Título Original: Tulpan |
SINOPSIS
Tras finalizar su servicio militar en la armada, el joven Asa se dispone a regresar a su lugar de nacimiento en la agreste estepa de Kazajistán. Allí viven su hermana mayor, y el marido de esta, dedicados a la única ocupación posible en aquel lugar; los rebaños de ovejas. De ellos aprende que si quiere dedicarse al ganado, y tener su propia ganadería, va a tener que encontrar una mujer. El problema es que las chicas solteras no abundan en la zona. Tulpan, la hija de otra familia de pastores, parece ser la única candidata posible, pero ella tiene otros planes.
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CRÍTICAS
[Miguel Fernando Ruiz de Villalobos – Vicepresidente de CinemaNet]
Mientas la sociedad occidental, consumista, tecnológica y democráticamente aborregada, fomenta el aborto entre las preadolescentes, en el Kazajistán, en la dureza de una estepa que mete directamente al ser humano en este planeta que es la Tierra, por lo que parece tan convulso como la sociedad actual, Asa, un aspirante a pastor, que sueña con una vida serena y familiar en ese inhóspito lugar, lucha por salvar a la cría de una cabra en un boca a boca estremecedor.
Mientras buena parte de los profesionales del cine español tratan temas intrascendentes en películas de ínfima calidad e interés, un cineasta de Kazajistaán, el debutante en el largometraje Sergei Dvortsevoy (1962), filma una película que es un absoluto canto a la vida y a la Naturaleza, un grito de libertad y dignidad en un espacio que como la estepa del noveno país en extensión del mundo, cuyos habitantes -dos por kilómetro cuadrado- viven perdidos en la inmensidad de esa estepa central asiática, donde Rusia y China se diluyen en un paisaje sin fin de arena, viento, sol, tornado, cabras, burros y camellos. Tras una carrera como documentalista, Sergei Dvortsevoy se ha lanzado con «Tulpan» a dar a conocer como viven los pastores de una región libre de contaminación, de corrupción, de protestas y de mentiras.
Y lo hace a través de la historia del joven Asa, un muchacho que ha estado sirviendo en la marina rusa durante varios años y que regresa al hogar de su hermana, casada con un férreo y trabajador pastor de la estepa, y madre de tres hijos de diferentes edades. Película ejemplar, que permite al espectador occidental -al que quiera profundizar- reflexionar sobre el origen de la identidad humana, el valor que tiene la vida de una simple cría de cabra, o el cuidado que un animal merece en un habitat de tanta dureza (la secuencia del veterinario que lleva en su motocicleta con sidecar un joven camello herido), y la inocencia que preside el día a día de los mayores y de los niños.
Tulpan es el nombre de la muchacha con la que Asa se quiere casar, pero ésta le rechaza por una razón tan nimia como poderosa: para ella tiene las orejas muy grandes.
La verdad, como es lógico, es otra, ella no está interesada en Asa, y rompiendo con las tradiciones ancestrales, también los derechos de la mujer van llegando a lugares tan alejados como el que conforma el mundo de Asa y las bodas de conveniencia ya no tiene la misma vigencia de tiempos pasados, quiere decir quien debe ser su esposo. Pero Asa ve la figura de Tulpan como la culminación de su felicidad y sueña con un rebaño, una casa con agua corriente, luz y una antena parabólica para poder captar 999 canales.
Tulpan se presenta pues, de la mano de Dvortsevoy, como una utopía en un mundo donde la realidad se circunscribe a salvar la vida de las crías de las cabras, que por falta de pastos, según determina el veterinario, nacen muertas. Asa, que tiene que luchar con la intransigente dureza de su cuñado, con el dolor que la situación provoca en su hermana, con el desaire de Tulpan, está decidido a irse a la ciudad, junto a su buen amigo, el dicharachero conductor de un destartalado tractor decorado con recortes de revistas eróticas y donde machaconamente se escucha el tema «Babylon«, de Boney M., pero un hecho imprevisto, una situación al límite, le hará descubrir la grandeza de esa estepa zarandeada por el viento, reseca por el sol, inmensa como el mar.
Cuando una de las cabras extraviadas se pone a parir, Asa deberá asistirla en el parto y ayudar a que la cría no muera practicándole -como había visto hacer a su cuñado- un desesperado boca a boca, hasta que lograr reanimar al pequeño animal.
Filmada como un documental – la mayoría de los intérpretes son del lugar donde se rodó la película- «Tulpan» habla de una sociedad que vive feliz sin televisión, sin agua corriente, sin luz, cuyos jóvenes cantan alegremente o escuchan la radio para después comentarle las noticias al padre atareado, donde el trabajo da dignidad y el amor sobrevuela las horas familiares.
Una película ejemplar en estos tiempos de cólera occidental, donde se vive insistentemente amargado, donde nunca se está satisfecho de nada, «Tulpan» es el espejo para ver, en la profundidad del mismo, que el bienestar no está en el último modelo de coche, en el último videojuego, en el ordenador más potente, para ver que lo que importa es la identidad humana, eso que el mundo occidental está perdiendo a marchas forzadas.
El espejo en que mirarse e intentar reconocer en él la dignidad, la libertad y el compromiso de Asa, más allá de Tulpan. Una película imprescindible porque, por encima de todo, es un canto a la vida.
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