En Vivo, el cineasta Jorge Pareja explica cuatro historias reales de personas que se encontraron cara a cara con alquien a quien muchos no logran ver. Con un profundo poso espiritual, este documental producido por Hakuna Films muestra cuatro testimonios de conversión alrededor de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, sin adornos ni exageración.
La película se estrenará en España el 9 de abril, e irá llegando progresivamente a más cines. La lista de cines se irá anunciando en la web vivolapelicula.com
Vivo es el primer largometraje “profesional” que dirige, ¿cómo surgió el proyecto?
Hasta ahora he dirigido varios proyectos, pero nunca un largometraje documental. Vivo se remonta a finales de 2017, cuando una persona con la que ya había colaborado para hacerle un video promocional para su empresa me llamó y me pidió grabar una misa de Acción de Gracias en la Catedral de La Almudena. Acepté encantado, sin saber lo que me iba a encontrar allí. Lo único que sabía es que era una Misa para un grupo de personas de Hakuna.
¿Sabía en aquel momento lo que era Hakuna?
No tenía ni idea. Tras realizar esa grabación y montar el video, quedé gratamente satisfecho; ese día vi cosas que nunca había imaginado que podían suceder en una Iglesia. La gente que estaba allí parecía exultante, transmitían un sentimiento de felicidad y de pasión que intenté se viera reflejado en el video. Entonces hablé con el sacerdote Don José Pedro Manglano, que fue quién había organizado todo, y él me contó que el video había gustado mucho a todo el mundo, y que tenía en mente un proyecto más ambicioso y a largo plazo. Me dijo que quería dar a conocer al mundo la importancia de ese trozo de pan, de la fuerza de la Eucaristía de esa representación a través de la Hostia Consagrada. Y me dijo que le gustaría que yo pudiera llevarlo a cabo en la parte audiovisual.
Para usted, ¿Vivo ha sido un trabajo profesional o ha estado involucrado personalmente?
Siempre ha sido profesional, pero poco a poco ha ido formando parte de mi vida. Han sido ya unos tres años de convivir, empaparme y disfrutar con toda la gente de Hakuna y con otras muchas personas con las que ya les consideras parte de tu familia. De hecho, José Pedro Manglano será el sacerdote que bautice a mi tercera hija, en cuanto encontremos un hueco en las condiciones de pandemia actuales.
Vivo es un documental. No hay actores, ni los protagonistas tienen nada que ver con el mundo de la interpretación. Sin embargo, todos resultan totalmente creíbles, parecen espontáneos, están sueltos, nada impostados… ¿ha sido muy complicada la dirección de actores? El resultado, en todo caso, es excelente.
Por suerte para nosotros, los personajes tienen una naturalidad innata que se transmite en pantalla, y que hizo que fuera más fácil poder llevar las entrevistas. Es cierto, eso sí, que intentamos que todos se sintiesen a gusto y con la confianza necesaria para poder hablarnos de ciertos temas personales que en otro caso hubiera sido imposible.
¿Cómo creó esta confianza?
En el caso de Andrea, por ejemplo, antes de grabar los testimonios estuve con ellos en un voluntariado en Portugal, donde pude acercarme más y vivir de primera mano su experiencia. Con Carlos, fuimos a un viaje de Hakuna por los Alpes e Italia, donde intentamos ya grabarle algún testimonio, pero no funcionó. Más adelante, ya en Madrid y en casa de sus padres, la entrevista funcionó muchísimo mejor. Ahí él estaba relajado y podía expresar tal cual lo que sentía.
¿Ha habido “casting” o se trata de los únicos casos de conversión conocidos? ¿Cuál ha sido el criterio de selección?
Sí, hubo una selección de los testimonios. En un primer momento conocíamos las historias de más personas, y de hecho no sabíamos que al final quedarían cuatro testimonios. El tiempo y las necesidades nos han ido guiando a través de los personajes, para que en un tramo más avanzado de la producción pudiéramos tomar la decisión de con quién nos quedaríamos.
Por ejemplo, decidimos que Jaime Barón, que en un principio no iba a salir, no podía dejar de estar en la película, por su fuerza y por su experiencia en la vida. En cambio, otros que sí estaban, decidimos finalmente no usarlos, y no por falta de dicción o naturalidad, sino para darle a la historia una harmonía y un hilo conductor. Los personajes de Andrea; Carlos; Antonio y Sonsoles, y el propio Jaime eran, en conjunto, los idóneos para que el proyecto cobrase sentido.
Firman el guion usted y Jaime Pineda, ¿los monólogos de los personajes han sido elaborados por ustedes, por ellos o ha sido un trabajo conjunto?
En realidad, los testimonios de los personajes son totalmente espontáneos, no hay un guion que les marque lo que han de contar o no. Lo único que hacíamos una vez preparado el set improvisado era sentarnos con ellos, ya conociendo un poco su historia. Jaime Pineda se había encargado de elaborar esas cuestiones, y les iba preguntando cosas que pudieran guiar al espectador del documental y que nos sirvieran para poder encaminar todas las historias. De ahí surgían un montón de giros, historias y anécdotas que luego en la sala de edición dieron lugar a una vorágine creativa para dar un sentido a todo lo grabado.
¿En que medida las cuatro historias han sido modificadas para convertirlas en cinematográficas?
Creo que la manera de hacer estas historias cinematográficas es el tratamiento visual que hemos intentado darles, unido a un guion trabajado posteriormente a las grabaciones de todas ellas, una vez que descubríamos todo lo que nos estaban contando.
Usted es director, coguionista, responsable de fotografía, operador de cámara y, de nuevo con Jaime Pineda, montador. Parece claro que se ha contado con muy poco presupuesto, ¿ha habido momentos de crisis en los que se ha llegado a pensar que habría que abandonar el proyecto?
Por supuesto que sí, pero no pasó hasta el momento de sentarnos y revisar todo el material. Fue cuando planteábamos como empezar a montar la historia, se nos venía todo abajo por falta de contenido, o por falta de estructura narrativa. Hubo unos días duros en los que realmente Jaime y yo estuvimos muy preocupados por el rumbo que podíamos darle a aquello, pero por suerte no duró mucho, gracias a Jaime -y puede que, como dice José Pedro Manglano, al Espíritu Santo- y a nuestros pequeños rituales de charlas en el balcón de mi casa. Una idea suya nos generó un sinfín de posibilidades y después de eso nos retroalimentamos con un montón de sugerencias que iban haciendo brotar un enorme árbol lleno de ramas que conectaban todas las historias en un mismo punto: la adoración a Jesucristo a través de la Hostia.
Es una película creyente, sobre la presencia viva de Dios en la Eucaristía en el ámbito de una asociación católica. Sin embargo, vista en conjunto, es interesante para cualquier persona sea o no creyente. ¿Cómo se consigue ese difícil equilibrio?
Pienso que la clave es contar historias reales y que esas historias vengan de mundos totalmente distintos, mundos con pasados católicos, agnósticos o ateos. Realmente todos ellos convergen a través de una misma experiencia, pero no la hemos impuesto, simplemente contamos la verdad de lo que ha pasado en sus vidas.