[Guillermo Callejo – Equipo de Cinemanet]
Por mucho que a algunos críticos les cueste aceptarlo, el cine serio -e incluso el de autor- no está reñido con el cine de acción, el de aventuras o el de humor. Cada uno, a su manera, enriquece al espectador.Y no hay, por tanto, cine «bueno» y cine «malo» en función del género.
Es realmente curioso, o llamativo al menos, cómo funciona la mente humana. Tan pronto se considera a sí misma infalible como descubre cuántas aparentes contradicciones rigen sus comportamientos y sentimientos. Eso, o algo parecido, me digo a mí mismo cuando compruebo con qué facilidad admiramos películas tan portentosas, profundas y antológicas como La batalla de Inglaterra y con qué soltura y candidez invertimos dos horas para ver un filme tan simplón como The Expendables.
A decir verdad, semejantes paradojas no tienen nada de malo. Dedicar más de 230 minutos a la visión de Lo que el viento se llevó resulta muy enriquecedor. Instruye, humaniza, ayuda a comprender la condición de los hombres y de las mujeres, a apreciar el arte, la fotografía, la música y el amor. Pero tampoco tiene nada de malo pasar una tarde viendo la trilogía de Transporter, por mucho que los protagonistas no hagan más que liarse a mamporrazos y traten de salvar el mundo sin que se nadie se lo haya pedido siquiera. Basta un poco de criterio para situar cada película en el lugar que le corresponde. Digo yo.
La historia del cine está plagada de largometrajes para todos los gustos: los hay que hacen justicia a su nombre y son bien largos y sosegados en sus argumentos -nadie se olvida fácilmente de las vida de Charlton Heston en Ben-Hur o de las reflexiones y filosofías que suscitan Kubrick y Strauss con 2001: Una odisea en el espacio-; pero existen también productos como Die Hard que hacen saltar de la emoción al espectador siempre que contempla a Bruce Willis huyendo de las explosiones por los pelos e instaurando la justicia a ritmo de pistola y tiroteos. El deleite humano por el cine puede ser muy amplio y abarcar un sinfín de especies sin necesidad de que éstas sean incompatibles entre sí.
De hecho, para los verdaderos amantes del séptimo arte no hay barreras en lo que al género se refiere. Frases del tipo: «Si te encanta Iron Man, entonces difícilmente sabrás apreciar la esencia de Sonrisas y lágrimas«, esconden en el fondo un gran cliché. Como si disfrutar con Piratas del Caribe o Rocky supusiera menospreciar El tercer hombre, de Welles. Tan lícito es saborear el cine de acción como el de drama, y tan permisible es llorar al final de La lista de Schlinder como reírse con las tonterías de Louis de Funès en Las locas aventuras de Rabbi Jacob.
Quizá eso explica por qué hay algunas películas que tienen un brillo especial: aquellas que consiguen incluir más de un género en su historia, de tal manera que terminan armonizando la reflexión con los fotogramas apabullantes y llenos de pasión. Véanse filmes bélicos como Patton, Un puente lejano o La caza del Octubre Rojo; westerns como Centauros del desierto o Sin perdón; o las trilogías de Matrix, El Señor de los Anillos, Bourne y Star Wars. Me atrevería a señalar un último ejemplo bastante significativo: la taquillera Inception, de Christopher Nolan, que a fin de cuentas mezcla acción trepidante con teorías largamente dilucidadas en la historia de la filosofía.
¿Qué películas nos dejan verdadero buen sabor de boca? En una palabra, aquellas que nos han hecho pensar y nos han entretenido. Punto. Lo cual no significa que nos contentemos con cualquier producción sesuda o intelectualoide. No. Más bien quiere decir que nos gusta poner en ejercicio la inteligencia -tan exclusiva del ser humano-, pero hacerlo de manera cómoda, incluso sin que lo apreciemos. Por eso es absurdo pretender entretener al espectador con aburridas producciones de estilo documentales o con altas dosis de especulación inoportuna.
Cada vez estoy más convencido de la telebasura y el cine banal sólo triunfan porque no hay nada más disponible. Así lo cree también, por ejemplo, el profesor Armando Fumagalli cuando habla de la televisión, su entretenimiento y su moralidad en el capítulo de un libro sobre la ética en la comunicación. El cine que de verdad surte efecto es aquel que cautiva nuestra inteligencia y levanta nuestras pasiones… algo fácil de decir, pero sin duda muy difícil de conquistar.
Clavado, Guillermo. Totalmente de acuerdo: hay una película para cada momento, cada persona, cada situación… Y me parece que, quien sostenga a rajatabla que las cosas no son así… adopta una pose -arquetípica- errónea y se pierde muchas cosas estupendas.
Ps.- amén a todo salvo que no sé «…apreciar la esencia de ‘Sonrisas y Lágrimas’…»; es que me da cien patadas 😉
Gracias, Marta. Jajaja, y por qué te da cien patadas la frase de «The sound of music»?
No es la frase, Guillermo. Es la película. Sencillamente, no puedo soportarla; me sale sarpullido y merengue por las orejas, inevitable ¡je! 😉
¿En serio? ¿Incluso en V.O.? ¿Ni siquiera te atrae la BSO? No te creo.
primero la película ademas de gustar necesita un titulo (frase ) que llame la atención del publico -_-