Si ves una película y te dicen que es de Estados Unidos o de Reino Unido, es muy fácil adivinarla solo con ver los primeros quince minutos; la tonalidad de la fotografía y la forma de filmar ya destacan en el caso británico. Si a esto le unimos la gran cantidad de actores, tanto principales como secundarios, es imposible destacar a alguien en particular por la fuerza de la actuación coral. Aun así, si tuviera que elegir, me quedo con Laura Carmichael.
Es una gran película que lo tiene todo: belleza, un guion brillante, diversión y muchos mensajes de bondad y valores. Habla de la importancia de la familia, la fidelidad y el amor. Tiene tantos mensajes que conmueven. Magnífica la escena en la que el patriarca de la familia, durante una cena con su mujer e hijos, recibe la propuesta de que deje el poder y que sea su hija quien lo asuma. Él se resiste, pero su mujer le toma de la mano, con toda la familia presente, y le dice: “Te queremos todos”.
Otra escena inolvidable ocurre cuando, al llegar la realeza a una fiesta, una mujer divorciada es obligada a abandonar el lugar delante de todo el público porque estabas mal visto ver una mujer que estaba a punto de separase. La orquesta se detiene, ella se retira y la música vuelve a sonar. Ella y sus padres, avergonzados, se esconden bajo una escalera mientras entra la realeza. Una secuencia tan dura como impactante.
La película retrata con gran maestría cómo el servicio doméstico —mayordomos, camareros, cocineros— sabe todo lo que sucede en la familia de la burguesía, y cómo se tejen relaciones humanas de calidez entre dos mundos opuestos.
Lo más hermoso del cine es emocionarse, y si una película logra hacer llorar, aún más. Yo lloré con varias escenas, y pocos directores consiguen llegar tan profundamente al alma del espectador.
Esta obra entra en el top 15 de las mejores películas sobre la burguesía, en el ranking de las 150 mejores de familia, y entre las 25 mejores del 2025.