Hace escasos meses hemos asistido al estreno de Guillermo Tell. Su visionado y la lectura de algunas de sus críticas me ha llevado de la mano a recordar una obra maestra del cine de aventuras clásico: El halcón y la flecha. The Flame and the Arrow es una película de aventuras de 1950 dirigida por Jacques Tourneur. La traducción original da más protagonismo al amor y a la lucha por la libertad, simbolizados por la antorcha o la llama, frente a la opresión y la injusticia.
La versión original ha sido proyectada en la Filmoteca valenciana hace poco. Una amiga que no la había visto nunca, señalaba que es una obra que envuelve al espectador. Es intemporal e imperecedera. Como diría Spielberg: “Es como si tuvieras una lupa y vieras el mundo de manera diferente. La luz, el sonido, la visualización… todo funciona en armonía para crear una experiencia mágica”.
Literatura y cine
En relación a la literatura, El halcón y la flecha surge de un guion original del magistral Waldo Miller Salt. La historia de Dardo se dice que tal vez bebe de los textos literarios surgidos de Robin de los bosques y de Guillermo Tell.
La primera mención manuscrita de Robin Hood se encuentra en Pedro el Labrador (Piers Plowman), de William Langland, en 1377. Los datos sobre la existencia de Robin Hood fueron recogidas en La pequeña gesta de Robin Hood, de Wyrkyn de Worde, quien popularizó el uso de la imprenta en Inglaterra en 1459.
Como se sabe, la película Las aventuras de Robin Hood de 1938 con Errol Flynn y Olivia de Havilland consiguió 3 Óscars: Mejor banda sonora, montaje y dirección artística de sus 4 nominaciones. Emblemática e insuperable a día de hoy.
La primera mención de Guillermo Tell, personaje legendario de la independencia de Suiza, a veces conocido como «Wilhelm», aparece en una colección de manuscritos medievales sobre la historia de Suiza reunida en 1474 por Hans Schriber. Más tarde Friedrich Schiller popularizó el amor y la glorificación de la libertad a través de este personaje en su obra teatral de 1804 que fue adaptada al Cine en 1960 por Michel Dickoff.
Aunque hay muchas versiones de este personaje, la última película de Will Tell es la de Nick Hamm. Podemos decir que es visualmente atractiva y de corte clásico en cuanto al estilo épico. La grandiosidad de las imágenes, sin embargo, no acaban de atrapar al espectador. Para algunos críticos su ritmo es irregular, con exceso de diálogos poco creíbles y con personajes que parecen de cartón piedra con los que es difícil empatizar. Un exceso de imágenes hiperrealistas de gran dureza y un cierto estilo woke, incoherente para la época, impiden conectar con ciertos tramos de la historia. Lo cierto es que, en comparación con la cinta de 1950, a la acción le falta humor y dinamismo. A diferencia de la naturalidad y simpatía del protagonista de El halcón y la flecha nos encontramos con cierta oscuridad en Guillermo Tell. Ambos personajes son humildes y se sacrifican por el pueblo oprimido de una manera heroica, pero en el caso de Will desconocemos rasgos de su psicología y apenas hay rasgos diferenciados. No hay optimismo sino cierta amargura y fatalismo.
La mayoría de las escenas contrastan con la belleza y claridad que surgen de la película de 1950 en la que el rigor histórico es mucho mayor, si cabe, y el desarrollo y evolución de los personajes es más rico en matices. Como señalaba un crítico: “La historia es sencilla, se explica con trazos rotundos y con admirable concisión. Los diálogos son claros y breves. Los hechos se relatan con elegancia y suavidad, marcas propias del sello de Tourneur. El relato es colorista y alegre, transpira un acertado tono épico y exótico y está salpicado de humor. Reúne las características propias de un cuento: enfrenta el bien y el mal, el protagonista se comporta como un héroe sin dejar de ser humano.” Tiene razón, esta película magistral es capaz de involucrarte en los hechos y de conmoverte por las vicisitudes de los personajes con los que se sintoniza de inmediato.
La importancia de un buen guion: el guion como género literario
Cristina Jiménez Gómez de la Universidad de Córdoba, en su artículo sobre La autonomía del guion cinematográfico como género literario, comenta:
“El guion guarda la misma relación con una película que la obra teatral escrita con la obra teatral representada. Que un guion o una obra teatral escrita hayan nacido para ser objeto de una metamorfosis y convertirse en película o en obra teatral, no los hace menos obras literarias”.
“El guion cinematográfico no constituye un simple instrumento para la realización final del film, sino que requiere ser estudiado como un texto artístico y como un género literario en sí mismo en tanto que posee unas características retóricas, estéticas y poéticas que son expresadas a través del lenguaje cinematográfico”.
José Luis Borau en su discurso de ingreso en la Real Academia Española titulado “El cine en nuestro lenguaje” creó las bases para el premio a los guiones cinematográficos que desde 2013 se otorgan en España. A diferencia de otros directores, demuestra la influencia que ha tenido el séptimo arte, a través de sus guiones, en el lenguaje de las últimas décadas, así como en la literatura española.
Un ejemplo es la obra de Waldo Miller Salt quien escribió el magnífico guion original para El halcón y la flecha. Claramente los guiones originales son un género literario con su característica propia y algunos de los grandes lo han demostrado.
Waldo Miller Salt como guionista fue ganador del premio Óscar y BAFTA al mejor guion por las películas Midnight Cowboy en 1969 y Coming Home en 1978 y ganador al mejor guion original por El regreso en 1979. También estuvo nominado a los premios Edgar Allan Poe al mejor guion adaptado por Serpico en 1974. Contó así mismo con el premio WGA al mejor guion de western por Raquel y el extraño de 1948. Los Premios WGA del Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (The Writers Guild of America Awards) premian los logros en la escritura en cine, televisión.
Después de morir en el año 1987, se realizó el documental Waldo Salt: A Screenwriter’s Journey en el año 1990. Desde 1992, se entrega el premio The Waldo Salt Screenwriting Award en el Festival de Cine de Sundance.
La película: El halcón y la flecha
En el siglo XII, Lombardía se encuentra tiranizada por el conde germano Ulrich (Frank Allemby) apodado «El Halcón». Dardo Bartoli (Burt Lancaster), un montañés que vive su vida, acaba involucrado en la lucha por la libertad cuando su hijo es detenido por el noble. La madre del niño, Nona Bartoli (Aline MacMahon) había abandonado a Dardo en favor del conde. Con ayuda de su compañero Piccolo (Nick Cravat), raptarán a Anne de Hesse (Virginia Mayo), la sobrina de “El Halcón”, para lograr liberar al pequeño Rudi Bartoli (Gordon Gebert). La lucha tendrá momentos dramáticos cuando se interponga Alessandro (Robert Douglas) que ama a Anne.
La película obtuvo dos nominaciones a los Óscar: a la mejor música y a la mejor fotografía, todo un logro teniendo en cuenta que en 1950 hubo más de diez obras maestras del cine y el género de aventuras no era considerado como primera opción para estas candidaturas. Contrario a las apariencias, al decir de Garci, no solo se trataba de un cine de aventuras o de romance, era un cine social y político que contenía mensajes cifrados para quien supiera descubrirlos.
Tras el visionado en la Filmoteca en su versión original destaco algunas ideas sobre esta película haciéndome eco de los comentarios que hicieron en su día dentro del programa Qué grande es el cine de Garci.
Cuenta con una escenografía que recuerda estilos operísticos, musicales y circense en un crescendo alegre y positivo. Asombra su ritmo frenético, su vitalidad, e ingenuidad. Esta asombrosa ligereza es lo que hace de esta obra una película con vocación de eternidad. La simpatía y la alegría que encontramos en Dardo se refleja también en El temible burlón (The Crimson Pirate, 1952), dirigida por Robert Siodmak, con los mismos protagonistas, compañeros de circo y amigos en la vida real, cuya complicidad se detecta en cada fotograma. Ambos realizan toda clase de proezas acrobáticas sin ser doblados. Actores y especialistas a la vez.
Aunque pudiera parecer un pasatiempo de Jacques Tourneur, que deja ver la impronta de Robin Hood en escenas concretas, sin embargo demuestra ser un director todoterreno. En su haber: La mujer pantera, Retorno al pasado, Tierra generosa, Noche en el alma, Días de gloria, etc… Se sabe que no rechazaba ningún encargo, pero los hacía suyos y los trabajaba de modo impecable. Todo tipo de géneros y series pasaron por su experta dirección. En este caso tanto los actores, como el mensaje, la decoración, la música y la fotografía son un puzle que encaja a la perfección enhebrados por el maravilloso guion original.
El contexto histórico está bien trabado. El siglo XII conoció las rebeliones contra Federico Barbarroja por parte de los lombardos. La carga moral y política de fondo queda reflejada incluso en los colores de las escenas. La fotografía de Ernest Haller muestra el castillo gris del malvado frente al colorido del bosque de estilo post impresionista. El bosque como signo de libertad y reducto de valores humanos frente a la ciudad corrupta llena de injusticia. La luz y el color que se expanden cuando los emboscados entran en el castillo para salvar al hijo de Dardo. Este director de fotografía nominado en 7 ocasiones lo ganó por Lo que el viento se llevó.
Podemos observar también una evolución creíble en los personajes tanto para bien como para mal. En el caso de Dardo Bartoli pasa del individualismo egoísta al compromiso social y deja los enamoramientos frívolos ante el auténtico amor. En el caso de Anne pasa de la frialdad altanera de la clase alta a la comprensión de los valores de quienes solo poseen un buen corazón y un gran amor a la libertad. Incluso la madre, Nona Bartoli, se redime encontrando la muerte al defender a su hijo en un segundo rapto por parte de El Halcón. Una evolución negativa encontramos en el Marqués Alessandro que acaba rival del que le había salvado. Evolución moral en medio de escenas, sorprendentes hoy día, que son tratadas con buenas dosis de humor evitando así ser mal interpretadas desde la óptica actual.
Por último, la banda sonora del gran Max Steiner, con música de reminiscencia italiana, nos introduce en un mundo medieval que subyuga dentro de la tosquedad de los medios en que se produjo esta cinta. Con 26 nominaciones a lo largo de su carrera y 3 premios Óscar este compositor austriaco, afincado en Estados Unidos, no defrauda. En su haber: Lo que el viento se llevó, Casablanca, Centauros del desierto entre tantas obras maestras incuestionables.
En el cine se consideran clásicas a aquellas películas que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen siendo relevantes, influyentes y valoradas por la crítica y el público. En especial las que se realizaron entre 1900 y 1960 a lo largo de cuyo periodo se sentaron las bases de la cinematografía tal y como la conocemos hoy día. El halcón y la flecha forma parte de este brillante acervo cultural por lo que se suele decir es de obligada visión para todo tipo de públicos.
En mi opinión, contrastada con otros críticos, la luz, el brillante estilo general, la coherencia de guion y la evolución de los personajes así como el reflejo de la época en qué ocurren los acontecimientos están mejor trabados en la historia de Dardo que en la de Will. Eso es lo que define un clásico. No es un desmerecer. Acercarse a un clásico en algún punto, es ya un honor para cualquier película actual.