Estimable producto veraniego que resulta entretenido, domina un tono juvenil —a pesar de su violencia—, ofrece varios golpes de humor divertidos y culmina con una memorable y larga secuencia de acción. Sin embargo es demasiado larga y muy desequilibrada en su transición de western hiperrealista y violento a aventura trepidante y cómica, casi infantil, lo que da lugar a diversas caídas de ritmo y abruptos cambios de tono.
ESTRENO Título original: The Lone Ranger. |
SINOPSIS
El famoso héroe enmascarado vuelve a cobrar vida a partir de una nueva mirada. Un nativo americano y guerrero espiritual narra las historias —nunca antes contadas— que transformaron a John Reid , un hombre de ley, en toda una leyenda de la justicia. Un épico viaje con sorpresas e ironías junto a dos inverosímiles héroes que aprenden a trabajar juntos y a luchar contra la codicia y la corrupción.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
En 1869, el joven e idealista fiscal John Reid (Armie Hammer) viaja en tren hacia un inhóspito pueblo de Texas, cercano a territorio indio y ahora en auge por la construcción del ferrocarril, a cargo del poderoso Sr. Latham Cole (Tom Wilkinson). En el mismo tren viajan arrestados el cruel asesino Butch Cavendish (William Fichtner) y el extravagante comanche Toro (Johnny Depp) —Tonto en la versión original—, que van a ser juzgados en el mismo pueblo. Pero, casi al final del trayecto, los secuaces de Cavendish liberan al forajido, mientras que Reid y Toro salvan la vida de milagro. En el pueblo les acoge el hermano de Reid, Dan (James Badge Dale), un prestigioso y aguerrido Ranger, casado con la bella Rebecca (Ruth Wilson), el amor de juventud de Reid. Enseguida, Dan organiza una partida para ir en busca de Cavendish, y el trágico destino hará que Reid y Toro tengan que formar tándem al margen de la ley, con el primero convertido en El Llanero Solitario y con el indio en funciones de escudero.
Precedida de críticas demoledoras y de un rotundo fracaso comercial en Estados Unidos, se estrena es España esta versión fílmica del popular héroe del Oeste, creado para la radio en 1933 por George W. Trendle y posteriormente desarrollado para la televisión por Fran Striker. En realidad, se trata de un intento del director Gore Verbinski y el productor Jerry Bruckheimer de adaptar al western la misma fórmula de su saga Piratas del Caribe. De hecho, Johnny Depp —comodísimo en su desmelenada caracterización de Toro— tiene casi más protagonismo que Armie Hammer, que más o menos da la talla en su interpretación del íntegro justiciero.
Ciertamente, la película es excesiva, demasiado larga y muy desequilibrada en su transición de western hiperrealista y violento —casi a lo Sam Peckinpah— a aventura trepidante y cómica, casi infantil, lo que da lugar a diversas caídas de ritmo y abruptos cambios de tono.
En todo caso, el conjunto resulta entretenido, domina un tono juvenil —a pesar de su citada violencia—, ofrece varios golpes de humor divertidos y culmina con una memorable y larga secuencia de acción, en la que se despendola todo el equipo técnico y artístico. Además, la puesta en escena de Verbinski tiene vigor visual, y se ve reforzada por la poderosa fotografía de Bojan Bazelli —bellísimas sus panorámicas de Monument Valley— y la vibrante banda sonora de Hans Zimmer.
Queda así un estimable producto veraniego, que seguramente tenga más éxito fuera de Estados Unidos, donde los seguidores de El Llanero Solitario esperaban otra cosa.
El enmascarado y el comanche
1869. El joven fiscal John Reid llega a un pueblo de Oeste, en Texas, lugar inhóspito, con la amenaza constante de los indios –ahora en paz inestable con el hombre blanco–, en auge gracias a la construcción del ferrocarril gracias al poderoso Sr. Cole. En el mismo tren viajan arrestados el asesino Butch Cavendish y el comanche Tonto, que van a ser juzgados. Pero antes Cavendish va a escapar, mientras que Reid y Tonto van a formar por casualidad un tándem que salvará la vida de milagro tras el accidente del tren. Una vez en el pueblo Reid contactará con su hermano Dan, hombre de acción que trabaja como Ranger para desgracia de su joven esposa Rebecca. John marchará con su hermano en busca del asesino fugado y de su banda, pero caerán en una sangrienta emboscada…
A los pocos minutos de película, y sin ver los títulos de crédito, cualquier espectador será capaz de adivinar que detrás de esta superproducción están los mismos responsables de la saga iniciada por Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra, comenzando por el productor Jerry Bruckheimer, pasando por el director Gore Verbinski y siguiendo con el equipo de guionistas formado por Ted Elliott y Terry Rossio, al que aquí se suma Justin Haythe (Revolutionary Road). En realidad El llanero solitario sigue esquema tan idéntico de la trilogía sparrowiana que es como si Verbinski sólo hubiera cambiado las aguas del mar por las arenas del Oeste.
En cuanto a tipologías humanas, ahí están el hombre blanco, justiciero a su pesar, y el salvaje comanche, unidos únicamente por su objetivo común; la diversificación de enemigos; la damisela en apuros entre ambos bandos; y, por supuesto, el botín (sólo que aquí el oro es cambiado por la plata). Al margen de cualquier obra anterior sobre los personajes creados para la radio en 1933 por George W. Trendle y posteriormente desarrollados para la televisión por Fran Striker, aquí los guionistas se las apañan para elaborar un guión sobre el inicio de la asociación entre el enmascarado justiciero y el comanche Tonto, un relato eficaz, aunque quizá algo enrevesado si se tiene que, a la postre, el argumento es simple. Hacia la mitad del film hay claramente un bajón de ritmo, como era de esperar dada su larga duración y la enorme dosis de acción del inicio de la película y a la absolutamente loca secuencia final, en donde asistimos a una ópera de efectos especiales, ritmo frenético, tiroteos y velocidad que no ofrece respiro.
Es indudable que estamos ante un perfecto vehículo de entretenimiento, diseñado inteligentemente para la taquilla. Sin embargo, también lo es que se notan sus defectos. Tanto el prólogo como el epílogo resultan superfluos, y canta demasiado su sentido artificioso: servir de anzuelo para el público infantil. Pero, sobre todo, no funcionan bien y empiezan a ser cansinos los enormes contrastes tan típicos en las películas del equipo de Bruckheimer: por un lado, el vaivén continuo entre el humor infantil, tontorrón (al estilo Sparrow), y la seriedad, con algunas escenas violentas que llaman especialmente la atención; por otro lado, hay dosis de realismo cuando se requiere y luego fantasías de cuento de hadas poco digeribles; por último, los efectos especiales resultan demasiado anacrónicos en una ambientación tan clásica como el lejano Oeste, como ya se pudo comprobar en productos fallidos al estilo Wild Wild West. En este sentido, Verbinski homenajea puntual pero claramente a John Ford, con esas preciosísimas tomas de Monument Valley o con el grupo religioso cantando en el tren la legendaria “Shall We Gather At The River”, para luego olvidarse por completo de ese “mood” clasicista. Son remembranzas del «Far West» que terminan pronto para dar paso a enfoques más modernos, sin importar el territorio.
En cuanto a los actores, contra pronóstico el que mejor está es probablemente William Fichtner (Black Hawk derribado), que encarna a un psicópata asesino con un rostro poco reconocible. Johnny Depp vuelve a ser Jack Sparrow –sólo que esta vez en lugar de pirata es indio– y genera serias dudas sobre si es capaz de hacer algo diferente. Por su parte, Armie Hammer (La red social) esta correcto, simpático, aunque le falta un poquito de empatía con la historia, con su personaje, con el tono… La chica, una guapa y poco conocida Ruth Wilson (Luther) está poco aprovechada. Se echa en falta además una banda sonora a la altura, aunque se recuperan ciertos ritmos clásicos de Oeste que cuadran la mar de bien.
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