Strange Darling | De malas decisiones

Gabriel Sales

Licenciado en Periodismo, Máster en Comunicación y Branding Digital, Máster en Matrimonio y Familia y Máster en la Unión Europea. Apasionado comunicador y crítico de cine, personalista practicante y absoluto seguidor del séptimo arte más reflexivo. Cada película es una ventana hacia nuevas perspectivas y emociones, no subestimemos las historias que retan nuestro acomodo mental.

Si algo queda cristalino tras ver Strange Darling es que la sinuosidad narrativa y el desorden estructural están concebidos para acrecentar el impacto, la tensión y el pulso al drama durante todo el metraje. Esto se suma a unas interpretaciones protagónicas a las que se permite respirar y que por ello brillan sobremanera. Estamos ante un gran thriller de no menor olor clásico para dejarse llevar con mucha paciencia, más que nada al principio.

La cinta de J.T. Mollner cocina con gran propiedad ingredientes propicios a dar un golpe en la mesa en lo que al género se refiere. Parte de un bajo pero bien invertido presupuesto para desarrollar una siniestra historia que de manera caótica explota y crece constantemente el morbo por violencia, sexo y cierta esquizofrenia atmosférica, sobre todo sustentada por el derroche expresivo-corporal de Willa Fitzgerald.

Todas las sensaciones del espectador emanan principalmente de la virtud probada en los apartados técnicos. Con un estilo muy distintivo a la par de evocador, el director marca el tempo dramático con música, gama cromática y planos. Esto queda muy potenciado por la narración desdibujada de la linealidad a la que todo público se inclina por defecto. Ciertamente cuesta situarse un buen rato, y terminas por encajar las piezas cuando ya llevas un par de capítulos titulados en pantalla.

Encuentro menos enjundia en cómo exprime la temática, haciendo que el contenido no destaque al nivel del resto de puntos. Si bien es cierto, el conjunto no merma demasiado, puesto que el objetivo está en sumergir con unas formas que te desbordan por completo. En definitiva, es una obra muy lograda, enteramente de sensaciones cuya misión es atrapar y desasosegar. No conviene esforzarse en buscar contenido profundo y pedagogía alguna, no va de eso.