Carlos Iglesias, actor y director, firmó en 2006 la extraordinaria Un franco, 14 pesetas, una obra que figura entre las mil mejores películas del cine mundial y entre las cien más destacadas del cine español. Ahora vuelve con su tercera historia real y su segundo acercamiento a la Guerra Civil. En 2011 ya había rodado Ispansi, centrada en los 3.000 niños que la República envió a Rusia para protegerlos de los bombardeos nacionales, siendo los primeros evacuados los de los orfanatos.
En esta nueva película, Iglesias regresa a Rusia para narrar una historia dura y basada en hechos reales. El protagonista, un sacerdote procedente de una familia acomodada, viaja para cumplir la promesa que hizo a su madre: recuperar el cuerpo de su tía, enfermera de la División Azul, fallecida en la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Al investigar una muerte ocurrida hace ochenta años, sus certezas empiezan a tambalearse. Cuando los cuerpos son recuperados y llevados de vuelta a España, el análisis de una de las balas revela un dato inesperado que transforma por completo la historia familiar. En un pueblo donde, durante la guerra, todo era posible, un hombre bueno fue asesinado y el culpable, para limpiar su conciencia, fue enviado al frente ruso. Desde España, una joven del mismo pueblo, movida por la venganza, fue a buscarlo para matarlo.

La película brilla gracias a la interpretación del propio Carlos Iglesias en el papel de sacerdote y de Silvia Marsó, cuyo personaje emprende con él el viaje a Rusia para descubrir la verdad de lo ocurrido setenta y siete años atrás. Entre ambos nace una amistad sincera y hay una escena especialmente emotiva en la que Marsó le dice: “A un cura se le puede dar un beso”, seguido de un gesto cargado de pasión y humanidad, sin más pretensiones.
No es una película perfecta, pero tiene algo especial. Está bien narrada y cuenta con grandes interpretaciones, no solo de los protagonistas, sino también de los secundarios, con un Miguel Rellán que vuelve a estar impecable en su tercer papel destacado del año. Por momentos recuerda a Soldados de Salamina (2003), tanto por el enfoque como por algunas escenas.
Lo más interesante es cómo una bala olvidada durante setenta y siete años reabre las heridas familiares en Ciudad Rodrigo y permite reconstruir lo que sucedió realmente durante la guerra. El cierre de la película rinde homenaje a las víctimas que aún permanecen enterradas. Tras varios trabajos menos inspirados, Carlos Iglesias sorprende con una historia poderosa y muy recomendable.







