Dirección: Gina Prince-Bythewood. País: USA. Año: 2008. Duración: 110 min. Género: Drama. Interpretación: Queen Latifah, Dakota Fanning, Jennifer Hudson, Alicia Keys, Sophie Okonedo, Paul Bettany, Nate Parker, Tristan Wilds, Hilarie Burton. Guión: Gina Prince-Bythewood; basado en la novela «La vida secreta de las abejas» de Sue Monk Kidd. Producción: Lauren Shuler Donner, James Lassiter, Will Smith, Joe Pichirallo, Ed Cathell III, Ewan Leslie y Aldric Porter. Música: Mark Isham. Fotografía: Rogier Stoffers. Montaje: Terilyn A. Shropshire. Diseño de producción: Warren Alan Young. Vestuario: Sandra Hernandez. Estreno en España: 27 Marzo 2009. |
SINOPSIS
Ambientada en California del Sur durante el turbulento periodo de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, la casa de las hermanas Boatwright, unas inteligentes e independientes apicultoras, se ve de repente puesta patas arriba con la irrupción de la joven de catorce años de edad Lily Owens y su cuidadora Rosaleen. Rodeada de la inesperada comodidad, afabilidad y honda espiritualidad que Lily encuentra en el hogar de las hermanas Boatwright, la joven crea un lazo maternal con cada una de esas mujeres cuyas singulares y especiales dotes le ayudan a superar la muerte de su madre. Lily llega al final a darse cuenta de que a veces hay que dejar el hogar para poder realmente encontrarlo.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
Producida por el actor Will Smith y su esposa Jada Pinckett Smith —como productora ejecutiva—, La vida secreta de las abejas adapta la novela homónima, traducida a 23 idiomas y que ha vendido más de cuatro millones de ejemplares en todo el mundo. Fue escrita en 2002 por Sue Monk Kidd, una enfermera que ya había publicado sus memorias espirituales y varios ensayos religiosos.
Lily es una atormentada adolescente de Carolina del Sur que, a los cuatro años, mató accidentalmente a su madre cuando ésta iba a abandonar definitivamente el hogar. En 1964, durante las luchas por los Derechos Civiles, y ya con 14 años, Lily aún sufre las violentas depresiones de su padre —un rudo recolector de melocotones— y sus propias dudas acerca de su madre. Un día, golpean a su sirvienta afroamericana, Rosaleen, que quería inscribirse para poder votar, y después la detienen injustamente. Pero la chica libera a Rosaleen, y huye con ella a Tiburón, un pueblecito del que la niña conserva la fotografía de una Virgen Negra, que le regaló su madre. Allí, las dos fugadas son acogidas por las tres hermanas Boatwright, también afroamericanas, que se ganan la vida cuidando unas cuantas colmenas y elaborando la mejor miel de la región.
Desde el poderoso primer minuto hasta el lacrimógeno desenlace, se aprecia en el película el espíritu de la Generación Perdida, cuya impronta es evidente en la novela de Sue Monk Kidd. En este sentido, la película goza de una abigarrada galería de personajes, alguno fronterizo, todos ellos muy bien perfilados y que encarnan con vigor las tres líneas de fuerza de la historia: la condena rotunda a la segregación racial y a la violencia que genera; el acercamiento al traumático momento en que la niñez se acaba y comienza la madurez; y la inmersión en el drama moral que supone cualquier ruptura conyugal, con la consiguiente pérdida en los hijos de los referentes materno y paterno. Todo ello, barnizado por un acercamiento singular pero emotivo a la devoción popular a la Virgen María, presentada como madre de todos los hombres, cualquiera que sea su raza o condición social.
Todo eso lo expone Gina Prince-Bythewood con la convicción y densidad que ya mostró en Love & Basketball, apoyando ampliamente su cadenciosa y contemplativa puesta en escena en la calurosa fotografía de Rogier Stoffers y en la envolvente partitura de Mark Isham, que se completa con varias canciones emblemáticas de los años 60. En este sentido, su película tiene un aire a Tomates verdes fritos, también por su universo predominantemente femenino. A veces, Prince-Bythewood se detiene demasiado en alguna situación, se regodea en una perspectiva sensiblera o melodramática, e incluso enturbia la sencilla religiosidad católica de las protagonistas con una gruesa reivindicación política del Black Power.
Sin embargo, esos defectos son disimulados en gran medida por las soberbias interpretaciones de todo el reparto, y especialmente de la veterana Queen Latifah y la jovencísima Dakota Fanning, que coprotagonizan varias secuencias de alto voltaje emocional. Además, por encima de esas fragilidades, domina una atractiva antropología, fuertemente cristiana, consciente de la finitud de los afectos humanos, con el amor a Dios y a los demás como gran motor, con una visión enriquecedora de la interculturalidad, y con el arrepentimiento y el perdón como binomio reparador de las heridas del alma.
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