Biopic de gran interés intelectual e histórico, pero minoritario por su factura y enfoque… porque la banalidad del mal no está al alcance de quien no quiera pensar. En definitiva, una película muy instructiva e interesante, que debieran ver no sólo los amantes de la historia, sino los estudiantes de Filosofía, Derecho y Ciencias Políticas.
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PELICULA RECOMENDADA POR CINEMANET Título Original: Hannah Arendt. |
SINOPSIS
Hannah Arendt, filósofa, pensadora y periodista, judía y exiliada en los Estados Unidos, es enviada a Jerusalén por The New Yorker a cubrir el jucio del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, quien es juzgado y condenado a muerte. Durante cuatro años trabaja, marcada por la controversia, escribiendo un libro titulado «Informe sobre la banalización del mal» el cual provoca inmediatamente un escándalo internacional.
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CRÍTICAS
[Julio R. Chico – Colaborador de CinemaNet]
La banalidad del mal
Margarethe von Trotta (“Visión: La historia de Hildegard Von Bingen”) continúa prestándonos su mirada femenina e inquisitiva para contemplar realidades del siglo pasado, con retratos de mujeres luchadoras y de gran altura humana e intelectual, y con una perspectiva humanista que atiende a cuestiones morales en las que se radiografía nuestra sociedad. En esta ocasión, se acerca a la filósofa alemana y judía Hannah Arendt, discípula de Heiddeger, para penetrar en su pensamiento acerca del mal, y hacerlo primero desde la teoría política y después desde la propia experiencia sufrida. Exiliada en los Estados Unidos desde 1933, trabaja como escritora para la revista The New Yorker cuando, en 1961, es enviada a Jerusalén para cubrir el juicio contra el nazi Adolf Eichmann, recién capturado en Argentina por los servicios secretos israelíes.
Para ella, asistir al juicio supone un reto intelectual y también personal por su condición de judía, por lo que decide afrontarlo desde posiciones especulativas y no emocionales, tratando de entender lo que ha impulsado a ese hombre mediocre a cometer esas tremendas atrocidades. Al final, se cuestiona la responsabilidad de quienes, obedeciendo de manera autómata a sus superiores, han perdido su capacidad de reflexión y por tanto su identidad como sujeto moral. Desde ese momento, piensa, esos individuos no son susceptibles de condena alguna aunque sus actos hayan sido ciertamente criminales y horrendos. En realidad, han dejado de ser humanos y por eso la aproximación a esa triste realidad debe hacerse considerando la banalidad del mal, su carácter a-personal y meramente burocrático.
Son conclusiones puramente filosóficas con las que no pretende justificar la barbarie nazi, y que encuentran certificación en su propia vida cuando autoridades políticas y académicas la someten a un vacío y desprestigio… que no era sino una nueva forma de “holocausto intelectual” e intolerancia, ahora a cargo de una comunidad judía a la que Arendt había responsabilizado indirectamente de lo sucedido en la guerra por su calculada, tibia e interesada resistencia (próxima a la colaboración) a la política de Hitler. Es la manera intelectual de adentrarse en el subconsciente colectivo del pueblo judío, que se considera víctima y no co-responsable de lo sucedido, de ponerles un espejo frente al que mirarse y donde reflejar en su posterior conflicto con los árabes.
Con lo dicho hasta ahora, se desprende que “Hannah Arendt” es una película densa en su discurso filosófico y político, con todos los matices que exige un pensamiento tan elaborado y profundo. Ciertamente, es una cinta de visionado arduo porque obliga al espectador a permanecer atento a cada palabra y reflexión, a esforzarse por comprender su pensamiento y por liberarse de prejuicios, aparte de conocer la realidad histórica contemplada. Sin embargo, el interés de la cuestión y la espléndida interpretación de Barbara Sukowa hacen que merezca la pena sacar la entrada. La actriz consigue, con su actitud ponderada y su mirada reflexiva, transmitir un pensamiento ajustado y contener unos sentimientos dolorosos, dar vida a una mujer valiente que fue fiel a sí misma y a la intelectualidad.
Posiblemente el guión sea excesivamente discursivo y filosófico, y eso dificulte que la película llegue a un público amplio, pero no todo el cine es de palomitas. Por otro lado, la historia queda fragmentada en dos partes bien diferenciadas que actúan a modo de tesis y antítesis, para llegar a una síntesis sobre el origen del mal… que corre por las venas de la condición humana. En definitiva, estamos ante un biopic de gran interés intelectual e histórico, pero minoritario por su factura y enfoque… porque la banalidad del mal no está al alcance de quien no quiera pensar.
[Juan Orellana – Alfa y Omega]
Adolf Eichmann fue el nazi encargado de coordinar el transporte de los judíos a los campos de concentración. Al finalizar la guerra huyó a Argentina, donde llevó una vida normal durante quince años ocultando su verdadera identidad. En 1961, tras su secuestro y traslado ilegal a Israel, se inició en Jerusalén el juicio a Eichmann, acusado de genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial y de crímenes contra la humanidad. En 1999, ya se afrontó cinematográficamente este tema en un largo documental francés dirigido por Eyal Sivan, titulado El especialista. Retrato de un asesino moderno. Por otra parte, años después, la película de ficción Eichmann, de Robert Young (2007), contaba todo esto desde la perspectiva del acusado.
La cuestión es que el juicio tuvo un importante eco internacional, y fue objeto de intensas polémicas. Por ello, medios de todo el mundo quisieron enviar corresponsales. The New Yorker envió, a petición de ella, a Hannah Arendt, una conocida filósofa judía alemana en el exilio, discípula —y algo más— de Martin Heidegger, y afincada en Estados Unidos desde 1941.
La película Hannah Arendt arranca en ese preciso momento, y nos cuenta las reacciones que se produjeron entre los judíos cuando The New Yorker comenzó a publicar sus artículos, recopilados finalmente en un libro, editado en 1963 en Nueva York con el título de Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. En esos artículos, Arendt definía a Eichmann como un burócrata, que obedecía automáticamente las órdenes de sus superiores sin cuestionarse nada, sin que su humanidad ni si conciencia se pusieran en juego. A esa situación indolente, que los filósofos antitotalitarios del movimiento Carta 77 llamarían posteriormente “escatología de la impersonalidad”, Arendt la denominó “la banalidad del mal”.
Esta reflexión fue criticada por pensadores judíos, pero lo que realmente la enemistó con gran parte de la comunidad judía, y con sus colegas hebreos de la Universidad, fueron los párrafos que dedicó a los conocidos Consejos Judíos, a los que acusó de cierto colaboracionismo con el Tercer Reich. Intentaron echarle de la Universidad, y gran parte de sus amigos le retiraron el saludo. Especialmente doloroso para Arendt fue su ruptura con Hans Jonas (Ulrich Noethen), amigo del alma que se negó a volver a hablarle. Él la acusó de antisionista, y como tantos viejos amigos, decidieron que Hannah no estaba involucrada en el destino de su pueblo. Ella se sintió incomprendida, sola e injustamente tratada. Este revés en la vida de Hannah es precisamente de lo que trata el filme.
Es realmente admirable que alguien se atreva a hacer una película como ésta, y que además lo consiga desde el punto de vista financiero. Llevar a la pantalla un episodio de la vida de una filósofa, cuyo trabajo fue eminentemente intelectual, y conseguir un entretenido resultado, tiene indudable mérito. La responsable es una veterana de cine alemán, Margarethe von Trotta, cuyo anterior largometraje, Visión, estaba también dedicado a una singular mujer: la religiosa mística Hildegarda de Bingen.
Volviendo a Hanna Arendt, la cineasta consigue, desde la ficción, introducirnos en el sufrimiento de Arendt, en su coherencia moral, en sus conflictos íntimos, en su carácter audaz. Por supuesto, que esto no hubiera sido posible sin la magistral interpretación de la actriz alemana Barbara Sukowa, que hizo de Hildegarda von Bingen en la antedicha Visión. En realidad, toda la película pivota sobre ella, ya que la puesta en escena es muy clásica, incluso académica. Pero el mayor interés está en las discusiones que plantea, en los discursos de Arendt y sus diatribas. Por ello, el público de esta cinta requiere unos mínimos de formación que le permitan navegar sin naufragar por esta pequeña historia. Alrededor de ella circulan personajes de cierto interés, como las amigas de Arendt: la famosa novelista Mary McCarthy (Janet McTeer) o la posterior administradora de su obra, Lotte Köhler (Julia Jentsch). Pero, sobre todo, destaca su segundo marido, Heinrich Blücher (Axel Milberg), personaje fundamental para humanizar a la protagonista. En cambio, Heidegger (Klaus Pohl), en los flashbacks que recuerdan el pasado de nuestra filósofa, está dibujado más toscamente, rayando quizá la caricatura.
En definitiva, una película muy instructiva e interesante, que debieran ver no sólo los amantes de la historia, sino los estudiantes de Filosofía, Derecho y Ciencias Políticas.
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Me ha sorprendido comprobar que las cosas bien hechas, y las personas íntegras atraen siempre. He visto interesarse por esta película a personas no muy entendidas en cine y de edades diversas.
Las críticas que aquí se hacen, simplemente, muy buenas.
Estamos todos de enhorabuena descubriendo, o recordando a Hannah Arendt
Hannat Arendt y su obra controversial expuesta al acucioso análisis,entre otras,su libro «Informe sobre la banalización del mal» son vivo ejemplo de integridad en la conformación de su pensamiento íntegro y honesto,sin condicionamientos ni chantajes,ni para complacer a «intelectuales» acomodaticios de cafés y galerías.