Película que habla de los peligros de la clonación genética y la alteración del curso de la naturaleza con un excelente empaquetado de aventuras para toda la familia que nos depara imágenes altamente espectaculares y algunas secuencias memorables por su magnífica gestión de la intriga. Es destacable el significado que la película ha tenido en el imaginario cinematográfico por su implementación de lo digital.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Jurassic Park 3D. |
SINOPSIS
(original del 7 de mayo de 1993): Imagine que es uno de los primeros visitantes de un Parque Jurásico, una mezcla de descubrimientos científicos e imaginación visual. Llega como lo haría un niño, sin ideas preconcebidas y dispuesto a descubrirlo todo. La aventura está a punto de comenzar.
¡Debate esta película en nuestros foros!
CRÍTICAS
[Sergi Grau – Colaborador de CinemaNet]
Criaturas del pasado, imágenes del futuro
Veinte años más tarde del estreno de Jurassic Park, su reestreno en formato 3D depara la agradable recompensa del reencuentro con aquella obra per se, pero, también debe decirse que ese nuevo formato interpuesto no le añade nada a lo preexistente, o, dicho de otro modo, que podría haberse reestrenado perfectamente en 2D y hubiera satisfecho exactamente las mismas expectativas; el hecho de esta reedición en cine tridimensional debe verse, pues, como una mera estrategia comercial, de hecho bastante asidua por parte de las majors en los últimos tiempos, como lo demuestran los recientes reestrenos de filmes como Star Wars: Episodio 1: La amenaza fantasma (George Lucas, 1999) o Buscando a Nemo (Andrew Stanton, 2003).
Sin ser lo mejor de su realizador –sin duda uno de los grandes cineastas vivos–, Jurassic Park no deja de ser una buena película de aventuras, en la que se gestiona con solvencia una fórmula que hibrida material de ciencia-ficción (entregado por el sustrato de Michael Chrichton, una novela suya escrita en 1990) que habla de los peligros de la clonación genética y la alteración del curso de la naturaleza con un excelente empaquetado de aventuras para toda la familia que nos depara imágenes altamente espectaculares y algunas secuencias memorables por su magnífica gestión de la intriga (pienso por ejemplo en la primera aparición del tiranosaurio o la secuencia que carea en el interior de una cocina a dos niños y a dos letales velocirraptores).
Pero si esos veinte años transcurridos entre el estreno y este reestreno nos permiten un juicio en perspectiva, ello no tiene tanto que ver con lo que la película relata como con lo que la película significa en el paisaje del cine en la era digital: se trató del primer filme en el que, de forma clara –tras los sucesivos ensayos de James Cameron en Abyss (1989) y Terminator 2 (1991)–, se implementaron técnicas de CGI (imágenes generadas por ordenador) llamadas a convivir en continuidad y con naturalidad –me estoy refiriendo al efecto visual– con imágenes reales. En 1993, más allá del discurso temático de fondo, es evidente que los espectadores pagaban su entrada de la película para, principalmente, ver dinosaurios en movimiento, y efectuados según las ultimísimas tecnologías infográficas.
Consciente de ello, hay una determinada secuencia que se hace interesante glosar, pues, a poco de pensarlo, vale por toda la película, pues en ella se revelan no pocas claves narrativas pero también, al mismo tiempo, y sobre todo, cuestiones metanarrativas, sobre la propia resonancia tecnológica y, de ahí, cultural, de la película. Me estoy refiriendo al momento en el que, a poco de llegar los protagonistas a la isla donde está radicado el parque temático jurásico, el jeep se detiene y la cámara retiene el instante en el que el paleontólogo Alan (Sam Neill) se queda anonadado ante una visión que le parece increíble, para después mostrar ese mismo efecto en el rostro de su esposa Ellie (Laura Dern), y sólo después de ello mostrar lo que fascina a los dos paleontólogos: una manada de braquiosaurios, los primeros dinosaurios que tanto ellos como el espectador podrán contemplar. Para ellos es una visión literalmente fabulosa, que trasciende todos sus sueños, pues están viendo, en movimiento, criaturas extinguidas hace miles de años a las que habían analizado, evidentemente, desde los estudios de fósiles y las deducciones científicas, proposiciones que de un plumazo resultan innecesarias porque esos seres poco menos que mitológicos están ahí, ante ellos, vivitos y coleando.
Pero lo crucial que resulta esa secuencia en el relato halla su equivalencia en lo referido al significado que la película ha tenido en el imaginario cinematográfico por su implementación de lo digital. Al parecer, Spielberg, que inicialmente había previsto crear dinosaurios por la vía de animatronics –mecanismos articulados, reales- mediante el especialista Stan Winston, y efectuar aportaciones digitales sólo en última instancia (bajo la responsabilidad de Dennis Muren y la ILM), se quedó sin palabras después de ver una escena realizada por esos especialistas en efectos digitales en la que se veía una animación de una persecución llevada a cabo por el Tyrannosaurus (según George Lucas, Spielberg manifestó: “es uno de esos momentos cruciales de la historia, como la invención de la bombilla eléctrica o el teléfono; se ha dado un paso adelante, y las cosas nunca volverán a ser como antes”).
Así que, volviendo a la secuencia de la película, podría ser, en la expresión de Sam Neill y Laura Dern, el propio cineasta quien no diera crédito a lo que ven sus ojos, al atestiguar las posibilidades infinitas de creación de formas que permiten las imágenes generadas por ordenador. Los científicos de la película, el cineasta que la firma, y los espectadores que la contemplan giran la cabeza, se levantan del asiento y permanecen solemnemente pasmados ante la visión del futuro del cine.
Al respecto, se puede decir que es irónico que el futuro se visualice precisamente en la recreación de unas criaturas antediluvianas; pero por suerte aquí los componentes de dudosa ética que la película pone en solfa no nos afectan, pues el cine es, por ende, mentira, así que por tanto sólo se trata de elecciones estéticas, de formatos y de conceptos sobre lo espectacular, o apenas sobre lo posible de ver. Otro debate lo podría promover quien detesta, o le desagrada, que el cine mainstream –y el no tan mainstream– haya llegado a estandarizar tanto y en relativamente tan poco tiempo la llamada imagen de síntesis. Pero eso ya es otra historia…
Animales prehistóricos
Obra maestra del suspense, la aventura y la ciencia ficción de un especialista como Steven Spielberg. Un rico empresario (Richard Attenborough) ha llevado a cabo uno de su sueños: convertir una remota isla del Pacífico en un paraíso natural donde se dan cita todo tipo de animales prehistóricos. Esta isla, llamada Parque Jurásico, ha sido posible gracias a las más avanzadas técnicas de manipulación genética, de modo que se han podido gestar especies extinguidas hacía millones de años. Cuando un grupo de científicos visita el parque comienzan sin embargo a tener pequeños contratiempos, que con los días se convierten en una pesadilla. Entre los animales hay verdaderos asesinos, como los «velocirraptores», una especie de agilidad y agresividad increíbles. Lo que parecía una visita de placer se convierte en una carrera hacia la supervivencia.
Aventura y acción sin respiro nos ofrece esta impresionante superproducción, que cuenta con tres Oscar en su haber y una música fantástica a cargo de John Williams.
¡Debate esta película en nuestros foros!