La chica desconocida

Enrique Chuvieco

Soy periodista, colaboro en distintos medios: Aleteia, Alfa y Omega, Religión en Libertad, Páginas Digital, Revista Misión. Soy crítico de cine en Pantalla 90 y Cinemanet. Miembro del jurado del Festival Cine Educativo y Espiritual de Ciudad Rodrigo.

Una ética voluntarista que exige al individuo una respuesta escrupulosa por los derechos del prójimo es la que nos proponen Jean Pierre y Luc Dardenne, los hermanos belgas, en su nueva propuesta cinematográfica, La chica desconocida, tras Dos días y una noche, una historia más redonda y concluyente que la actual, que contó con la interpretación brillante de Marion Cotillard.

Ambas siguen la vena social de los hermanos Dardenne, empeñados en contar historias de gente corriente sujeta a dilemas éticos. En esta, es la doctora Jenny (Adèle Haenel) quien compromete su libertad para encontrar algún dato de la mujer a la que le negó la atención en su consulta porque había terminado la hora de atención al público. Poco después, aquella mujer de color aparece muerta en la ribera del río.

La joven doctora se implica en rastrear la identidad de la mujer muerta para ponerle una lápida en el cementerio, ya que nadie la ha reclamado. El camino que tiene que recorrer en su investigación se va complicando y poniéndola en momentos peligrosos, pero no ceja en su determinación casi policiaca.

Hay varias tramas paralelas, como la de su ayudante, dispuesto a dejar la carrera médica y al que intenta convencer machaconamente para que no lo haga; y la de un joven al que trata para curar sus dolencias estomacales que ocultan secretos inconfesables.

Bien dirigidos por los Dardenne, su protagonista y el resto de intérpretes se nos hacen cercanos, como en anteriores propuestas de los directores belgas, pero el ritmo lento, en ocasiones, ralentiza el filme, restándole esa fuerza dramática que tenía, por ejemplo, Dos días y una noche, donde la protagonista se embarcaba en solicitar a sus compañeros de trabajo que se pronunciarán a favor de ella ante la empresa.

En aquella se evidenciaban las miserias humanas más que en La chica desconocida. Jenny actúa y no se arredra ante las dificultades. El motor de su valentía se encuentra en darle un nombre a quien había fallado y resultado muerta, pero con quien no tuvo un ápice de contacto. Esta ausencia de afecto por la fallecida es inversamente proporcional a su actuación ante situaciones comprometidas, lo que evidencia una generosidad e intrepidez kantiana del deber por el deber un tanto fría. Tal vez el aspecto más “artificial” de esta buena propuesta de los hermanos Jean Pierre y Luc Dardenne.

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