Dirección: Mark Waters. País: USA. Año: 2008. Duración: 97 min. Género: Aventuras, fantasía. Interpretación: Freddie Highmore (Simon/Jared), Mary-Louise Parker (Helen), Nick Nolte (Mulgarath), Joan Plowright (tía Lucinda), David Strathairn (Arthur Spiderwick), Seth Rogen (Hogsqueal/Cerdonio), Martin Short (Thimbletack/Dedalete), Sarah Bolger (Mallory). Guión: John Sayles, Karey Kirkpatrick y David Berenbaum; basado en una novela de Tony DiTerlizzi y Holly Black. Producción: Mark Canton, Larry Franco, Ellen Goldsmit Vein y Karey Kirkpatrick. Música: James Horner. Fotografía: Caleb Deschanel. Montaje: Michael Kahn. Diseño de producción: James Bissell. Vestuario: Joanna Johnston y Odette Gadoury. Estreno en USA: 14 Febrero 2008. Estreno en España: 14 Marzo 2008. |
SINOPSIS
Desde el momento en que la familia Grace (compuesta por Jared, su hermano gemelo Simon, su hermana Mallory y la madre de los tres) se muda a la vieja y aislada casa de Arthur Spiderwick, su tío bisabuelo, empiezan a ocurrir cosas muy raras. Una serie de extrañas desapariciones y accidentes no tienen una explicación lógica, de modo que los hermanos empiezan a investigar. Poco a poco descubren la extraordinaria verdad de la estancia Spiderwick y de las criaturas que habitan en ella.
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CRÍTICAS
Helen se traslada a vivir con sus tres hijos -los gemelos Simon y Jared, y su hermana Mallory- a un caserón heredado de su familia, el clan de los Spiderwick. Se encuentra en un doloroso proceso de separación de su esposo, algo que lleva especialmente mal Jared, un chico despierto e imaginativo que culpa de la situación a la madre; su hermano Simon es más tranquilo, el típico empollón; y Mallory cumple con su papel de hermana mayor algo mandona, además de ser experta en esgrima. Alrededor de los Spiderwick corren extrañas historias; la tía Lucinda está recluida en un manicomio, y poco se sabe del padre de ésta, Arthur, que se dedicaba a investigar criaturas mágicas. Precisamente Jared va a encontrar por casualidad, en un cuarto polvoriento, la obra magna de Arthur: su guía de campo de criaturas mágicas, que se encuentra sellado pues en su interior alberga secretos y encantamientos muy codiciados por Mulgarath, un ogro malvado que con su pandilla de trasgos hará lo que sea por hacerse con el libro. Eso sí, la familia está protegida cuando se encuentra dentro de un círculo que rodea el caserón. aunque tal vez no por mucho tiempo.
Simpática película familiar de aventuras de corte fantástico, producida por el matrimonio Frank Marshall-Kathleen Kennedy, que adapta una novela de Tony DiTerlizzi y Holly Black. En el equipo de guionistas destaca el nombre de John Sayles, algo que sin duda es garantía de cohesión en el libreto. Además maneja la cámara alguien que también ha demostrado maña en las historias familiares: Mark Waters, que dirigió muy efectivamente Ponte en mi lugar, y que cuenta con un operador del calibre de Caleb Deschanel, que insufla un increíble realismo a las escenas con criaturas fantásticas, recurriendo por ejemplo al cambio de foco, o en las escenas en que se usa un anteojo mágico. Acierta Waters al utilizar como elemento estructurador del film la idea de que afrontar los problemas del mundo fantástico sirve de perfecto entrenamiento para abordar las dificultades del mundo real, lo que se observa especialmente en el clímax.
La imaginativa trama discurre fluidamente, conviviendo los momentos mágicos, muy entretenidos, con los conflictos filiales y fraternales, bien perfilados, e interpretados por un maravilloso reparto, donde destaca el excelente actor infantil Freddie Highmore, desdoblado en los dos hermanos gemelos, de caracteres distintos, bien atrapados. A él se suman una ya adolescente Sarah Bolger (una de las niñas de En América), y un buen plantel de actores reales (Mary-Louise Parker, Joan Plowright, David Strathairn) y de voces para personajes generados por ordenador (en la versión original Nick Nolte y los graciosetes Seth Rogen y Martin Short, para el villano Mulgarath, o las aliadas criaturas Cerdonio y Dedadele).
Fantasía casi clásica
Nacida en el año 2003 de los talentos combinados de la autora Holly Black y del escritor e ilustrador Tony DiTerlizzi, la serie de novelas Las crónicas de Spiderwick -integrada por cinco títulos principales y un expansivo ramillete de obras satélites- se presentó ante su público lector bajo la naturaleza de grata falsificación. Eran libros surgidos al amparo del contemporáneo boom de la literatura juvenil, pero que se disfrazaban de objeto encontrado, con unas ilustraciones y un trabajo de compaginación empeñados en crear el espejismo de obra historiada, antigua, engañosamente clásica. De un modo parecido, Las crónicas de Spiderwick -la adaptación / condensación cinematográfica de las cinco novelas principales- parece querer distanciarse, en sus modos y maneras, del grueso de películas que buscan, con cierta desesperación, postularse como la próxima franquicia rentable para ese sector del público: a pesar de sus abundantes -y, con frecuencia, espectaculares- efectos especiales, la película de Mark Waters tiene algo de película juvenil de las que ya no se estilan, de las que tenían cierta alma más allá de sus sinergias con el inevitable videojuego.
La historia se abre con acento gótico para cambiar de piel una vez mostradas sus cartas y formular una vehemente celebración de la visión fantástica: una familia rota llega a una vieja casa familiar que oculta un misterio entre sus paredes. El hallazgo de los cuadernos de notas de un antepasado desvelará que el nuevo entorno es la encrucijada entre dos mundos.
No sorprende encontrar el nombre de John Sayles en el equipo de guionistas: el comprometido cineasta quizás haya encontrado en este material ajeno algún punto de contacto con la imaginación fantástica que nutrió su notable y sobria El secreto de la isla de las focas (1994) o con el lúdico sentido del humor de sus años de formación en esa serie B que ya empezaba a entrar en la primera división. También podría argumentarse que el hecho de contribuir a la escritura de esta película no deja de ser un acto político por parte del autor de Matewan (1967): frente a tanta ficción juvenil aséptica y sin sustancia, Las crónicas de Spiderwick presenta un universo imaginario donde la luz y la sombra son algo más que texturas o efectos de luz.
En esta película recorrida por sapos bucaneros, un gigante polimórfico con voz y (a ratos) rasgos de Nick Nolte, duendes facundos, grifos, monstruos y hadas, el joven actor Freddie Highmore logra imponer su autoridad encarnando el doble papel de los dos contrastados protagonistas, los gemelos Jared y Simon Grace. Ningún espectador tendría que subestimar una película como ésta, capaz de reivindicar el descubrimiento y la aventura como eficaces instrumentos de seducción.
[Jerónimo José Martín. La Gaceta]
Cuando su padre se divorcia de su madre, para irse a vivir con otra mujer, los hermanos gemelos Simon y Jared, su hermana Mallory y su madre Helen se instalan en una vieja mansión de la Tía Lucinda, en mitad de un bosque al norte de Nueva York. Al poco, los chavales descubren un libro misterioso, escrito por su inquieto abuelo Arthur Spiderwick, en el que éste desvela un universo de fantasía, paralelo al real, en el que hay hadas, duendes, enanos y un cruel ogro llamado Mulgarath. Enseguida comprueban que su abuelo no era un lunático y que, en efecto, están amenazados por seres mágicos, a cuál más horripilante. Todo indica que esas criaturas tienen que ver con la misteriosa desaparición de su abuelo, hace décadas, y con la locura de Tía Lucinda, que lleva años en un manicomio.
Siguiendo la estela de La historia interminable, Jumanji, la saga Harry Potter, Las Crónicas de Narnia y Un puente hacia Terabithia, el estadounidense Mark Waters (Ojalá fuera cierto) adapta con solvencia cinco de los populares relatos fantásticos de Tony DiTerlizzi y Holly Black. Ciertamente, la película depara escasas sorpresas, tanto en su puesta en escena ?más bien convencional? como en sus temas de fondo, similares a los de otras películas destinadas a un público juvenil. De todas formas, la narración es muy ágil, los efectos visuales son espectaculares ?sobre todo en las escenas con las sílfides? y resulta acertado su tratamiento dramático del divorcio. Además, el reparto se lo toma en serio, especialmente Freddie Highmore, que vuelve a lucirse encarnando a los dos gemelos.
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