Largometraje dramático y familiar basado en un libro de Margarett Buell Wilder que recopilaba una serie de cartas escritas a su marido mientras este combatía en el ejército de los EEUU durante la Segunda Guerra Mundial.
Este melodrama de 1944 refleja las dificultades de una familia media norteamericana con escasos recursos que debe mantenerse a flote apoyando la causa de la guerra como buenamente puede. La fortaleza y el afecto de la madre, apoyando a su esposo con sus cartas, y ayudando a sus dos hijas adolescentes a madurar poco a poco, es el pilar de la película que cuenta con un elenco maravilloso de actores de primera talla.
El proyecto de la película fue de David O. Selznick quien revisó la obra y añadió más personajes y desarrolló más temas sobre la obra original. John Cromwell, su director, dirige una cinta que refleja la cotidianidad de una familia, reflejo de otras muchas, que tuvieron la misión de ser para sus seres queridos el refugio y la esperanza para la vuelta a casa. Sus sacrificios diarios y escondidos fueron una luz que animaba a tantos de los que arriesgaban su vida por la libertad.
Anne Hilton (Claudette Colbert) es la imagen de América como le señala su amiga del Este de Europa acogida en el país. Ella es el reflejo del hogar al que regresar tras los dramas de la guerra, capaz de dar esperanza y optimismo ante un futuro sombrío e incierto. Es la columna que mantiene una unidad familiar sagrada capaz de integrar en ella a todos los que se acercan. La evolución en el carácter del coronel, acogido en la casa, y en la madurez de su hija mayor es una buena muestra de ello.
Con una interpretación memorable, Claudette Colbert (Óscar diez años antes por Sucedió una noche) está rodeada por grandes profesionales del mundo del cine. Su hija mayor Jane es interpretada por Jennifer Jones (Óscar el año anterior por La canción de Bernadette). Un papel de gran intensidad emocional con el entonces su marido Robert Walker que encarna a Billy, nieto del coronel Smollet, maniático inquilino de la casa interpretado por Monty Woolley. Jane Hilton, en su papel de adolescente, va madurando a lo largo de la cinta enfrentándose a las dificultades de la vida con mayor realismo. Dejará de lado sus sueños románticos y quiméricos y comprenderá la necesidad de salir de sí misma para estar pendiente de los demás. Será capaz de ayudar a los heridos del hospital, de animar a un timorato Billy a ganar en autoestima y de enfrentarse con la injusticia del coronel frente a su nieto.
Joseph Cotten es Toni, el amigo alegre, bromista e incondicional de la familia. Su amistad afectuosa y encantadora con Anne esconde tal vez un amor imposible que, con los años, ha sido capaz de transformarse en ternura. Sigue maravillado del amor que ésta siente por Tim, el marido ausente y hará lo posible por llevar consuelo y serenidad a la familia.
Shirley Temple interpreta a una jovencísima Brig, llena de espontaneidad, frescura y afecto hacia todos y cada uno de los que se le acercan. Encantadora en un papel que parece que va ganando en naturalidad a medida que avanza el metraje.
Hattie McDaniel (Lo que el viento se llevó o Murieron con las botas puestas) es Fidelia, la asistenta de la casa. Su papel, aunque típico para esta actriz, no deja de sorprender por su naturalidad y expresividad. Su simpatía a raudales llena la pantalla tanto en los momentos cómicos como en los dramáticos.
Por último, resaltar la participación de dos actores imprescindibles de los años cuarenta: Agnes Moorehead, como la egocéntrica amiga de Anne, cuyo patriotismo se centra en realizar actos benéficos y bailes donde ella es la anfitriona y la breve aparición de Lionel Barrymore que, como sacerdote de la iglesia de la ciudad, realiza un breve discurso, alabando la defensa de la sagrada herencia de la libertad y alabando a los que se sacrifican por ella. Finaliza diciendo: “este es nuestro lema: en Dios confiamos. Estas últimas palabras se han convertido en las estrofas de nuestro himno nacional”. La cámara enfocada desde abajo da relevancia a sus palabras y engrandece al que las pronuncia dando un tono profético a las mismas. Una emotiva escena que, teniendo en cuenta que la guerra estaba todavía en curso, suponía un impulso de esperanza y queda reflejado en los rostros esperanzados, pero extremadamente cansados, de los allí presentes.
La fotografía de Garmes Lee y Stanley Cortez es una preciosidad. Estos genios de la luz de tendencia expresionista, combinan luces y sombras magistralmente y consiguen resultados mágicos en escenas como la de los prometidos en el porche, los bailes de los soldados en el hangar con una débil luz que presagia futuras despedidas o la sombra alargada de Jane cuando despide a Billy en la estación creando un sentimiento de soledad y tristeza inabarcables. Los primeros planos, abundantes, permiten bucear en los sentimientos de los protagonistas haciendo que participemos a fondo de sus inquietudes y temores.
La banda sonora de Max Steiner, cuidada al extremo, ganó el único Óscar de las 9 nominaciones que tuvo la película. Podemos percibir detalles como el Ave María de Schubert en momentos de intensidad dramática cuando la pequeña de la familia reza por su padre desaparecido. Del mismo compositor y director será la película Lazo sagrado (1939) y esta melodía estará presente también en el momento más dramático de la película cuando Carole Lombart reza en la capilla del hospital suplicando por la vida de su hijo enfermo.
Desde que te fuiste es una de las películas más logradas de Cromwell. Con casi tres horas de duración, sin apenas acciones relevantes, consigue mantener la atención del espectador involucrándolo en la cotidianidad de la familia Hilton y sus amigos, con sus pequeños y grandes problemas de convivencia, con sus crisis económicas o sus amores ausentes o presentes… Así, la presencia de Tim, ausente en toda la cinta, es espectacular por la combinación de planos mostrando sus fotos, su sillón, su perro… Es un militar más en lucha por la libertad, pero es sobre todo el padre, el esposo y el amigo ausente y sin embargo siempre presente a lo largo de la historia. La celebración de la Navidad en las últimas escenas dará un giro a la historia devolviendo la esperanza a toda la familia.
Elwood Dager Cromwell (más conocido por John Cromwell) fue un actor, director y productor cinematográfico norteamericano de gran soltura a la hora de rodar melodramas. Entre sus obras, a parte de las ya mencionadas, destacan El pequeño Lord (1936), El prisionero de Zenda (1937), Las aventuras de Marco Polo (1938) o Ana y el rey de Siam (1946).
En el caso de este exitoso drama bélico la novedad fue centrar la historia en los que se quedaron no tanto en los que se fueron. Refleja de manera asombrosamente natural el esfuerzo desesperado por mantener la vida tal como era antes de la guerra pese a las grandes dificultades para lograrlo. Filmada en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, nos salpican los temas esenciales de la vida que resultan de interés también en la actualidad. En efecto, como se suele decir, estamos casi inmersos en una Tercera Guerra y esta película nos ayuda a pensar en aquello que sirvió de apoyo entonces y que igualmente puede ser de apoyo en estos tiempos turbulentos.
Son épocas distintas y sin embargo los seres humanos son iguales en esencia. Nunca pasarán de moda los valores que realzan la dignidad de la persona humana: el valor de la unidad familiar y el amor incondicional; la fe; la esperanza en un futuro mejor; la solidaridad humana frente al individualismo egocéntrico; la lealtad y el compromiso; el sacrificio por el bien común, etc… Valores que son el centro de esta obra y la convierten en un homenaje al hogar americano tal como se señala al inicio de la película. Al fin, un homenaje a la cotidianidad luminosa de lo que debería ser un auténtico hogar.
Este precioso drama bélico, familiar, centrado en vidas ordinarias en tiempos convulsos nos recuerdan que los valores más básicos se custodian en cada familia. Son todos ellos, reflejados poéticamente en este estupendo film, los que pueden salvar de la mediocridad y del caos este tiempo tan enfermo en sus puntos neurálgicos.
Parafraseando a G.K.Chesterton, la misión de cada familia y de cada hombre o mujer de bien “es salvar toda la luz y toda la libertad que puedan salvarse, oponerse al arrastre descendente del mundo y esperar días mejores” y concretaba: “un padre y una madre unidos en matrimonio, tomados de la mano, paseando con sus hijos en brazos, van a ser el gesto más revolucionario e intrépido en este decadente siglo”. Ojalá que de la mano de los grandes pensadores y de las grandes películas logremos reconquistar espacios de sentido común en esta sociedad adormilada.