[Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos,
Vicepresidente de CinemaNet
colaborador de la revista Ciendecine ]
Dicen que rectificar es de sabios y yo me atrevo a añadir que la humildad es un grado de sabiduría; por eso, desde aquí, y antes de reflexionar sobre las dimensiones del cine, mi agradecimiento a Juan-Luis y María Dolores, los brazos armados (en el buen sentido del término) de CinemaNet, por sus esfuerzos y dedicación a esta página web que cada día tiene más seguidores, y gracias, también, al amigo Jorge Mira, que me ha sacado de mis errores (la falta de información siempre nos lleva inexorablemente al error), con lo cual me permite rectificar y poner a cada uno en su sitio.
Pero vayamos ahora a las dimensiones del cine. Las crisis económicas en el cine son cíclicas, como lo son en la sociedad. Ahora se vive una, pero ya se han vivido varias a lo largo de los siglos y la sociedad sigue hacia delante. Y no hablemos de las crisis de valores y aquí sigue el ser humano más firme que nunca.
Por lo que parece, el cine está en crisis económica, según los que mueven el dinero de la industria, desde productores a exhibidores, pasando por distribuidores, como se sabe las tres bases de la industria cinematográfica. Esta crisis económica preocupa mucho, mientras que, curiosamente, la crisis de calidad, de ideas y de valores humanos que padece este mismo cine no ha levantado ningún tipo de preocupación. Desgraciadamente el ejemplo más cercano lo tenemos en nuestra cinematografía. Se han perdido espectadores y se levanta la voz de alarma, pero se llevan ya muchos años haciendo un cine deplorable y nadie, ni profesionales ni espectadores, han dicho una palabra. Los unos siguen encerrados en su torre de cristal y los otros, sencillamente, pasan.
Para las crisis siempre hay excusas. En el caso del cine se culpa al pirateo de películas, las bajadas de Internet y otras delicias que pueden satisfacer a muchos pero que no resisten un análisis serio y profundo, que sería motivo de otro largo artículo. Sea lo que sea, los que mueven el dinero del cine (por lo menos del cine occidental) han puesto el grito en el cielo y se han lanzado, como locos, a buscar remedios urgentes a la enfermedad. Enfermedad que no es otra que el descenso de ganancias. Algo así como les pasa a los bancos que cuando no obtienen los beneficios calculados dicen que tienen pérdidas. Y los cerebros pensantes de Hollywood, que se quiera o no es el motor que mueve la maquinaria del cine occidental, se han sacado de la manga el 3D.
Más caro, ¿más superficial?
El 3D, es decir el cine en tres dimensiones, ya se inventó (o descubrió, yo en esto de los inventos y descubrimientos siempre me hago un lío, porque no distingo la sutil frontera que los separa) por allá en los años 50. Se presentó como un espectáculo y no funcionó porque la tecnología todavía estaba en pañales. Después, hace poco más de veinte años, llegó el Imax, un espectáculo total que es como llevar a los niños a un parque de atracciones, pero que no aguanta, se mire como se mire, una película de argumento. Y ahora, para luchar contra el pirateo, para animar al público a ir a las salas de cine, se pone en marcha la operación 3D.
Como saben los buenos aficionados, en nuestro país ya se han visto algunos títulos, pero lo bueno está por llegar. Directores de todo pelaje como James Cameron, Steven Spielberg o Peter Jackson están produciendo a marchas forzadas películas en 3D, y ya se anuncia que el Festival de Cannes de este año se abrirá con todos los famosos “engafados” (ya se que no es una palabra correcta pero me gusta porque me parece muy expresiva) y eso sí, con modelitos de firma y esmoquin.
Para el espectador de la calle, el que tiene que pagar religiosamente su entrada, el 3D le va a encarecer su presupuesto cinematográfico, porque la utilización de las gafas cuesta 2 euros más del precio de la entrada. Se pueden ir haciendo cuentas de lo que a una familia de cuatro miembros: padre, madre y dos hijos, le puede costar una tarde de cine en 3D. Pero, realmente esto, aún en tiempos de crisis económica es lo de menos, lo más preocupante es saber cómo la utilización de una técnica como el 3D pueda afectar a la calidad intrínseca de las películas. ¿Permitirá el 3D ver una película, pongamos tipo Ingmar Bergman, con el recogimiento, la serenidad y la profundidad mental que requiere, o la tecnología estará por encima de la historia, de los personajes, de las situaciones, en definitiva, de los valores, mejores o peores, que siempre transmite una película? ¿Un drama humano expuesto en el cine, será más drama porque esté filmado en 3D o será menos drama?
Yo, que, lo reconozco, peco de escéptico, me parece que va a ser muy difícil ver, por ejemplo un drama de interiores oscuros, de primeros planos, de personajes atormentados, de situaciones dolorosas, de cuidados flashbacks, en 3D, sin que se pierda la fuerza narrativa que tiene el cine. Todo parece indicar que entramos en una etapa de confrontación ente el 2D (es decir el cine tradicional) y el 3D. Es una situación que deberá tener su tiempo, pero desde aquí, desde CinemaNet, espacio de debate y reflexión, propongo que todos los que quieran expongan sus ideas y reflexiones sobre el tema y participen en nuestro foro. Mis “Dimensiones” son tan solo una amable invitación al debate, gracias por entrar en ellas.