La película cierra con la frase: “A los hombres se les juzgará por lo que han hecho, no por lo que hacen”. Con ella concluye una versión de los juicios de Núremberg muy distinta de otras anteriores, especialmente de la mítica ¿Vencedores o vencidos? (El juicio de Núremberg) de 1961, considerada entre las 300 mejores películas de la historia. Esta nueva versión dura 150 minutos y no entra en la sala del juicio hasta pasada la primera hora y veinte.
El film se centra en la relación entre el psiquiatra estadounidense Douglas Kelley, interpretado por Rami Malek, y Hermann Göring, encarnado por un imponente Russell Crowe. Lo que plantea es un duelo intelectual y psicológico: Göring intenta salvarse de la horca y el psiquiatra busca abrirse paso en su mente para detectar sus debilidades y colaborar con la acusación. La relación entre ambos se vuelve tan compleja que hasta rozan la amistad; Kelley llega a localizar a la mujer y la hija de Göring y las visita. Todo se convierte en un juego peligroso donde las palabras funcionan como armas y cada movimiento puede alterar el equilibrio.
La historia está basada en hechos reales. Douglas Kelley publicó tras los juicios el libro 22 celdas en Núremberg, que pasó sin pena ni gloria, y fue uno de los responsables de evaluar la aptitud mental de los altos cargos nazis para ser juzgados. La película saca mucho partido de ese material y lo convierte en un drama-thriller de enorme fuerza.

Las interpretaciones son excelentes, tanto las de los dos protagonistas como las de un reparto coral muy sólido. La dirección destaca por su precisión narrativa, su fotografía, el ritmo del montaje y algunos planos secuencia muy medidos. La ambientación y la atmósfera, cargada de tensión, sostienen la mezcla entre drama, thriller y momentos de acción. La primera vez que el juicio aparece en pantalla, a través del traslado desde la prisión hasta la sala, es puro cine.
La película también incorpora la presencia de la Iglesia. En una conversación con el fiscal, el papa le dice: “Usted juzga mucho. Las leyes de Dios son las únicas verdaderas”.
Pese a su duración, engancha desde el primer minuto por lo bien filmada que está y por la variedad de recursos visuales que despliega. Los últimos treinta minutos tienen una fuerza especial. Göring, interpretado por Crowe, le asegura al psiquiatra que no morirá en manos del verdugo, y cumple su palabra: se suicida con cianuro en su celda. También predice que Kelley no será feliz, y él mismo acabaría quitándose la vida de la misma forma.
Una película contundente, intensa y muy bien hecha.







