Fuga: ¿la envidia es una hermosa emoción desdibujada?
[Martín Palma Melena. Colaborador de CinemaNet]
I
Recientemente disfruté de la película Fuga (Chile, 2006). Y me hizo pensar en lo tan diferentes como complementarios que en un arte pueden ser tanto sus académicos o críticos como sus genios. Y ya entenderán por qué…
II
Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio Salieri suelen ser recordados como dos rivales paradigmáticos no sólo en la música sino quizás ya en el arte en general: sea por las leyendas que en torno a ambos se han tejido; sea por la personalidades que a ellos les imprimió una cinta como Amadeus (U.S.A, 1984), en la cual sin embargo las licencias creativas bien podrían no escasear.
Por eso: analicemos a Mozart y a Salieri no como personajes históricos; analicémoslos más bien como dos paradigmas (o dos perfiles, si se quiere) que siempre se encarnarán en diversos personajes y tiempos y lugares y disciplinas. Y para ello tratemos de imaginar cómo Mozart y Salieri serían percibidos hoy en día.
III
En los tiempos actuales, ¿Salieri cómo sería visto? Sí tendría talento. A su arte (en este caso la Música) lo sabría apreciar y lo cultivaría hasta con devoción, o sea: él podría entender muy agudamente a su actividad no sólo como un oficio sino además como una pasión; podría entender que debe no sólo ser competitivo en el mercado sino además trascender…
Aunque para trascender, este Salieri contemporáneo podría suponer que debe no sólo cultivar su disciplina; que debe asimismo aprender a marketearse y a moverse en y adaptarse al sistema, y para eso desarrollaría dotes no sólo de artista sino también de político y/o de lobista y/o de burócrata y/o de gerente y/o de relacionista público y/o de promotor y/o de diplomático y/ o de figura mediática y/o de arribista social y/o de adulón refinado hacia el poder, incluso quizás político (recordemos: el Salieri histórico llegó a ser compositor en la Corte Imperial de Viena, puesto que probablemente ocupó no sólo por su vocación musical…)
Sin embargo, por estar dentro de este perfil y por traslucir algunas de estas cualidades y defectos, él no necesariamente estaría condenado ya a ser un tipo siniestro: no olvidemos, ya en general, nuestras cualidades nos harán buenos o malos según como las orientemos. Por ejemplo, en el siglo XXI, nuestro Salieri podría ser muy carismático y tener gran capacidad de empatía, caracteres que podrían convertirlo en alguien muy conectado en los círculos o gremios adecuados (algo no malo en sí mismo); pero también en alguien dispuesto a venderle su alma al diablo no sólo para mejorar su arte sino para también acrecentar su influencia…
Al menos, entendido como un perfil y no como un personaje histórico, Salieri bien sería la versión de Maquiavelo en el arte; no obstante, dado que no sólo es pragmático sino además muy sensible, nuestro personaje siempre conservaría su exquisito olfato para reconocer un don, habilidad que en él podría traducirse en una oportunidad o en una desdicha, al encontrarse con un genio como Mozart.
Y ¿por qué dicha habilidad en Salieri podría traducirse en una oportunidad? Porque él podría mostrarse bastante equilibrado y maduro, y Mozart podría representarle el complemento perfecto para (re) descubrir su propia vocación y misión en esta vida (ya entenderán esto mejor); Mozart podría representarle además un estímulo para seguir mejorando y podría hasta admirarlo y estimarlo y saber valorar sus cualidades… ¿Por qué no? En esta vida no sólo ocurren cosas malas…
Y ¿por qué dicha habilidad en Salieri podría traducirse en una desdicha? Porque él, con una nitidez superior al promedio, reconocería en Mozart un genio que lo haría sufrir por no tenerlo. O sea: Salieri jamás le perdonaría a Mozart su prodigio y podría temerle y hasta odiarlo cual rival a quien debe derrotarse, aunque sea en el terreno ya no del arte sino del de prácticas non sanctas como la intriga y la difamación y hasta el escarnio. Y en este punto: ya arribaríamos al estereotipo del Salieri envidioso…
IV
Y, también en los tiempos actuales, ¿cómo percibiríamos a Mozart?
En el mejor de los casos, él podría convertirse en una estrella, tras haber sido descubierto por un agente o caza-talentos o promotor, entre quienes bien podría figurar algún Salieri con espíritu empresarial.
En el mediano de los casos, nuestro personaje tendría quizás un currículum aceptable, aunque probablemente no tanto como el de muchos Salieris (quienes posiblemente serían más influyentes y hábiles procurándose oportunidades y contactos), pues este genio tal vez no sea tan relacionado e ignoraría cómo marketearse y hasta podría ser ingenuo y carente de malicia.
En el peor de los casos, para la gran mayoría, este hipotético Mozart sería visto como un perdedor o como un lunático. Y quienes le detectarían talentos serían no los Salieri caza-talentos sino los Salieri envidiosos, quienes incluso podrían hacerlo sentir como tonto o hasta como pueril… Y es que la envidia es tan perversa que a los genios pueden presentarlos como exactamente todo lo contrario…
V
Al margen del destino de los genios, ya en abstracto, la genialidad suele tener una cierta dimensión sobrenatural y distinguible incluso en la más secular de las esferas: se pueden tener todas las influencias y grados académicos y medios económicos del mundo, pero ni todo eso te garantiza el poseer genio, el que finalmente o se tiene o no se tiene y punto, sin importar si eres pobre o rico; paria o renombrado. Y de allí que ya reza el refrán: lo que natura no da Salamanca no presta…
VI
Sin embargo, la genialidad no siempre se presenta tan transparente ante los ojos del común de los mortales: a veces se confunde con excentricidad o con chifladura o con algún trastorno mental (allí está por ejemplo el pobre Van Gogh; más aún, por algún documental supe de una teoría consistente en que ciertos daños cerebrales activan ciertas potencias creadoras, caso que sería el del mencionado pintor, aunque ése ya sería otro tema…)
Por eso: la genialidad necesita ser reconocida por una inteligencia igual de genial, como las de los Salieris, quienes por tanto sí tienen una misión en este mundo y no están condenados a ser unos segundones o unos eternos envidiosos y frustrados, al ver con escalofriante lucidez un talento del que carecen.
Y esto porque ya de por sí es un talento muy valioso el poder reconocer el talento en medio de la extravagancia o de algún cuadro psiquiátrico o de las maledicencias…
Y este vínculo Salieri-Mozart no sólo es aplicable a la Música sino también a otras disciplinas como a la Literatura o como a la misma Ciencia.
En la Literatura, cuán importantes son los críticos literarios, quienes también necesitan de genio y hasta de una vocación casi humanitaria: para rescatar autores de otra forma siempre desvalorados u olvidados; para escribir estudios tan prodigiosos como las obras que analizan y que de otra forma serían desestimadas o ininteligibles para el gran público (y ojo: nada impide que en una misma persona coincida el crítico y el creador y el visionario: qué mejor que un creador para reconocer a otro creador; que mejor que un visionario para reconocer a otro visionario…)
En la Ciencia, un premio Nóbel como Einstein tal vez hubiera sido considerado un necio por el establishment científico si sus aportes no hubieran sido apreciados por otro genio y premio Nóbel como Max Planck.
VII
Es interesante: Mozart y Salieri podrán ser dos personajes antitéticos, pero cuanto más entendemos a uno, mejor entendemos al otro, por lo que ambos no están condenados a ser enemigos sino hasta podrían ser muy complementarios. ¿Demasiado optimista de mi parte? No lo sé… Pero reflexionemos un poco más al respecto.
Alguien me dijo alguna vez: el inteligente es quien sabe dar en un blanco que todos también pueden ven; el genio sabe dar en un blanco que nadie más puede ver (y de allí que quizás a los pobres genios no pocas veces los acaban creyendo locos)…
En ese sentido, un Salieri también debe mostrar genialidad: un genio podría haber acertado a un blanco que un Salieri sí podría distinguir y hacer comprensible a la mayoría, dado que los susodichos genios no siempre son muy didácticos…
De allí que los Salieri también pueden ser visionarios y adelantarse a su época, y tanto como los genios, quienes incluso no pocas veces son irresponsables e inconscientes por ello de su propia genialidad (aunque aquí puedo incurrir en estereotipos, los que sin embargo algo de cierto deben reflejar).
Más aún, me atrevería a decir, en esta viña del Señor, los Salieri serían tan necesarios como los Mozarts (pero, por supuesto, no los Salieri envidiosos e intrigantes).
Y ya en este punto, podríamos afirmar, en Salieri, su paradigmática envidia podría empezar a delinearse correctamente como una hermosa vocación, ésta es: la de vislumbrar genios incomprendidos; la de vislumbrar el prodigio donde el resto sólo ve quizás únicamente trastorno…
En la película Amadeus, aun cuando sus protagonistas no responderían necesariamente a una versión histórica, Salieri sería acaso el único gran narrador: aun cuando está teñida de una mezcla de admiración y de envidia, su mirada nos permite conocer a Mozart y entenderlo y valorarlo mejor; mirada sin la cual el genio austriaco nos parecería poco menos que un desequilibrado emocional, al menos en esta versión cinematográfica.
Es decir, Salieri también poseería un don tan valioso como el de Mozart; don que no obstante si él no (re) descubre ni encamina acertadamente, podría decodificarlo mal en la envidia… Sí: acaso la envidia sea una hermosa vocación desdibujada o empañada.
VIII
Bueno, me preguntarán, si estaba hablando inicialmente del film chileno Fuga, ¿Por qué tanta digresión sobre Mozart y Salieri? Porque ambos roles son asumidos correspondientemente por dos protagonistas en esta película: Eliseo Montalban (Benjamín Vicuña) y Ricardo Coppa (Gastón Pauls).
IX
Eliseo Montalbán funge del genio. Cuando niño, presenció la violación y presumible asesinato de su hermana (y digo presumible pues en el argumento sólo sospechamos que en la menor su abuso y su deceso están vinculados, pero más datos no se nos brindan).
A partir de este suceso, Eliseo libera una potencia creadora que pareciera desbordarlo, detalle que se prestaría a algunas lecturas.
Al inicio de la historia, este compositor chileno podría ser entendido no precisamente como loco, aunque sí quizás como alguien afectado psicológicamente por la barbarie que presenció en su infancia, es decir: inicialmente, nuestro sujeto tiene muchos matices y es ambivalente y ambiguo y nos dificulta por eso el trazarle las fronteras entre la excentricidad y el genio y el trauma.
Incluso, durante una regular parte de la cinta, Eliseo sigue sin parecernos exactamente desquiciado: este protagonista sería acaso más bien frágil y sensible, aunque emocionalmente desequilibrado por los dramas que constantemente lo arremeten y que le causan un dolor desahogado en toda su intensidad sólo por la música, dado un temperamento introvertido y hasta huraño.
Sí, posiblemente, Eliseo sería más bien una persona muy vulnerable y emotiva y hasta normal, aunque confrontada a sufrimientos extraordinarios que rebalsarían la tolerancia de hasta el más ecuánime (aunque los guionistas exageraron ya demasiado asociando durante todo el argumento el arte y la tragedia en la vida de este músico, a quien en pleno éxtasis creativo siempre le acontecen desgracias entre las que están no solamente la del incidente de su hermana)…
Más aún, ya en el sanatorio mental, nuestro sujeto tampoco se nos presenta como totalmente chiflado: él muestra cierta lucidez y se siente edificado ejercitando su arte.
Y como si fuera poco, en la parte final del film, cuando ya está totalmente ganado por la enajenación, Eliseo conserva reflejos musicales que todavía pueden ser estimulados, como si en él la creatividad mantuviera cierta cordura y se las ingeniera para continuar abriéndose paso aun en medio de la patología, algo que nos parece totalmente plausible, por cómo ha sido trazado el perfil de este compositor.
Y en este punto, observamos ya en general, la música sería acaso el único lenguaje capaz de tener resonancias y hasta cierta coherencia en dimensiones muy íntimas que estarían ubicadas más allá de la razón y que nunca dejarían de estar latentes aun hasta en el más orate; la música acaso sería la única forma de expresarse para personas muy tímidas o hasta autistas, quienes no tendrían otras formas de hacer inteligibles sus vivencias y emociones y estados… Entonces, podemos preguntarnos, si en estos casos la genialidad jamás deja de procurarse misteriosos caminos aun en medio de locura.
En suma: Eliseo como personaje está muy bien interpretado y delineado; y si roza lo caricaturesco, es no tanto por él mismo sino por vivir dramas ya algo inverosímiles y hasta surrealistas (y no en el mejor sentido que Breton podría darle a este último adjetivo).
X
Pero en esta producción chilena, merece destacarse también a Ricardo Coppa, músico argentino que compra a bajo precio una partitura incompleta y creada originalmente por el propio Eliseo: esta partitura es la fuga que da título a la película.
Inicialmente, Ricardo funge del clásico Salieri envidioso: quiere hacer pasar como suya a esta pieza musical, cuyas partes faltantes para tales efectos él quiere reconstruir con cierta coherencia, y por eso pide ayuda a unos colegas.
No obstante, en algún momento, Ricardo ve descubiertas sus intenciones de plagio. Y aun así sigue obsesionado en su proyecto de conocer integra la partitura. Y esto a pesar de que a él ya no le es posible atribuirse la creación de esa obra, cuyo estilo y autor son conocidos por músicos con muchos años en el medio.
Y ¿por qué este compositor argentino da este giro volviéndose tan desprendido y hasta idealista, si ya no va a obtener beneficio alguno? ¿Él se habrá vuelto el bueno de la película así porque sí? A simple vista, Coppa podría parecer mal estructurado: presentaría vacíos, pues sería sólo un oportunista que sufriría repentinamente un cambio positivo pero inexplicable. En mi opinión, este personaje es más ambiguo y complejo de lo que aparenta: o bien debió destacársele más ciertos matices; o bien debemos observarlo más detenidamente.
Conscientemente o no, Ricardo comienza a evolucionar de un Salieri envidioso y mediocre y privado de genio a un Salieri que va encontrándose consigo mismo y (re) descubriéndose un talento distinto pero más propio: el talento de reconocer la genialidad en medio del trastorno.
Así, nuestro sujeto empieza a descifrar sus anhelos correctamente, ya no envidiando y apropiándose de creaciones ajenas, sino intuyendo una vocación que le es más auténtica y que no por eso deja de ser hermosa: la vocación de vislumbrar la genialidad en medio de la locura de Eliseo y de su sórdida historia personal…
Por decirlo de algún modo: Ricardo no es forzosamente una persona ética; él sólo comienza a presentir por dónde podría estar su más genuina realización, y él entonces ya por su propio peso comienza a actuar honesta y desinteresadamente y a atravesar con sus colegas muchas peripecias para incluso encontrar el paradero de Eliseo y conocer y rescatar del olvido la versión original y completa de la partitura, empresa cuyo éxito aun así ¿estará garantizado?
La bondad siempre es un acto consciente y libre y exige esfuerzo; no obstante, a veces al principio, algunas personas no son intencionalmente buenas, aunque comienzan a serlo cuando van aprendiendo a descifrar correctamente los anhelos de su corazón y de su auténtica vocación, y sólo entonces recién la bondad comienza a aparecer, aun cuando inicialmente sea sólo por inercia o sólo por decisiones tomadas sin querer queriendo, como diría un célebre cómico mexicano, y algo así le pasa a Ricardo Coppa.
XI
Por la manera como vuelve a actualizar las figuras de Mozart y Salieri en los respectivos personajes de Eliseo Moltaban y de Ricardo Coppa, la película Fuga me agradó…
Datos de la película
Fuga. Guión de Hernán Rodríguez, Pablo Larraín y Mateo Iribarren. Dirección de Pablo Larraín. Actores: Benjamín Vicuña, Gastón Pauls, Héctor Noguera, María Izquierdo, Willy Semler, Francisca Imboden, Luis Dubó, Alejandro Trejo, Alfredo Castro, Mateo Iribarren, Marcial Tagle, Paulina Urrutia. Producción: Hernán Larraín y Juan de Dios Larraín, 2006.