Dirección: Rob Reiner. País: USA. Año: 2007. Duración: 97 min. Género: Comedia dramática. Interpretación: Jack Nicholson (Edward Cole), Morgan Freeman (Carter Chambers), Sean Hayes (Thomas), Rob Morrow (Dr. Hollins), Beverly Todd (Virginia), Alfonso Freeman (Roger Chambers), Rowena King (Angelica). Guión: Justin Zackham. Producción: Craig Zadan, Neil Meron, Alan Greisman y Rob Reiner. Música: Marc Shaiman. Fotografía: John Schwartzman. Montaje: Robert Leighton. Diseño de producción: Bill Brzeski. Vestuario: Molly Maginnis. Estreno en USA: 11 Enero 2008. Estreno en España: 1 Febrero 2008. |
SINOPSIS
Edward Cole es un millonario empresario y propietario, entre otros negocios, de diversos hospitales. En medio de una importante reunión cae enfermo y debe ser hospitalizado. Su compañero de habitación comparte su mismo diagnóstico, pero no su situación económica y vital. A pesar de su mal carácter, Cole se hará amigo de Carter, un sencillo mecánico que tiene algún que otro problema de comunicación con su mujer.
¡Debate esta película en nuestros foros!
CRÍTICAS
[Francisco Arellano. Pantalla90]
Hay que reconocer que los mejores años del cineasta Rob Reiner quedaron anclados entre finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando entre 1986 y 1992 dirigiera títulos como Cuenta conmigo, La princesa prometida, Cuando Harry encontró a Sally, Misery y Algunos hombres buenos (por la que estuvo nominado también al Óscar al mejor director). Pero cuando parecía que tendría una carrera prolífica y plagada de éxitos, ocurrió todo lo contrario. Al menos hasta ahora.
Viendo el tráiler de la película, parece que nos vamos a encontrar con la típica cinta cómica llena de acontecimientos extravagantes concebidos por las trasnochadas mentes de dos enfermos sesentones. Muy al contrario, y ya desde los primeros minutos, nos topamos de bruces con un drama. Un bonito y enternecedor drama aderezado, eso sí, con una buena dosis de comedia.
Es verdad que más de uno dirá que Ahora o nunca funciona única y exclusivamente por el buen quehacer de sus dos protagonistas. Ellos solos son capaces de sacar petróleo de una historia con un desarrollo algo obvio y plagada de situaciones que abusan un tanto de estereotipos cómicos y lacrimógenos. Puede que, protagonizada por otros dos actores, perdiera una notable calidad. Sin embargo, podemos destacar varios aspectos del film que nos parecen, cuanto menos, interesantes.
Comparándola con otras películas cuya trama gira en torno a enfermos terminales de diversa índole (Elegir un amor, 1991; El aceite de la vida, 1992; Philadelphia, 1993; o incluso las españolas Hable con ella, 2002; o Mar adentro, 2004), la diferencia es el aire cargado de optimismo que se respira a lo largo de la misma. No se trata de reírse de la muerte, sino del punto de vista desde el que se afronta.
Nuestros protagonistas intentan dar la espalda a su destino, al menos hasta que hagan realidad sus más primitivas y sus más superfluas aspiraciones. Pero ellos mismos se darán cuenta de que no importa lo que hagas sino con quién compartes esos momentos inolvidables. Su amistad se convierte en su verdadero descubrimiento. El amor que surge entre ellos es más fuerte que su funesto final. Entonces, entre los dos, en medio de tanto estrambótico propósito (practicar caída libre, conducir un coche de carreras o visitar medio mundo), descubrirán lo que es para ellos la felicidad. Por eso, después de ver esta película, sales de la sala con ese «buen rollo» (y también posiblemente con una lagrimita colgando de la mejilla) que la mayoría de aquellas películas no nos hicieron sentir.
El guión sólo pasa por encima de una reflexión teológica o filosófica acerca de la muerte y el papel que Dios desempeña en nuestras vidas. No es su pretensión profundizar más sobre estos aspectos. Sólo quien quiera, tendrá que hacerlo (la película no ayuda mucho al debate) cuando salga del cine.
Con la muerte en los talones
Carter y Edward tienen una sola cosa en común: a ambos les han diagnosticado un cáncer con muy mala pinta, que les lleva a compartir habitación en un hospital. Por lo demás, no pueden ser más diferentes. Carter es negro; su gran ilusión era ser profesor, pero circunstancias de la vida le llevaron a convertirse en modesto mecánico de un taller de automoción; tiene una familia estupenda, una mujer, tres hijos y un buen puñado de nietos, que le quieren de verdad. Mientras, el blanco y rico Edward tiene todo lo que el dinero puede comprar, y es un empresario de raza, además de propietario del hospital del que se ha convertido en involuntario paciente; en cambio en su vida personal arrastra tres divorcios y en la actualidad está solo; sólo se entiende con su eficaz secretario, lo más parecido que tiene a un amigo. Aunque al principio no congenian demasiado, la obligada convivencia y la enfermedad conduce a que Carter y Edward estrechen lazos. Y cuando el segundo descubre en un papel arrugado una lista de cosas que el otro querría hacer antes de morir, decide compartir esa lista y añadir otras metas propias. Lo que les lleva a iniciar juntos un viaje alrededor del mundo, y sobre todo al interior de sí mismos.
Es ésta una de esas películas que se interrogan acerca de cuáles son las cosas importantes de la vida, capaces de dar la felicidad; y que invita a dar los pasos necesarios para conseguirlas. En efecto, se distinguen los caprichos e ilusiones que están bien, pero no son para tanto (la caída libre, conducir un par de cochazos…), con la contemplación de la belleza del mundo, y así, de modo ascendente, llegar al amor de las personas, o a la consideración de lo que nos aguarda después de la muerte. En ese sentido es muy emotiva la conversación ante las grandes pirámides de Egipto, en que se habla de las ideas egipcias sobre el más allá y una suerte de juicio para acceder a la vida eterna; también destaca el panegírico final.
Aunque la trama ideada por Justin Zackham sea previsible, se agradece la humanidad con que encara un tema tan serio como la muerte, conjugando sonrisas y lágrimas, incluido cierto toque de ingenio y pillería: ¿cómo definir, si no, el momento en que una atractiva mujer intenta seducir a Carter invitándolo a su habitación mientras dice «ya sé que esto está muy manido, pero…», un modo de decir, «vale, esto es un tópico, y para que no quede ninguna duda lo digo»? Eso sí, agotan un poco las continuas demostraciones de conocimientos de cultura general del aficionado a los concursos televisivos Carter, demasiado recurrentes.
Evidentemente, esta película es una perita en dulce para los actores protagonistas, y Jack Nicholson y Morgan Freeman entregan unas estupendas interpretaciones. De todos modos, la condición estelar de dichos actores puede que perjudique un tanto a la película, tal vez unos desconocidos no abrumarían tanto, permitiendo que el espectador se centrara en la historia, y no en ver a unos tipos que actúan muy bien. Pero claro, el resultado en taquilla sería diferente.
¡Debate esta película en nuestros foros!
la rutina y el sistema matan la pasión que traemos desde pequeños, es por eso que la película nos trata de enseñar que la vida son prioridades y que estas cambian al saber que lo único que nos queda es vivir, ya nada mas importa que los que verdaderamente siempre importo.