Una de las cosas buenas de este director, Imanol Uribe, es que de su filmografía —que ya suma 18 películas, desde la primera en 1981, La fuga de Segovia— la mitad son grandes largometrajes, como Días contados (que ganó el Goya), Miel de naranjas (2012), La carta esférica (2007) o El rey pasmado (1991). Con 74 años, está mejor que nunca contando historias.
En esta ocasión plasma la década de los 60, entre España y Alemania, en los años de la Guerra Fría y el espionaje. La vida de un matrimonio cambia cuando el protagonista recibe una enigmática invitación para conocer a su madre biológica en un Berlín del Este sumido en plena Guerra Fría. Sin él saberlo, aceptar esa invitación se convertirá en el mayor error de su vida, ya que se verá atrapado en un plan secreto de la KGB para establecer su centro operativo en la España franquista. En ese plan, su hermano gemelo Klaus jugará un papel clave, usurpándole la identidad, la familia y la vida entera.
No era fácil contar esta historia tan compleja, y más aún mostrar cómo la actriz Aura Garrido duerme todas las noches con una persona que cree que es su marido, pero en realidad es el otro hermano gemelo.
Gran thriller, y quizás Uribe, con esta película, ha rodado su tercera mejor obra de sus 18 largometrajes. En algunos momentos consiguió rozar al genio del suspense y la intriga de Alfred Hitchcock. A pesar de algunas lagunas en el guion y en la trama, la película resulta soberbia en narración, montaje e interpretación, con Álex González y Aura Garrido brillando maravillosamente.
Los minutos finales recuerdan en algunas fases a otra película de la Guerra Fría y de espionaje: La vida de los otros (2006), que está entre las 100 mejores películas de la historia. Grandes momentos en las escenas finales, con silencios y pocos diálogos que hacen más grande a esta película.