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Título original: The last song. |
SINOPSIS
Basada en la última novela del escritor de best-sellers Nicholas Sparks, se desarrolla en una pequeña localidad costera del sur de Estados Unidos. Allí, un padre hasta ahora poco presente tiene la oportunidad de pasar el verano con su hija, una adolescente bastante hostil a la que le hubiera gustado quedarse en Nueva York. Intenta conectar con ella a través de lo único que tienen en común: la música.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE]
Ronnie, una adolescente rebelde, y su hermano pequeño, Jonah, pasan el verano en la playa con su padre, Steve, al que la chica no ha perdonado que se divorciara de su madre. Pero, poco a poco, Ronnie, necesitada de alguien con quien desahogarse, se irá abriendo a su progenitor, sobre todo cuando la joven se enamora de un apuesto jugador de volley-playa. El desvelamiento de varios dramas personales y familiares pondrá en peligro el precario equilibrio que han ido consiguiendo.
Este melodrama juvenil es tan sentimental, esquemático y previsible como las demás películas inspiradas en novelas del especialista Nicholas Sparks: Mensaje en una botella, Un paseo para recordar, El diario de Noa, Noches de tormenta, Querido John… Esto puede irritar a ratos, pues impone al espectador un juego poco sutil de convenciones y pseudosorpresas.
De todas formas, Julie Anne Robinson cumple tras la cámara, y arranca unas cuantas secuencias bastante emotivas. Por su parte, Miley Cyrus confirma su frescura interpretativa y da pasos en su afán por liberarse del personaje de Hannah Montana. Además, el resto del reparto le da la réplica con eficacia, sobre todo el niño Bobby Coleman, espléndido en todo momento. Finalmente, el guión no desdramatiza el divorcio —ni la perplejidad moral que genera en los hijos—, y propone un modelo responsable de relaciones sentimentales y familiares, alejado del frívolo hedonismo al uso. No es poca cosa.
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