Hace pocos días Netflix estrenaba la 7ª temporada de la docu-serie Formula 1: Drive to Survive. Parece que fue ayer cuando, hace años, la plataforma californiana anunciaba a bombo y platillo la llegada de un nuevo formato que haría las delicias de los aficionados a la Fórmula 1. Sentir la emoción en los garajes de las escuderías, ver la cara más personal de los pilotos y acceder a imágenes inéditas de la competición más exclusiva del mundo, a priori, tenía su interés. Y ya han pasado 7 años desde entonces, y los que estén por venir. Evidentemente, este formato no se presta a un análisis como los que acostumbramos a hacer en Cinemanet, pero sí que nos permite reflexionar sobre el crecimiento de este tipo de productos.
Desde hace unos años el género de docu-series deportivas ha experimentado un auge considerable. Desde los primeros All or Nothing que lanzó Prime hace años, pasando por El último baile (el del mito de la NBA Michael Jordan) de Netflix hasta la consolidación de Formula 1: Drive to Survive demuestran que este tipo de productos tiene demanda. ¿Hacen falta más ejemplos? Pensemos en la aparición de la plataforma DAZN, que no sólo ofrece deporte en directo, sino que también tiene un catálogo en crecimiento de documentales deportivos; y pensemos también en la docu-serie Break Point de Netflix, que pretendía aplicar el mismo enfoque de la Fórmula 1 al mundo del tenis. Pero aquí Netflix no ha tenido tanto éxito; en 2024 se anunció la cancelación de Break Point tras 2 temporadas.
Es el caso fallido de Break Point el que nos muestra más a las claras las claves que están detrás del éxito de Formula 1: Drive to Survive. Y para entenderlo mejor, antes un poco de historia. Siempre se achacó a los antiguos dueños de la Fórmula 1, encabezados por el incombustible Bernie Ecclestone y su compañía Formula One Management, que el deporte más exclusivo, tecnológico y competitivo del mundo tuviera una imagen algo anticuada de cara a aficionados, nuevos mercados y patrocinadores. Pero todo cambia en 2017 cuando la Fórmula 1 pasa a manos de Liberty Media, un grupo norteamericano dedicado al sector de los medios de comunicación y del entretenimiento. Ellos tenían muy claro que había que dar espectáculo dentro y fuera de los circuitos. Y que una imagen poderosa del producto era la mejor carta de presentación.
Liberty Media quería explotar la gallina de los huevos de oro de la Fórmula 1; incrementar el número de aficionados, acceder a mercados con muchísimo potencial como Estados Unidos u Oriente Medio, atraer más patrocinadores y tentar a más fabricantes históricos de coches para entrar en el gran circo de la Fórmula 1. La reflexión era sencilla. ¿Cuál es la plataforma de entretenimiento con un mayor número de suscriptores en el mundo? Netflix. Así que la sociedad entre ambos estaba clara. La Fórmula 1 se aseguraba un altavoz de alcance mundial y Netflix sumaba millones de visualizaciones.
No cabe duda de que Formula 1: Drive to Survive es el mejor ejemplo de un “fan service”. Un producto hecho por y para el espectador. Pero funciona, y lo seguirá haciendo mientras Liberty Media y Netflix quieran. Ya tenemos la 7ª temporada en parrilla y a saber cuántas más vendrán en los próximos años. Las comparaciones son odiosas e injustas y, en este caso más si cabe pero, sólo por ponerlo en perspectiva, esta docu-serie acumula ya más temporadas que grandísimos títulos como Breaking Bad, Better Call Saul o Los Soprano. Es evidente que no hay comparación posible, que esto es otra cosa muy diferente, pero Formula 1: Drive to Survive tiene claro el formato: imágenes espectaculares, teatrillo con cierta intriga, rivalidad entre equipos, y conocer el lado más personal de los pilotos. Puro producto palomitero que funciona. Espectáculo y negocio unidos para que el gran circo de la Fórmula 1 siga rodando por el mundo.