escena puede darnos la imagen de un personaje, sin necesidad de palabras.
Aprender a ver cine no es solo, pues, un medio para mejor disfrutar del arte, sino que tiene además una dimensión formativa y sanadora.
Desde CinemaNet, vamos a intentar mantener una relación con la actividad grupal del Dr. Ishara para intercambiar información sobre películas adecuadas para su labor, que también puede ser de gran interés para formadores españoles y personas que, de un modo u otro, realizan una labor en el ámbito de la salud mental.
Para más información: http://WWW.GRUPOCOMUNITARIO.COM.BR