Este primer largometraje del neoyorquino Benh Zeitlin —autor del galardonado corto Gloria en el mar— ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance y la Cámara de Oro y los premios Fipresci, de la Juventud y del Jurado Ecuménico en Cannes. Ahora opta nada menos que a cuatro Oscar importantes. Ciertamente, no es una película para todos los paladares; pero funciona como fábula moral, y aporta, sin duda, una mirada distinta al cine contemporáneo.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET
Título original: Beast of the Southern Wild
País: Estados Unidos
Año: 2012
Dirección: Behn Zeitlin
Intérpretes: Quvenzhané Wallis, Dwight Henry, Levy Easterly, Lowell Landes, Pamela Harper, Gina Montana.
Guión: Lucy Alibar y Behn Zeitlin; basado en la obra de «Juicy and delicious» de Lucy Alibar
Música: Dan Romer y Behn Zeitlin
Fotografía: Ben Richardson
Distribuidora en cine: Golem
Duración: 92min.
Género: Drama
Estreno en EEUU: 27 de Junio de 2012
Estreno en España: 25 de Enero de 2013
SINOPSIS
La intrépida e imaginativa Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), de seis años, vive en La Bañera, una paupérrima comunidad, perdida y orgullosa, instalada en una zona pantanosa entre los meandros del río Mississippi, a la que un inmenso dique separa del resto del mundo. Hace tiempo que la madre de Hushpuppy se fue, y su adorado y alocado padre, Wink (Dwight Henry), está siempre de juerga. Así que la niña debe aprender a sobrevivir en medio de la nada, rodeada de tipos singulares y animales semisalvajes. Ella percibe la naturaleza como una frágil red poblada de cosas que viven, respiran y expelen agua, y piensa que el universo depende de que todo encaje a la perfección. Su papá enferma de pronto cuando una tormenta eleva las aguas que rodean su pueblo, y Hushpuppy descubre entonces que el orden natural que tanto ama está a punto de derrumbarse. En su rica imaginación, estos acontecimientos están conectados con el deshielo de los icebergs, que libera a unas bestias arcaicas, jabalíes gigantes y con cuernos, a los que llama Uros. En un intento desesperado por reparar la estructura del mundo, y así salvar a su padre y a su hogar, esta diminuta heroína se enfrenta de cara a una catástrofe imparable de proporciones épicas.
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CRÍTICAS
[Jeronimo José Martín – COPE]
La intrépida e imaginativa Hushpuppy, de seis años, vive en La Bañera, una paupérrima comunidad, perdida y orgullosa, instalada en una zona pantanosa entre los meandros del río Mississippi, a la que un inmenso dique separa del resto del mundo. Hace tiempo que la madre de Hushpuppy se fue, y su adorado y alocado padre, Wink, está siempre de juerga. Así que la niña debe aprender a sobrevivir en medio de la nada, rodeada de tipos singulares y animales semisalvajes. Ella percibe la naturaleza como una frágil red poblada de cosas que viven, respiran y expelen agua, y piensa que el universo depende de que todo encaje a la perfección. Su papá enferma de pronto cuando una tormenta eleva las aguas que rodean su pueblo, y Hushpuppy descubre entonces que el orden natural que tanto ama está a punto de derrumbarse.
En su rica imaginación, estos acontecimientos están conectados con el deshielo de los icebergs, que libera a unas bestias arcaicas, jabalíes gigantes y con cuernos, a los que llama Uros. En un intento desesperado por reparar la estructura del mundo, y así salvar a su padre y a su hogar, esta diminuta heroína se enfrenta de cara a una catástrofe imparable de proporciones épicas.
Este primer largometraje del neoyorquino Benh Zeitlin —autor del galardonado corto Gloria en el mar— ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance y la Cámara de Oro y los premios Fipresci, de la Juventud y del Jurado Ecuménico en Cannes. Ahora opta nada menos que a cuatro Oscar importantes: mejor película, director, actriz (Quvenzhané Wallis) y guión adaptado (Lucy Alibar y Benh Zeitlin).
Se trata de la adaptación de la obra teatral Jugoso y delicioso, de Lucy Alibar, que desarrolla una singular mitología sureña, con ecos de los mejores autores de la Generación Perdida, aunque nunca pierde una fuerte personalidad narrativa, entre naturalista y onírica. Cuesta un poco asumir el tono marginal y apocalíptico de esta fábula, que parece rozar la trascendencia, aunque seguramente se queda a sus puertas. En todo caso, resultan fascinantes su poderosa resolución visual —que aplica el realismo mágico a los impactantes paisajes de Louisiana donde ha sido rodada—, su evocadora banda sonora —a cargo de Dan Romer y el propio Benh Zeitlin— y, sobre todo, la cautivadora interpretación de la niña Quvenzhané Wallis, que llena de veracidad sus singulares peripecias.
Ciertamente, no es una película para todos los paladares; pero funciona como fábula moral, y aporta, sin duda, una mirada distinta al cine contemporáneo.
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Al sur de Nueva Orleans, en la zona pantanosa, al otro lado del dique que protege de la subida de las aguas a la ciudad, en una imaginaria isla del Misisipi, llamada La Bañera vive una comunidad de gente enormemente pobre pero alegre y bulliciosa, que no está dispuesta a abandonar su tierra aunque esto suponga un grave riesgo para sus vidas. Entre ellos vive Hushpuppy, una adorable niña de seis años, huérfana de madre y que está a punto de quedarse sin padre. La pequeña está a menudo sola y debe resolverse la vida como puede en ese lugar inhóspito, materialmente rodeada de animales –un perro, gallinas, un gran cerdo negro…–. Su vivienda es una chabola inmunda, pero en ella se encuentra a gusto: es su hogar.
Una fuerte tormenta eleva el nivel de las aguas hasta inundar la isla, arrasa cuanto encuentra a su paso y deja sin hogar a los habitantes de La Bañera. A partir de entonces, las dificultades aumentan para la niña, al mismo tiempo que empeora la salud de su padre.
Este fundamento “realista” da lugar a un plano fantástico, que es la imaginación de Hushpuppy quien, con su aguda inteligencia, está descubriendo el mundo
de su entorno, y se hace de él una idea con tintes de fábula mitológica. Para ella, toda la naturaleza es una red de relaciones en las que cada pieza es única e irrepetible, de tal manera que si una sola no funciona, todo se desmorona. Cuando las aguas saladas encharcan La Bañera asolando toda vida a su paso, las piezas no encajan de ningún modo y, por tanto, el mundo no puede continuar. Y asistimos a unas escenas con tintes apocalípticos en las que se mezclan la realidad de una tierra que se pudre bajo los pies y agosta todo tipo de vida, y la ensoñación de Hushpuppy que ve cómo unos uros salvajes –que en su pensamiento son gigantescos cerdos negros con cuernos y colmillos–, avanzan en una carrera destructora, que solo un corazón fuerte es capaz de detener.
La muerte de Wink, el padre, presenta un cierto paralelismo con la desaparición del hogar y el fin de la infancia. Hushpuppy se ha convertido en un ser fuerte, capaz de plantar cara a las fuerzas de la devastación. A las desconcertantes escenas de realidad y fantasmagoría, se une la aparición de un misterioso barco que traslada la acción a un extraño club de alterne donde Hushpuppy puede encontrar un poco de reposo y ternura.
Bestias del sur salvaje ha recibido ya numerosos galardones y cuenta con cuatro nominaciones a los Oscar. La película, de una gran belleza, nos sume en una atmósfera con tintes oníricos, que inquieta y desazona. No puede tampoco dejar de mencionarse la impecable actuación de Quvenzanhé Wallis y Dwigtht Henry, que encarnan a Hushpuppy y Wink Doucet respectivamente. Ninguno de ellos es profesional de la escena y el espectador tiene la impresión de que se están representando a sí mismos en la historia. Pero, a pesar de tantos méritos y reconocimientos, no parece una película que vaya a ser del agrado del gran público y puede que más bien quede reducida a círculos muy concretos de cinéfilos.
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